Una investigación concibe el bienestar animal como “oportunidad de negocio y de valor añadido”
Ya falta menos para que finalice la moratoria concedida para la adaptación de las granjas porcinas a la Ley de Bienestar Animal. Si bien el tema sigue levantando ampollas, sobre todo entre el sector productor, debido a la posible inversión económica que acarrea la adecuación de las explotaciones a la normativa, sorprenden testimonios como el del doctor y director del subprograma de Bienestar Animal del IRTA, Antonio Velarde, responsable además del proyecto ‘Marcadores y emoción animal’ o ANEMOMA (por sus siglas en inglés). “Nuestra idea es que el productor no perciba el bienestar animal como una carga impuesta por la legislación, sino que lo vea como un valor añadido. Unas prácticas de manejo diferentes, que faciliten el contacto de los operadores con los animales, les tranquiliza y este estado de ánimo se transmite incluso cuando se les traslada a los mataderos. Todo esto influye en la calidad de la carne”.
Que el bienestar animal no se interprete como una carga económica es uno de los propósitos de este proyecto, pero no el único. El principal es estudiar y evaluar la relación entre el bienestar del cerdo, tanto en granja como en matadero, y la calidad de su carne, basándose en el comportamiento y los biomarcadores fisiológicos del animal, en vivo, y también en la propia canal, ya sacrificado. En este sentido, se considera una investigación pionera, que intenta cubrir las lagunas existentes sobre cómo el estado emocional, y en especial el estrés, influyen en el bienestar del ganado porcino. “Hasta ahora, las medidas que se empleaban, en materia de bienestar animal, eran indirectas: no evaluaban al ejemplar en sí. Se tenían en cuenta factores ambientales, densidad por granja, instalaciones suficientemente acondicionadas… El motivo es sencillo. Estas medidas son más fáciles de evaluar y llegar a una conclusión única. Pero en realidad, no reflejan el bienestar del animal, sino las condiciones en las que vive”, explica Velarde. El problema con el que tropezaban cuando medían densidad y temperatura era la variabilidad, según el responsable del proyecto ANEMOMA. “Como sucede con los seres humanos, no todos los animales reaccionan de la misma manera ante una temperatura determinada. No todos tenemos la misma sensibilidad al frío o al calor. Lo que pretendemos es profundizar en indicadores más directos, relacionados con el ejemplar”.
El proyecto podría evaluar el estado emocional de otras especies
Aunque el proyecto ANEMOMA se inició este año, venía precedido de otros estudios de menor envergadura que pretendían validar e identificar a los cerdos en función de su estado emocional. O al menos así lo relata el director del subprograma de Bienestar Animal del Irta: “Hicimos estudios de parámetros bioquímicos y celulares y comprobamos que habían marcadores que, según el grado de estrés del animal podían cambiar. Hablamos de las hormonas típicas del estrés, como el cortisol, que se disparan si el animal está estresado o debe hacer frente a algún problema. Nos proponíamos hallar alguna metodología que nos permitiera diferenciar entre animales con estados emocionales diversos”. Esto sucedía tres años atrás. Ahora el proyecto actual pretende evaluar el efecto del sexo, del genotipo, de las condiciones ambientales y de manejo en el sesgo cognitivo e identificar biomarcadores de estrés antes y después del sacrificio en la sangre, saliva, cerebro, intestino y músculo de la canal. Y averiguar si esto tiene relación con el comportamiento del ganado porcino cuando llega al matadero y también sobre la calidad de la carne.
Además del IRTA, el proyecto ANEMOMA, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, cuenta con la participación de la Universidad Autónoma de Barcelona, el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias (SERIDA) y la Universidad de Oviedo. A pesar del número de integrantes, la colaboración no fue compleja porque “surgió de un interés común”. “En el IRTA, junto con el grupo de etología y bienestar animal de la Facultad de Veterinaria de la UAB, buscábamos metodologías que evaluaran el estado emocional en animales vivos; el resto trabajaban en hallar biomarcadores en fluidos fisiológicos y en la carne del animal. Decidimos aunar disciplinas y fijar un objetivo conjunto”.
La investigación ha tomado como modelo al ganado porcino aunque, a tenor de los resultados, se podría extrapolar al bovino y las aves de puesta, para así “ver cómo afecta a su productividad”. “Hemos elegido al cerdo por varios motivos. En primer lugar, es una de las especies con las que más trabajamos; en segundo lugar, hemos observado cómo diferentes grados de manejo pueden afectar a su productividad. Por ello, queríamos comprobar hasta qué punto el estado emocional podía influir en la misma”.
-Facilitar unos indicadores más objetivos y válidos que expliquen mejor el bienestar animal y determinar a qué partes de la producción animal se le puede dar un valor añadido.
-Mejor calidad de la carne, a raíz de la implantación de buenas prácticas de manejo, formación y capacitación del personal.
-Identificar los periodos más críticos del animal en la producción porcina, en cuanto a bienestar animal, y prestarle una mayor atención. Establecer, pues, los factores que provocan mayor o menor estrés.
-Valorar todo lo anterior como una oportunidad de negocio, que aumenta los índices de producción. “Al igual que el consumidor pide una carne que cumpla los requisitos sanitarios exigidos, también asume que los animales que producimos tengan unas condiciones de bienestar correctas”.