Cuarenta años, sí es mucho
Tierras es la única publicación especializada en caprino que se publica en castellano en todo el mundo y una de las tres revistas líderes de este sector a nivel internacional
Manuel Sánchez Rodríguez en el campo con un ejemplar de raza Florida .
El mítico tango de Gardel nos dice que veinte años no es nada, puede ser, pero para mí los cuarenta años que he dedicado profesionalmente al ganado caprino si ha sido mucho, y tengo esa impresión porque han sido muchas las vivencias y muchas las transformaciones que el sector ha tenido durante estas cuatro décadas, y las he vivido en primera línea, unas veces como actor principal y otras como observador interesado.
En esta línea argumental, me gustaría en este último artículo como director de esta revista hacer una reseña, a modo de despedida, de la evolución del sector durante este periodo.
Toda mi vida he estado relacionado con el ganado caprino, de pequeño tengo grabados recuerdos entrañables del rebaño familiar, que sin duda influyeron de forma decisiva en mi decisión posterior de especialización y dedicación profesional a este ganado cuando estaba finalizando la licenciatura de veterinaria.
En los primeros años de la década de los ochenta del pasado siglo en la carrera no nos hablaban casi nada del ganado caprino, y cuando lo hacían era para señalar aspectos negativos; así, en Producción Animal no lo estudiamos porque según nuestro catedrático, un enamorado del ganado ovino, el caprino era una especie poco menos que diabólica y responsable del deterioro ambiental de los campos españoles. O bien en Infecciosas para remarcar el problema de la brucelosis caprina como zoonosis muy importante realmente en aquellos años. Solo hay dos tipos de veterinarios nos explicaba el profesor, los que ya han pasado la brucelosis y los que la van a pasar, y era cierto, pero se culpaba siempre a la Brucella mellltensis del caprino y poco a la Brucella abortus del vacuno. Tanto es así, que efectivamente antes de acabar los estudios yo contraje la brucelosis, pero era la B. abortus, a pesar de mi mayor contacto con el caprino, y menos mal que entonces se hacía ya un diagnóstico diferencial entre ambas especies, porque en los años sesenta mi padre, veterinario que trabajaba en vacuno lechero, padecía todos los años unos episodios febriles fuertes recurrentes, y descartaron reiteradamente que fuera brucelosis porque entonces solo se hacían las pruebas para B. mellitensis, y no fue hasta bien entrado los setenta cuando a un médico amigo se le ocurrió hacérselas también para B. abortus, y por supuesto salió positivo, pero para entonces tenía ya una lesiones importantes en vértebras lumbares que determinaron finalmente una baja laboral antes de cumplir los sesenta años. Ahora estas cosas pueden parecer difíciles de creer, paro esa era la situación real en aquellos años.
Cuento estas historias personales para resaltar la enorme distancia que había entonces entre los técnicos y los ganaderos de caprino, cabreros entonces, nadie los consideraba aun ganaderos. Existía una ignorancia mutua de facto, los veterinarios no se especializaban en caprino porque los cabreros no requerían sus servicios o no se los podían retribuir, y los cabreros no contaban con los veterinarios porque no sabían de cabras. De hecho, yo me empecé a especializar en caprino por vocación y porque tenía mi soporte económico resuelto como profesor de universidad.
Hay que reconocer que esa especialización fue posible porque ya había un germen de profesionales con interés en ganado caprino en Granada, cuna de la más afamada y antigua raza caprina lechera española. Allí coincidieron a principios de los ochenta una seria de profesionales que hicieron posible una apuesta decidida del Colegio de Oficial de Veterinarios de Granada por el desarrollo de esta especie, apoyado a su vez en el interés de la Diputación Provincial con sus técnicos y su rebaño experimental, la especialización que inició el Laboratorio Oficial de Producción y Sanidad de Santa Fe, y el apoyo de la Estación Experimental del Zaidin del Consejo Superior de investigaciones Científicas, que realizó y publicó los primeros trabajos sobre alimentación y nutrición caprina en España, bajo la dirección del entrañable Dr. Julio Boza.
Me matriculé en ese primer curso de especialización en producción y sanidad en el ganado caprino, y ese fue el pistoletazo de salida de muchos profesionales que después seguiríamos trabajando en el sector en diferentes facetas.
Desde entonces me dediqué al ganado caprino en la doble vertiente de ganadero, durante veinte años, y veterinario especialista en producción y sanidad caprina hasta la actualidad, formando a técnicos y ganaderos a través de cursos, jornadas y visitas a ganaderías de las principales cooperativas con grupos caprinos, asociaciones de criadores, administraciones, empresas zoosanitarias y de transformación. Todo ello a través de convenios y contratos vehiculados con la Oficina de Transferencia de la Investigación de la Universidad de Córdoba. Esta labor mantenida en el tiempo pienso que me ha permitido tener una visión amplia y realista de la evolución del sector caprino lechero en España en estas últimas cuatro décadas, que es la que intentaré trasmitir a continuación.
Difíciles años 70
En los años setenta se mantenía una ganadería tradicional con grandes carencias técnicas y una pésima situación sanitaria de la cabaña caprina. En aquel momento se podían distinguir claramente dos sistemas de producción de leche de cabra: Los sistemas extensivos y semi-extensivos de las zonas de sierra, basados en el pastoreo y animales locales, denominados entonces “cabras serranas”, que en realidad eran animales de doble aptitud sin raza definida, con una producción lechera escasa y estacional, concentrada en el primer semestre del año, que era transformada en queso en las propias majadas y que posteriormente era mercadeado directamente en los núcleos urbanos, todo ello con una carencia absoluta de las más elementales medidas higiénicas, tanto en la fabricación, maduración y posterior venta de los quesos.
Por otro lado, alrededor de los núcleos de población existían rebaños de cabras de los denominados “cabreros churreteros”, que pastoreaban terrenos públicos y aprovechaban rastrojos y residuos de la agricultura. Estos cabreros que explotaban las razas lecheras españolas tradicionales como la Murciana, la Granadina (aún no se habían unido oficialmente las dos razas), la Malagueña o el germen de lo que sería la raza Florida, vendían directamente la leche fresca a los consumidores, muchas veces directamente puerta a puerta, al igual que el caso anterior con una carencia absoluta de medidas higiénicas. Estos cabreros arrastraban mala fama en el ámbito rural, ya que algunos de ellos pastoreaban sus cabras en cultivos ajenos o tenían disputas por el uso de terrenos. De hecho, se decía entonces en estas zonas que las cabras eran muy rentables ya que “las ordeñaba el cabrero y las alimentaba el vecino”.
En estos años todavía no se sabía lo que era un registro sanitario, el ordeño mecánico o la refrigeración de la leche, no se habían implantado aun las campañas oficiales de saneamiento ganadero para la prevención y control de la brucelosis, que campaba a sus anchas, al igual que la tuberculosis. En esta década todo el esfuerzo de desarrollo y modernización de la administración se había centrado en el ganado vacuno, que se expandió por las afueras de los núcleos urbanos, conformando los llamados “cinturones vaqueros”, y se promovió la creación de la Centrales Lecheras que permitió la comercialización a gran escala de leche higienizada de vaca. Fue en definitiva la década en la que en el sur de España la población dejó de consumir leche de cabra y pasó a consumir leche de vaca pasterizada.
Esta política fue exitosa y propició un fuerte descenso del número de cabreros y de la cabaña caprina en general, que tenían, además, la consideración de marginales desde la administración.
Cuelga de ramones de naranjo y olivo en instalaciones tradicionales de una ganadería de cabra Florida en los años ochenta.
Despegue en los años 80
Esta era la situación a principios de los años ochenta, cuando ya se empezaron a exigir unos requisitos mínimos para la comercialización de la leche y de los quesos, se implantaron las primeras campañas oficiales de saneamiento ganadero, que hizo que empezaran a cambiar las cosas para esta ganadería. Fue entonces cuando surgieron también las primeras industrias lácteas que demandaban leche de cabra, y aparecieron los primeros centros de recogida de leche en algunas poblaciones y cooperativas. Los cabreros comenzaron a demandar algunos servicios y equipamientos, se comenzó a ver a los veterinarios por los rebaños caprinos, se empezaron a instalar los primeros equipos de ordeño mecánico y los primeros tanques de refrigeración en las instalaciones, con muchas deficiencias todavía, pero ya iba calando en ganaderos y técnicos un ánimo de cambio. Se comenzó también a dar más alimentación suplementaria a los animales, aunque con poca racionalidad, lo que provocó problemas como la aparición de patologías hasta entonces minoritarias, como por ejemplo la paratuberculosis, que diezmó los rebaños en aquellos años. Se inició por tanto en el transcurso de esa década una crisis que determinó un cambio, que, aunque difícil en sus comienzos, fue el inicio de la transformación del sector en nuestro país.
La revolución de los 90
La década de los noventa fue la década de la transformación del sector en todos los sentidos. Se asistió a un aumento de la demanda de leche de cabra y de cabritos lechales que determinó un aumento del censo y de las ganaderías, que por primera vez empezó a generalizar la demanda de servicios técnicos especializados que le permitieran aumentar la producción y la rentabilidad de sus rebaños. Se comenzó, igualmente, a generalizar la implantación del ordeño mecánico, los equipos de refrigeración de la leche, la lactancia artificial. Comenzó también la implicación de las industrias de la alimentación y la sanidad animal con esta especie, ya que había una demanda creciente de productos específicos para la misma.
En esta época, y debido a la PAC y la globalización del mercado, las materias primas para la alimentación animal eran relativamente baratas, lo que determinó el inicio de la implantación de los sistemas de estabulación libre, a semejanza del vacuno lechero. Inicios que no fueron fáciles por el desconocimiento, todavía importante, de la alimentación y el comportamiento alimentario específico de la cabra, lo que determinó al inicio problemas graves en estos sistemas, donde la paratuberculosis seguía aumentando y aparecieron nuevas patologías como el cuadro de cetosis- toxemia de gestación al parto y acidosis ruminales que desconcertaban a los ganaderos.
En cuanto a la situación sanitaria de la cabaña, se había logrado ya controlar la brucelosis, pero los ganaderos empezaron a demandar el estudio y control de otras zoonosis importantes como la tuberculosis, ignorada en caprino hasta esos años, así como de otras enfermedades de gran repercusión económica como la agalaxia contagiosa, por ejemplo.
Fueron unos años de mucha actividad, con la implantación de nuevas ganaderías y nuevos ganaderos, fuera ya del prototipo del cabrero tradicional, con una visión más empresarial y mayores demandas técnicas, de equipos y productos, como ya se ha comentado anteriormente, que empezaron a forjar lo que sería ya un sector relativamente importante, al menos en la mitad sur de España. Esta dinámica hizo también que se le prestara mucha más atención desde la administración pública al sector, en temas de formación, desarrollo y sanidad, aunque con diferencias muy ostensibles en los diferentes territorios, lo que marcó para bastantes años posteriores distintas velocidades en el desarrollo de la ganadería caprina en las diferentes CCAA.
En esta década se empezaron también a reactivar los Programas de Mejora que llevaban las diferentes asociaciones de criadores de las razas caprinas lecheras españolas, que, aunque constituidas, la mayoría de ellas, unos años atrás, no tenían herramientas ni medios para realizar una adecuada llevanza de los libros Genealógicos ni los controles de rendimientos, por lo que realmente no se podía hacer una mejora genética moderna y técnicamente contrastada.
Lote de cabras Murciano-Granadinas de alta calidad genética, en disposición para el ordeño.
Consolidación en los 2000
La década de los dos mil la podríamos denominar la década de la consolidación del sector, se asentaron todos los cambios técnicos que comenzaron en la década anterior, y que condujeron a convertir la ganadería caprina en un sector ganadero homologable a los demás, e incluso técnicamente más avanzado que otros sectores más tradicionales como podrían ser el vacuno y ovino de carne, por ejemplo.
En esta década se consolidaron los sistemas de estabulación libre que hoy son mayoritarios, resolviendo los problemas de alimentación, instalaciones y manejo que presentaron al principio, se perfeccionaron los equipos de ordeño, y aumentaron la producción de leche por animal y por granja, así como su calidad higiénica y sanitaria.
En este sentido, se desarrollaron por ejemplo las primeras mezclas semi-completas y completas específicas para caprino lechero, lo que permitió una alimentación más equilibrada, sencilla, y también más económica en aquellos años. También se acometieron en todas las cooperativas y agrupaciones de productores, apoyados financieramente por la administración, los Planes de Mejora de calidad de la Leche (PMCL), que supuso la dedicación de muchos técnicos a esta tarea, que no se limitaba solo a aspectos higiénicos y sanitarios, sino también a la mejora del funcionamiento y mantenimiento de los equipos de ordeño y refrigeración, y a la mejora de las instalaciones y manejo general del ganado. Todas estas acciones tuvieron una repercusión muy positiva en las ganaderías, que fueron mejorando todos sus índices productivos y de calidad.
También se trabajó mucho en programas de desestacionalización de la producción lechera, ya que existía un gran desequilibrio entre las producciones del primer y segundo semestre del año; con muchas granjas y grupos de productores donde la producción de enero a junio era de 10 a 15 veces superior a la se tenía de julio a diciembre, lo que suponía un verdadero problema para la comercialización de la leche y la conformación de su precio. En pocos años se logró rebajar considerablemente esta estacionalidad y racionalizar la oferta de leche y su transformación en las industrias quesera, en base al uso de técnicas de reproducción asistida y una racionalización de la alimentación que permitieron partos en todas las épocas del año y su consecuente producción lechera posterior
Fue en estos años también cuando el Ministerio de Agricultura, presionado por las peticiones del sector, publica un primer Plan Sanitario para el Caprino, donde se marca el camino para la mejora del estado sanitario de los rebaños, y que sirvió para unificar de alguna manera las tremendas diferencias que en este aspecto existían en las diferentes CCAA. Se puso negro sobre blanco la necesidad de acometer el control de enfermedades tan graves como la tuberculosis, como zoonosis de primer nivel, o la agalaxia contagiosa, que hacía fracasar a muchas ganaderías y limitaba el desarrollo del sector. En este sentido hay que señalar que había CCAA con una política sanitaria mucho más avanzada que otras, pero esta norma nacional sirvió como revulsivo para que las más atrasadas, acometieran estas iniciativas, aprovechando en muchos casos la experiencia de las que iban por delante.
Otro aspecto muy importante que se consolidó en esta década fue el de la mejora genética con el fortalecimiento de las herramientas de control genealógico, control lechero y programas de gestión de bases de datos que hicieron más fáciles y rigurosas las valoraciones genéticas de los reproductores. En estos años las diferentes asociaciones de criadores de caprino lechero se decidieron a trabajar en común y se crearon por ejemplo entidades independientes por cada CCAA que se encargaron de la organización y ejecución de los controles lecheros, se crearon centros de testaje de machos para la obtención de dosis seminales para la inseminación artificial, que comenzó a utilizarse cada vez más como base principal de los Programas de Mejora, con la conexión de los rebaños y valoraciones de los sementales cada vez más rigurosas y fiables, que supuso un auténtico salto hacia delante en este aspecto.
Se siguió avanzando en la mejora del estado sanitario de los rebaños, con cada vez más rebaños calificados frente a tuberculosis y avances también en el control de la agalaxia contagiosa. Este aspecto, junto a la mejora del valor genético de los animales permitió que en esta década se empezará ya a exportar animales para vida a diferentes países, lo que creó un nuevo mercado muy interesante para los ganaderos de selección.
En esta línea de claro avance y modernización se pudo sortear la crisis económica del final de esta década, y si bien es cierto que el número de ganaderías descendió claramente, el censo y la producción no, ya que aumentó el tamaño de los rebaños y el nivel productivo de los animales.
Ejemplares de cabras de raza Malagueña de un rebaño del programa de selección.
Una ganadería como las demás
El periodo 2010-2020 se puede considerar, sin lugar a duda, como una etapa de profesionalización y modernización del sector. Se siguió avanzando en todos los aspectos técnicos comentados anteriormente, y la mayorá de los ganaderos, muchos de ellos jóvenes de nueva implantación, no hay que olvidar que este sector presenta una de las edades medias más bajas de los ganaderos en nuestro país, se convirtieron ya en verdaderos empresarios, que utilizaban las herramientas técnicas y el conocimiento necesario, para tomar las mejores decisiones técnicas y económicas en sus granjas, asesorados ya por un buen plantel de técnicos, también jóvenes y comprometidos, con una buena especialización en caprino. Incluso muchos de estos ganaderos dieron el paso hacia transformación de su propia producción lechera en quesos de calidad.
En estos años mejoró sustancialmente la imagen del sector entre los propios ganaderos, la administración y la sociedad en general. La ganadería caprina dejó atrás las connotaciones negativas del pasado y empezó a percibirse como un sector moderno, preocupado por el medio ambiente y el bienestar animal, y capaz de originar productos de alta calidad gastronómica. De hecho, en la última edición de la World Cheese Awards celebrada en Noruega, al igual que en las ediciones anteriores, han sido muchos los quesos españoles de cabra galardonados procedentes de queserías artesanales y medianas.
Una muestra, desde mi punto de vista muy importante de la profesionalización conseguida en esta etapa ha sido el haber podido contar, por primera vez en nuestro país, con una revista técnica de excelente nivel, exclusiva para el sector caprino, dirigida a técnicos y ganaderos. Me refiero lógicamente a esta publicación en la que escribo, la revista Tierras Caprino, que he tenido el honor y la satisfacción de dirigir desde su creación en el año 2.012 hasta la actualidad. Han sido ya más de diez años en los que se han publicado más de cuarenta números, entre monográficos y ordinarios, donde se han recogido todos los aspectos técnicos y de actualidad del sector de una forma que creo que ha combinado adecuadamente el rigor científico y técnico con temas más amenos y de interés en los diferentes momentos.
Para señalar la importancia de esta publicación basta destacar que se trata de la única revista en castellano sobre ganado caprino que existe a nivel mundial, y que no solo es referencia en España, sino que también tiene bastante difusión en Iberoamérica. Además, hay que tener en cuenta que solo existen otras dos revistas técnicas especializadas en caprino en todo el mundo que puedan estar a la altura de esta publicación, “La Chevre” en Francia y la publicación de la American Dairy Goat Association.
Hemos resumido a vuela pluma lo sucedido en las cuatro últimas décadas, pero ahora estamos en otra nueva, y la situación realmente ha cambiado de nuevo. Hay un mundo antes y después de la COVID 19 y la guerra de Ucrania, y lógicamente el sector caprino también se ha visto fuertemente impactado por estos acontecimientos. En los dos o tres últimos años, se ha acentuado la disminución de ganaderías y también ha caído la producción de leche como nunca se había visto, todo ello a pesar de que el precio de la leche de cabra no ha dejado de subir y ha alcanzado niveles históricos. Pero al mismo tiempo las materias primas para la alimentación y la energía también han subido, prácticamente han doblado y triplicado en muchos casos su precio, y hay que tener en cuenta que los costes de la alimentación y la energía pueden suponer perfectamente más del 70-75% del coste total de producción de un litro de leche. Esta situación está comprometiendo gravemente la rentabilidad de las explotaciones y el futuro del sector.
Esperemos que la situación se vaya normalizando y clarificando, si no es así, no solo será el caprino, si no toda la ganadería en general, la que tendrá que enfrentarse a unos nuevos escenarios, distintos a los que hemos conocido hasta ahora y claramente inciertos. Pero el futuro es difícil de prevenir y en este artículo nos vamos a quedar con la historia.
Con estas líneas, que espero que hayan sido de vuestro interés, me despido por tanto de la dirección de esta revista, que como ya dije al principio ha sido todo un honor y gran responsabilidad profesional. Pero todo tiene sus etapas y afanes, y ahora a mi me toca dedicarme a cosas más livianas y lúdicas, y es el tiempo de personas más jóvenes y preparadas y con más empuje, que las hay, afortunadamente, y bastantes.
¡¡Muchas gracias a todos y hasta siempre!!.
Lote de recría en un rebaño de raza Majorera.