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Entrevista a Lorenzo Fraile, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Lleida

“La monitorización continua de la sensibilidad en las granjas es fundamental para plantear un uso prudente de los antibióticos”

Víctor Molano25/03/2025
La normativa sobre la reducción en el uso de antibióticos en ganadería ha tenido un fuerte impacto en el sector porcino, que ha tenido que adaptarse a la situación con un importante esfuerzo de productores y veterinarios. Lorenzo Fraile, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Lleida, analiza esta situación y da algunas claves sobre su aplicación en la práctica diaria de los veterinarios en las explotaciones.
Lorenzo Fraile
Lorenzo Fraile.

En su opinión, ¿qué beneficios tiene la reducción en el uso de antibióticos?

Los beneficios que tiene la reducción del uso de antibióticos son claros, ya que es la disminución potencial de la generación de resistencias antimicrobianas. De hecho, un importante número de estudios científicos asocian el uso de antibióticos con el aumento de resistencias. Es cierto que no es inmediato ni una asociación directa, pero sí que están relacionados. Esa es la base en la que se han asentado las políticas europeas desde hace años.

A grandes rasgos, ¿cuáles son sus inconvenientes?

Los antibióticos son necesarios en determinadas circunstancias, por lo que limitar su uso puede poner en peligro el bienestar animal. Además, es uno de los factores que ha influido en los últimos años en un incremento de la mortalidad asociada a enfermedades bacterianas. Ha pasado en el caso del porcino, pero también en otras especies como el ovino. No hay datos oficiales, porque no son enfermedades de control obligatorio, pero sí que hay datos sectoriales que evidencian ese aumento de la mortalidad. También sería un error decir que el aumento de la mortalidad se debe únicamente a la reducción en el uso de antibióticos, porque en los últimos años han concurrido otros factores como, por ejemplo, la aparición de cepas más virulentas de determinadas enfermedades. No se puede hacer una asociación directa, porque hay múltiples factores implicados.

¿Qué papel juegan aspectos como la vacunación o la bioseguridad?

Todo el control de enfermedades se debe basar en la medicina preventiva. Y una parte esencial de la medicina preventiva es la bioseguridad. Todos somos conscientes de que debe aplicarse la bioseguridad, pero en la práctica real del día a día hay muchas cosas que mejorar. Se debe aplicar la bioseguridad externa, evitando que entren enfermedades en la explotación, y la bioseguridad interna, que es ayudar a que las enfermedades no se diseminan una vez que están presentes en la explotación. En este contexto, las vacunaciones son una herramienta esencial.
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¿Existen vacunas suficientes en el mercado para las enfermedades más preocupantes en el caso del ganado porcino?

En ganado porcino hay muy buenas vacunas para enfermedades víricas, pero no las hay para todas las enfermedades bacterianas. Es una cierta limitación que tiene el sector. También hay otras circunstancias, como Streptococcos suis, en el que únicamente hay vacuna para el serotipo 2. En mi opinión, los fondos que se dedican a la investigación deberían priorizar potenciales candidatos vacunales para enfermedades de las que no hay vacunas o aquellas vacunas que tienen limitaciones. Respecto a las autovacunas, se pueden utilizar, pero se debe ser muy riguroso, porque incluso se puede caer en la tentación de poner todas las bacterias en una misma autovacuna asumiendo que van a ser eficaces frente a todos lo patógenos incluidos en ellas. No es fácil fabricar vacunas, ya que es un trabajo que lleva muchos años, así que se debe ser riguroso en realizarlas y en controlar qué resultados tienen realmente.

¿Cómo se ha adaptado el sector porcino a la normativa de la reducción de antibióticos? ¿Ha afectado a la productividad de las granjas?

El sector porcino ha sido protagonista en la reducción en el uso de antibióticos, entre otros aspectos porque es el principal sector ganadero. Sin embargo, también se ha realizado un gran esfuerzo con la reducción de antibióticos en piensos o la medicación profiláctica, que ha pasado a ser prácticamente residual. Esta normativa ha afectado a la productividad de las granjas, porque ha conllevado que en los últimos seis o siete años haya habido un aumento de mortalidad, fundamentalmente en periodo de transición, pero también en el periodo de cebo. Debemos tener en cuenta que también hay muchos otros factores que afectan a ese aumento de la mortalidad. Por ejemplo, el sector ha apostado en los últimos años por genéticas hiper-prolíficas, orientadas fundamentalmente a la producción, también se ha producido una reducción en el óxido de cinc y la aparición de cepas virulentas de determinados patógenos. Por tanto, ha habido varios factores que han empeorado la sanidad. Lo evidente es que el estado sanitario, que se puede medir a través de la mortalidad, ha empeorado. Pero debe quedar claro que la reducción en el uso de antibióticos no es el único factor.
“La reducción en el uso de antibióticos ha influido en un aumento de la mortalidad en las granjas”

¿Existen diferentes intensidades de aplicación entre países europeos y comunidades autónomas?

Tenemos una normativa clara, que parte de una regulación europea de aplicación directa, pero también es cierto que en España la sanidad está transferida a las comunidades autónomas, por lo que cada región aplica esa normativa. La reducción en el uso de antibióticos debería ser común y que se aplique de una forma uniforme. En la actualidad, hay una enorme variabilidad a nivel nacional, pero también en el ámbito europeo en el que algunos países se lo están tomando de una forma más laxa. En un contexto de mercado único, estas diferencias entre comunidades autónomas crean disfunciones. En mi opinión, la administración ha cometido un gran error, que es pasar la presión al veterinario, pero el veterinario no debe ser el problema, sino la solución. Se debería trabajar de la mano del veterinario, teniendo en cuenta las circunstancias de la producción y de la sanidad. Creo que la administración no se está poniendo en la piel del veterinario de campo. En lugar de aplicar únicamente la reducción de los antibióticos en la responsabilidad del veterinario, la administración debería revisar que todas las explotaciones apliquen medidas de bioseguridad. Todas estas circunstancias y esta responsabilidad están llevando a que haya veterinarios, sobre todo jóvenes, que simplemente ya no quieren recetar antibióticos, porque existe una sensación de persecución en algunas comunidades autónomas según mi experiencia. En este sentido, no debe haber ningún reparo para prescribir antibióticos si se hace tras un buen diagnóstico y de acuerdo con la normativa sobre el uso prudente de estas moléculas.

¿Existen problemas para afrontar algunas enfermedades en concreto del ganado porcino por la categorización de determinados antimicrobianos? ¿Cuáles?

Afortunadamente, en ganado porcino la categorización de familias antimicrobianas, en general, no limita a la hora de su uso en tratamientos. Un ejemplo puede ser la diarrea post-destete causada por Escherichia coli. Nos podemos encontrar casos clínicos con resistencia frente a muchas familias antimicrobianas y sólo sensibles a colistina. La legislación no prohíbe el uso de moléculas de categoría B. Sólo restringe su uso cuando no hay otras opciones, por tanto, en este ejemplo el uso de colistina es la opción que debe tomar el clínico. Otra cuestión es trabajar en el futuro con una visión holística, en el que se trabaje en aspectos preventivos. Sin embargo, existen problemas concretos, como la actinobacilosis porcina, que es una enfermedad grave con alta mortalidad. Es cierto que hay muchos antibióticos de todas las categorías disponibles para la mayoría de los casos clínicos. Lo que sucede es que, cuando los animales están a punto de ir al matadero, se deberían utilizar antibióticos con periodo de supresión corto. Sin embargo, los de periodos de supresión corto son de categoría B, por lo que no son prioritarios. Por lo tanto, el riesgo es que los animales se pasen de peso y se queden fuera del mercado. En mi opinión, este tema debería ser una excepción. Opino que a la administración debería contemplar este tipo de situaciones u otras que pudieran presentarse en otras especies animales.

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De forma muy general, ¿qué recomendaciones pueden darse para un uso prudente y óptimo de los antimicrobianos?

Nuestra apuesta es que en ganado porcino se debe trabajar con la unidad epidemiológica, que es tener información de las granjas, a base de unas analíticas continuas. Creemos que la unidad epidemiológica debería ser las granjas de madres. Con esos informes, ya se podrían utilizar de forma prudente los antibióticos. En las circunstancias actuales, no se puede plantear un uso prudente de los antibióticos sin una monitorización continua de la sensibilidad de una forma razonable. Desde nuestra experiencia, es razonable trabajar con tres informes al año por cada patógeno de interés.

En el caso concreto que deba aplicarse algún antibiótico, ¿qué protocolo deben seguir los veterinarios de campo?

Es un proceso sencillo. Se deben seguir las indicaciones del prospecto. Si no funciona o genera un problema su uso con reacciones adversas, entre las que se encuentra una falta de eficacia de los mismos, se debe realizar farmacovigilancia y notificarlo para que se revisen los medicamentos en un futuro.

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