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La adaptación de la agricultura mediterránea al cambio climático: Impacto en la sanidad vegetal y la producción de cultivos

Ramzi Belkhodja

Administrador del área de formación de ‘Producción, Sanidad y Mejora Vegetal’ en el CIHEAM Zaragoza

10/02/2025
El artículo explora las nuevas amenazas fitosanitarias, las estrategias de control de plagas, las mejoras varietales resistentes y las prácticas agrícolas sostenibles. También se destaca el papel de la cooperación internacional y la innovación tecnológica en la adaptación del sector agrícola mediterráneo a las condiciones climáticas cambiantes.

Contexto actual de la agricultura mediterránea

La agricultura en la región mediterránea ha sido un pilar fundamental para el sustento de las poblaciones locales y el comercio internacional a lo largo de la historia. Caracterizada por cultivos emblemáticos como el olivo, la vid, los cereales, los cítricos y las hortalizas, esta área geográfica alberga un sistema agrícola diverso y de alto valor cultural, social y económico. La región mediterránea, que abarca países de Europa, el norte de África y Asia occidental, comparte un clima común que combina inviernos suaves y lluviosos con veranos cálidos y secos. Estas condiciones climáticas, aunque favorables para ciertos cultivos, también son altamente vulnerables a las variaciones climáticas y al surgimiento de nuevas amenazas fitosanitarias.

En este contexto, la sanidad vegetal desempeña un papel crucial en la protección de los cultivos frente a plagas, enfermedades y otros factores bióticos que ponen en riesgo la producción agrícola. La expansión de plagas invasoras, el incremento en la incidencia de enfermedades y las variaciones extremas del clima son factores que han afectado gravemente la estabilidad y la productividad de los sistemas agrícolas mediterráneos. Los avances en la sanidad vegetal, desde la gestión integrada de plagas hasta el uso de tecnologías avanzadas de monitoreo, son esenciales para garantizar la producción sostenible en esta región.

Los olivares son un elemento icónico del paisaje agrícola mediterráneo, representando siglos de tradición y adaptación al clima local...
Los olivares son un elemento icónico del paisaje agrícola mediterráneo, representando siglos de tradición y adaptación al clima local.

Por otro lado, la mejora vegetal es una herramienta clave para desarrollar variedades de cultivos que no solo sean más productivas, sino que también sean capaces de resistir mejor las condiciones adversas, como el estrés hídrico, las altas temperaturas y las nuevas enfermedades emergentes. Las técnicas modernas de mejora genética, incluyendo la edición de genes y la biotecnología, están transformando la capacidad de los científicos para generar cultivos adaptados a los desafíos climáticos y fitosanitarios actuales.

En un momento donde la seguridad alimentaria global está en el centro del debate, la agricultura mediterránea se enfrenta a una doble presión: por un lado, la demanda creciente de alimentos de alta calidad; por otro, la necesidad de mitigar y de adaptarse a los efectos del cambio climático y las amenazas bióticas. Por tanto, la sanidad y mejora genética vegetal no solo son fundamentales para mantener la producción agrícola, sino también para promover una producción sostenible que sea capaz de alimentar a las generaciones futuras, respetando los recursos naturales y preservando el equilibrio ecológico de la región.

El cambio climático como desafío clave

El cambio climático se ha consolidado como uno de los mayores desafíos que enfrenta la agricultura mundial, y en particular, la mediterránea. La región mediterránea es una de las áreas más vulnerables al calentamiento global debido a su localización geográfica y las características únicas de su clima. Los aumentos en las temperaturas, los patrones de lluvia más impredecibles y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor y sequías prolongadas, lluvias torrenciales, están teniendo un impacto devastador en los sistemas agrícolas tradicionales.

Uno de los efectos más notables del cambio climático en la región mediterránea es el aumento de las temperaturas. Los veranos, ya de por sí cálidos, están siendo cada vez más largos e intensos, lo que afecta el ciclo de crecimiento de muchos cultivos clave. Las altas temperaturas aceleran el estrés hídrico, reduciendo la productividad y la calidad de los productos agrícolas. En cultivos como el olivo y la vid, tan característicos de esta región, el estrés por calor puede reducir considerablemente la calidad de los aceites y vinos, lo que impacta negativamente en las economías locales. Además, el calor extremo también afecta a la polinización y el cuajado de frutos, reduciendo la cantidad de producción en muchos cultivos frutales y hortícolas.

Las técnicas modernas de cultivo, como el riego por goteo...
Las técnicas modernas de cultivo, como el riego por goteo, ayudan a los agricultores a adaptarse a las condiciones climáticas cambiantes y a hacer un uso más eficiente del agua.

Los patrones de lluvia impredecibles son otro de los grandes desafíos. En la región mediterránea, las lluvias suelen concentrarse en los meses de otoño e invierno, pero en los últimos años, estas han sido cada vez más erráticas. Las precipitaciones en algunos lugares son insuficientes, causando sequías prolongadas, mientras que en otros ocurren lluvias torrenciales que provocan inundaciones, erosionan los suelos y dañan infraestructuras agrícolas. Este fenómeno complica la planificación y gestión de los recursos hídricos, un elemento esencial para el riego y la supervivencia de los cultivos en una región donde el agua ya es un recurso escaso.

A esta situación se suman las plagas emergentes y enfermedades que están proliferando como consecuencia del cambio climático. Las alteraciones en los ciclos de vida de las plagas y sus depredadores naturales, junto con la mayor capacidad de supervivencia de especies invasoras en climas más cálidos, han aumentado el riesgo de infestaciones en los cultivos. Por ejemplo, la Xylella fastidiosa, una bacteria devastadora que afecta a olivos, vides y almendros, se ha extendido en la región mediterránea en parte debido al aumento de las temperaturas. Asimismo, la mosca del olivo y otras plagas que dañan cultivos clave están proliferando en áreas donde antes no eran un problema, afectando la producción y aumentando los costos de manejo fitosanitario.

La adaptación a estos cambios es un desafío que exige no solo avances en tecnología agrícola, sino también un enfoque integral que contemple la gestión del agua, la mejora genética para obtener variedades más resistentes al calor y a la sequía, y nuevas estrategias de manejo integrado de plagas. La resiliencia del sector agrícola mediterráneo frente al cambio climático dependerá, en gran medida, de la capacidad de los agricultores y gobiernos para aplicar soluciones innovadoras y sostenibles que protejan los recursos naturales y aseguren la productividad a largo plazo.

La mejora genética vegetal como respuesta

La mejora vegetal ha sido una de las herramientas más poderosas en la agricultura para enfrentar los desafíos relacionados con las plagas, enfermedades y condiciones climáticas adversas. En un contexto de cambio climático, esta disciplina ha cobrado aún más importancia, ya que permite desarrollar cultivos más resilientes capaces de adaptarse a las nuevas amenazas fitosanitarias y a las condiciones ambientales cambiantes. En los países mediterráneos, donde el olivar, los cítricos, las vides y otros cultivos esenciales están siendo gravemente afectados, la mejora vegetal ofrece soluciones a largo plazo, disminuyendo la vulnerabilidad del sector agrícola.

Una de las principales ventajas de la mejora vegetal es la capacidad de introducir resistencia genética a plagas y enfermedades en los cultivos, lo que reduce la necesidad de productos fitosanitarios y ayuda a los agricultores a gestionar de manera más sostenible los sistemas de producción. Esto es especialmente relevante en el Mediterráneo, donde la aparición de nuevas plagas y enfermedades, como la Xylella fastidiosa en los olivos o la Tuta absoluta en los tomates, ha causado importantes pérdidas económicas.

El cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de las sequías

El cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de las sequías.

La Xylella fastidiosa, una bacteria que ha devastado olivos en Italia y amenaza a otros países mediterráneos, ha puesto de relieve la necesidad de desarrollar variedades resistentes. En respuesta, los programas de mejora genética están trabajando en identificar y seleccionar variedades de olivo que sean menos susceptibles a la infección. Las técnicas de cruzamiento convencional y las más avanzadas, como la edición genética, han permitido desarrollar cultivares con mayor tolerancia a esta bacteria, lo que representa un avance significativo en la lucha contra esta plaga devastadora.

Además de enfrentar plagas y enfermedades, la mejora vegetal también está jugando un papel clave en el desarrollo de cultivos que puedan tolerar mejor las condiciones climáticas adversas, como el estrés hídrico, el calor extremo y la salinidad. Dado que el cambio climático está exacerbando estos factores, las nuevas variedades que puedan soportar estas condiciones son cruciales para asegurar la estabilidad de la producción agrícola en el Mediterráneo.

En los países mediterráneos, la disponibilidad de agua es un recurso limitado y cada vez más amenazado por el cambio climático. Los programas de mejora genética han logrado desarrollar variedades de olivo, vid y cereales más eficientes en el uso del agua y con mayor tolerancia a la sequía. Estos cultivos permiten a los agricultores mantener niveles aceptables de producción incluso en condiciones de baja disponibilidad hídrica, contribuyendo a la sostenibilidad del sector.

Con el aumento de las temperaturas medias y la mayor frecuencia de olas de calor en la región, es esencial contar con cultivos capaces de mantener su productividad bajo temperaturas extremas. La mejora vegetal ha sido fundamental para desarrollar cultivares de hortalizas, frutas y cereales que puedan adaptarse mejor a estas condiciones, reduciendo el impacto negativo en el rendimiento.

Otro desafío relacionado con el cambio climático es la salinización del suelo, que se ve agravada por la menor disponibilidad de agua dulce y el uso excesivo de riego en algunas zonas. La mejora genética ha permitido el desarrollo de variedades de cultivos como el trigo, la cebada y algunos frutales, que muestran mayor resistencia a la salinidad, garantizando la producción en áreas afectadas.

Con el avance de las técnicas de biotecnología y la incorporación de herramientas como CRISPR-Cas9, la mejora vegetal ha dado un salto hacia la edición precisa de genes, lo que acelera significativamente el desarrollo de variedades resistentes a plagas, enfermedades y condiciones climáticas adversas. A diferencia de los métodos convencionales de mejora, que pueden tardar años o incluso décadas, la edición genética permite introducir modificaciones puntuales en el ADN de una planta para mejorar características específicas de manera más rápida y eficiente.

Una de las grandes ventajas de la edición genética es la capacidad de introducir resistencia a múltiples amenazas en una sola variedad. Por ejemplo, se pueden desarrollar plantas que sean resistentes tanto a plagas como a sequías, lo que es esencial en un clima mediterráneo cambiante, donde los agricultores enfrentan desafíos simultáneos.

Aunque las herramientas biotecnológicas representan una gran promesa, también se enfrentan a desafíos de regulación y aceptación pública. Algunos países mediterráneos son más reacios a adoptar variedades genéticamente modificadas o editadas debido a preocupaciones regulatorias y de consumidores. No obstante, la investigación continua y el establecimiento de marcos regulatorios claros pueden facilitar la adopción de estas tecnologías en el futuro.

Conclusiones

El artículo destaca cómo el cambio climático afecta gravemente a la sanidad vegetal en el Mediterráneo, exacerbando plagas y enfermedades y comprometiendo la producción agrícola. Las alteraciones en temperatura y patrones de lluvia han incrementado los riesgos fitosanitarios, subrayando la necesidad de enfoques adaptativos, como la mejora genética y el manejo integrado de plagas, para mitigar estos efectos.

El CIHEAM Zaragoza desempeña un papel fundamental en la respuesta a estos desafíos, promoviendo proyectos de cooperación que desarrollan prácticas agrícolas sostenibles y avanzadas. A través de su enfoque en formación y transferencia de conocimientos, el CIHEAM Zaragoza contribuye a capacitar a técnicos y científicos en el uso de tecnologías y métodos innovadores para gestionar la sanidad vegetal bajo condiciones climáticas adversas.

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