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Seminario 6: ‘Nuevo modelo sanitario en el ovino español (III): enfoques innovadores para las enfermedades de siempre’

Agalaxia contagiosa: contexto actual

Javier Marcos Sainero

Director del Servicio Técnico de Vetia

12/11/2021
La agalaxia contagiosa es una amenaza sanitaria de primer orden, desde el comienzo de la producción en los pequeños rumiantes, con especial incidencia en los de aptitud lechera. Teniendo en cuenta que la tecnificación y la profesionalización de la producción es enorme, al menos en España, con una velocidad vertiginosa, siempre persisten dos grandes problemas en la producción de pequeños rumiantes, que son los que tienen que ver con la capacidad reproductora de los animales (abortos, infertilidad…) y los que afectan a la capacidad de las ubres para producir leche, tanto en cantidad como en calidad.
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Mamitis y agalaxia contagiosa

En la ubre, la mamitis es la gran amenaza. Es la enfermedad “profesional” por excelencia de las ovejas lecheras, con una repercusión devastadora en la producción de leche, en cantidad y en calidad.

La agalaxia contagiosa se enmarca, en cuanto a diagnóstico y control, en el capítulo ‘mamitis’. Esta inclusión, aunque la agalaxia es una enfermedad de tipo sistémico, permite una vigilancia constante de la enfermedad junto a la mamitis, por lo que estratégicamente resulta un acierto, porque permite realizar un seguimiento cercano. De las enfermedades que afectan a la ubre de los pequeños rumiantes, la agalaxia contagiosa es la que más daño produce a la producción lechera y tiene un efecto severo a la hora de realizar renovación de animales, que sufren atrofias de la glándula mamaria y cronificación.

Se requieren planes de sanidad de la ubre y de la producción de calidad, que debe contemplar una parte específica dirigida al control de la agalaxia contagiosa, incluso para aquellas explotaciones que están libres de esta enfermedad, ya que cualquier error en la bioseguridad de la explotación o en la inclusión de animales puede provocar una entrada de la infección en explotaciones libres.

En España, la extensión de esta enfermedad es grande y el control de su presencia o posible expansión es imprescindible. Ninguna explotación de ovino lechero debería prescindir de un plan específico de observación y control de agalaxia contagiosa, por el grave riesgo que supone que irrumpa en una explotación o, en el caso de las explotaciones que tienen una agalaxia crónica o silente, el riesgo de que se produzca un brote violento que pueda afectar a una parte importante del rebaño de manera súbita. También se debe tener una vigilancia estrecha en las explotaciones en las que no se padece agalaxia contagiosa, porque su irrupción en estos rebaños resulta catastrófica.

En las analíticas rutinarias para el control de la mamitis, debe incluirse la detección de casos de agalaxia contagiosa, tanto en casos individuales como en la analítica microbiológica de la leche colectiva. Normalmente, en la leche de tanque se hace un cultivo selectivo, enriquecido, para la determinación de la presencia de los micoplasmas y también se pueden someter a pruebas PCR, que son bastante fiables con una pequeña presencia de ADN del germen.

En definitiva, elaborar y asumir planes de control o erradicación de la agalaxia contagiosa y aplicar medidas de bioseguridad acordes es muy recomendable.

Síntomas de la agalaxia contagiosa

El momento en el que el animal adquiere la infección suele condicionar los síntomas que se aprecian. Sin embargo, en los animales que aún no han parido, como normalmente la transmisión entre ellos se ha producido por vía oral, que es una forma de transmisión perfectamente reconocida, las lesiones no son de carácter mamario, sino lesiones oculares y articulares. Se pueden observar brotes en estos animales jóvenes en explotaciones que eran libres de agalaxia, con una irritación importante de los ojos y queratoconjuntivitis. Está vinculado al método de transmisión oral, con una ingestión del agente infeccioso, que está presente en alimentos, enseres, suero, piel de la madre…

En los animales de ordeño, la situación es diferente. La transmisión de la enfermedad se suele producir por vía mamaria retrógrada durante el ordeño. Se contaminan las pezoneras con leche de animales que están infectados, que pueden ser animales cronificados que no presentan síntomas, y el siguiente animal que pasa por ese punto de ordeño recibe el impacto de pequeñas gotículas de la leche anterior, que está contaminada. Por presión aérea, se introduce dentro de los canales de la mama y llegan al tejido mamario glandular. Es un método de infección directo y severo. La mayoría de animales que son infectados por esta vía acaban teniendo una afectación unilateral con mayor frecuencia, aunque también se encuentra afectación bilateral, incluso con diferente evolución en cada una de las glándulas mamarias por haberse producido más de un episodio de infección en tiempos distintos. Se trata de un problema de higiene durante el ordeño. Es un problema muy grave, porque todas las ovejas adultas acaban pasando por la ordeñadora y, si hay animales diseminadores del germen que contaminan las pezoneras, aumenta mucho la probabilidad de que se produzca el contagio.

Conclusiones

  • La agalaxia contagiosa debe ser objeto de vigilancia específica y debe estar dotada de un plan específico para su control en todas las explotaciones lecheras.
  • La agresividad y la rapidísima velocidad de diseminación de la enfermedad no permiten esperar y reaccionar cuando se ven los primeros síntomas en los primeros animales afectados. En ese momento, ya es tarde. El periodo de incubación está entre los seis y los diez días, por lo que cuando aparecen los síntomas, ya está muy presente la enfermedad en el colectivo ganadero de forma inaparente por encontrarse en ellos en fase de incubación. En ese momento sólo pueden funcionar los tratamientos antibacterianos, que hoy en día no suponen una opción muy recomendable por la normativa en el uso racional de antibióticos.
  • Los planes actuales para el control y la erradicación de la agalaxia contagiosa están estructurados en diferentes pasos, dependiendo del estado inicial de la explotación, el ritmo a seguir y la situación final que se desea.
  • Sea cual sea la situación, es obligatorio que el plan exista, que sea puesto en práctica y que se hagan los controles pertinentes para garantizar su cumplimiento y progreso.

El plan de control debe contemplar como mínimo tres aspectos fundamentales:

  1. La detección de animales infectados (sintomáticos, asintomáticos y portadores), así como su eliminación selectiva. En general, todos los animales acaban siendo portadores crónicos. Son más los que curan bacteriológicamente hablando, por su propia capacidad inmune y biológica que los que curan por acción de los tratamientos, porque no existe ninguno que lo garantice. La detección precoz de los animales infectados y su eliminación, consigue bajar la presión de infección.
  2. Las medidas de bioseguridad. Las explotaciones de ovino lechero se han dotado en los últimos años de medidas de bioseguridad y se ha demostrado que estas son positivas para el control de esta enfermedad.
  3. La vacunación, en aquellos rebaños en los que la interrupción de esta práctica suponga un riesgo de agravar la situación es un medio más para su control. La utilización de la vacunación para bajar la tasa de animales que excretan de forma masiva permite no hacer saneamientos drásticos, que son menos viables desde el punto de vista económico. Los animales pueden alcanzar con la vacunación un grado de protección alto en la primera lactación. Cuando se va implantando esta práctica como una rutina y con una vacuna competente desde el punto de vista inmunológico, se consigue un control bastante adecuado. Aunque no se llega a la erradicación, se consigue una convivencia bastante razonable desde el punto de vista económico. Por lo tanto, la vacunación sistemática en rebaños con prevalencia alta de agalaxia contagiosa es un recurso de gran valor para compaginar los planes de control y erradicación. Además, mantiene controlados los brotes y planteados con vacuna monovalente, con antígeno de Mycoplasma agalactiae, proporciona buenos resultados en el ovino lechero.
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