La intensificación de la producción ovina hace necesario un manejo óptimo de las condiciones ambientales a través de un sistema de ventilación eficiente y profesional
Una correcta ventilación forzada asegura productividad y bienestar animal en las granjas de ovino
Paz García
Directora de Segmento de Mercado Alimentario de Ziehl-Abegg S.E.
13/05/2021La intensificación de la producción en el ganado ovino ha contribuido a la adaptación de los alojamientos a las necesidades de los animales, que cada vez tienen mayor capacidad productiva debido a la especialización genética que se ha producido. En este contexto, garantizar un buen ambiente con una óptima ventilación forzada es fundamental para asegurar la productividad y el bienestar animal de las explotaciones ovinas.
“El fin de este proyecto es potenciar la eficiencia de una explotación de ovino de raza Castellana, variando las directrices de producción de forma profunda, pero sin modificar su espíritu: seguirá siendo un negocio familiar que contribuya al fomento de la raza autóctona española…”. Así comenzaba mi trabajo de fin de carrera. Lo entregué, -madre mía qué pena-, cuando los años todavía comenzaban con un uno y lo he desempolvado para escribir este artículo.
Recuerdo cierta controversia en cuanto al enfoque: intensificar 2.000 ovejas de una raza autóctona (en peligro de extinción) en un confortable aprisco con corral abierto para producir lechazo de Castilla y León, en pleno boom Awassi-Assaf, no era guay; pero sobre todo ¿cómo iba a ser rentable? Los números reflejaron otra cosa, como felizmente reconocieron incluso mis profesores más escépticos.
Como decía, mi proyecto proponía un enfoque un tanto avanzado para el momento en cuanto a instalaciones, manejo y raza. Incluso condicioné el diseño de los alojamientos a un minucioso estudio y cálculo de la ventilación y el aislamiento térmico, como aspectos cruciales para el confort y la salubridad del rebaño y de repercusión considerable en la rentabilidad de la explotación.
Veamos qué ha pasado en las últimas dos décadas.
Para empezar, el sector se ha contraído. En España hay apenas 114.000 explotaciones de ovino; el 62% están en Andalucía, Galicia, Extremadura y Castilla y León. En total implican algo más de 16 millones de animales, un censo a la baja desde los 90 aunque estabilizado desde 2013 y concentrado en Extremadura, las Castillas y Andalucía (>71%). Supone el 25,4% del ovino de la UE-27. (Sitran, a junio de 2020).
Especialización productiva e intensificación
El segundo monomio de esta ecuación es la intensificación. La demanda de productos ganaderos ha evolucionado junto con el incremento de la capacidad adquisitiva y la urbanización; la respuesta productiva viene necesariamente de la mano de la ciencia, la tecnología y un mayor tamaño de las explotaciones, pero debe llevar asociado el correspondiente nivel de mano de obra y manejo o los animales y su alto potencial productivo se ven afectados.
Desafortunadamente, de acuerdo con el estudio realizado por Raffaele Zanoli (UNIVPM) y Stefano Orsini (ORC) parece que los ganaderos de ovino europeos aún dan poca prioridad a la reinversión y a las innovaciones. La creencia individual es que ya están por encima de la media del sector y son optimistas en cuanto a su rendimiento en el futuro; entretanto, no conceden suficiente importancia a los elementos verdaderamente responsables de ese rendimiento.
Calidad y seguridad alimentaria
Donde hace 20 años, por ejemplo, la leche cruda de ovino en España presentaba deficiencias microbiológicas, de temperatura y de acidez a la entrega (Caja, 1991; Montoro & Angulo, 1991,) hoy en día está incluida en los registros Letra Q conforme al RD 752/211, que establece como obligatorias las muestras de grasa, proteína, extracto seco magro, células somáticas, colonias de gérmenes, residuos de antibióticos y punto crioscópico, asegurando que todos los ganaderos cumplan el estándar de calidad y aumentando la confianza del consumidor.
Bienestar animal
La OIE evalúa el estado físico y mental de un animal en relación con las condiciones en que vive y muere; su libertad de movimientos y su confort, su buen estado de salud y la idoneidad de sus patrones naturales de conducta. En definitiva, se trata de evitar cualquier situación de estrés o sufrimiento en los animales en base a criterios científico-técnicos.
Los dos aspectos directamente vinculados a estos criterios de bienestar son el control ambiental y la profilaxis.
El ovino es una especie muy rústica y resistente; un mantra repetido hasta la saciedad. Efectivamente, algunas razas de ovejas están adaptadas a condiciones climáticas extremas; esa adaptabilidad tiene que ver con la diversidad de razas seleccionadas para las diferentes zonas y condiciones. Sin embargo, no todas las razas tienen la misma capacidad de adaptación; de hecho, las razas seleccionadas de alta productividad tienen especial dificultad para hacerlo y sufren estrés. Al fin y al cabo, las necesidades ambientales y de ventilación óptimas no son muy diferentes a los del vacuno y en realidad las ovejas toleran peor las altas temperaturas.
Los animales sometidos a altas temperaturas sufren cambios fisiológicos, es el estrés térmico que puede afectar muy severamente su sistema inmunológico (reduciendo los índices reproductivos e incrementando el riesgo de enfermedades, sobre todo a nivel de ubre; también la mortalidad) y en cualquier caso tiene un impacto en los niveles productivos: incrementa el consumo de agua, la transpiración y por lo tanto la humedad relativa, disminuye el consumo de alimentos, el peso de los corderos neonatos y la cantidad y calidad de la leche.
Cuanto más productiva sea la raza, más sensible será a la desviación de estos factores medioambientales. Por otro lado, es importante que el entorno de producción permita expresar todo el potencial genético de los animales. Las nuevas tecnologías ofrecen la oportunidad de implementar el bienestar del ovino, especialmente en sistemas intensivos, al mismo tiempo que elevan su productividad.
Todo lo anterior está íntimamente ligado al estado sanitario del rebaño. Observar unas condiciones adecuadas en los alojamientos implica mantener el correspondiente aislamiento y controlar vectores transmisores de enfermedades: roedores, aves, otros animales domésticos o salvajes, insectos y parásitos externos, así como personal ajeno. Es tan esencial como la higiene, la limpieza, la desinfección, el control de charcas y aguas estancadas y el mantenimiento de las camas secas, sin exceso de excrementos.
Hay muchas enfermedades que pueden afectar al ovino. La OIE elabora una lista específica de enfermedades de declaración obligada. Pero si preguntáramos a los ganaderos qué problemas sanitarios consideran más importantes y omnipresentes en sus explotaciones probablemente nos hablarían de los síndromes respiratorios, una de las principales causas de mortalidad y pérdidas económicas en este sector, y de las mastitis, clínica y subclínica, cuya importancia sube conforme se eleva la prolificidad de los rebaños.
Respecto a los problemas respiratorios, el factor más influyente conforme a Javier Marcos Sainero, director técnico de Vetia Animal Health, está relacionado con la intensificación y la insuficiente ventilación de los alojamientos.
En cuanto a la mastitis, el objetivo es reducir su incidencia y controlarla dentro de límites razonables que no impliquen daños. Su proliferación exige no sólo la presencia de patógenos sino también la predisposición del animal por una función inmunitaria deprimida, muy asociada a la alimentación y a la salud ruminal, y las malas condiciones en los alojamientos. Especialmente las camas húmedas por exceso de animales, escasa renovación o insuficiente secado por ventilación, constituyen un caldo de cultivo estupendo para la multiplicación de los episodios de mastitis, porque las ovejas al contrario que las cabras, sí se tumban sobre superficies húmedas o sucias.
Ventilación en ovino
La intensificación en esta producción es un proceso en marcha que se incrementará en el futuro, en línea con el aumento de la población y la menor disponibilidad de terreno y recursos.
Estos sistemas exigen unas buenas condiciones de habitabilidad, alojamientos adaptados a sus necesidades fisiológicas que mejoran su bienestar y optimizan su productividad: amplitud, limpieza, nutrición, luminosidad y ventilación.
Un efecto adverso de la intensificación es la elevada densidad de animales que unida a un mal manejo de las camas tiene un efecto directo en la calidad del aire del aprisco.
Para conseguir una renovación adecuada del aire, que la temperatura de los alojamientos sea la idónea y mantener la humedad relativa y los factores de polución (polvo, gases, agentes infecciosos, etc.) bajo control, es necesario disponer de sistemas de ventilación.
Tradicionalmente se primaban los sistemas naturales en aras de una reducción de la inversión y el costo de explotación, pero en realidad se desistía de incrementar productividades y rendimientos, se renunciaba a la capacidad de reacción antes situaciones puntuales adversas y se incrementaban los riesgos de estrés y episodios sanitarios.
Efectivamente, un sistema profesional de ventilación forzada adecuado a la explotación y a las fases correspondientes de producción es la forma más económica y eficiente de prevenir problemas ambientales, sanitarios y de manejo.
Resulta imprescindible no sólo en nuestros veranos cálidos sino también en invierno para disminuir la humedad, evitar condensaciones y controlar la concentración de gases nocivos. Además, contribuye al control de vectores de enfermedades y multiplicación de plagas.
Por otro lado, esta ventilación puede ser controlable, automatizable, inteligente. Permite incrementar la intensificación del sistema, aumentar el número de cubriciones por año y desestacionalizar la producción; esto trae consigo la diversificación del riesgo y el desarrollo de la productividad.
Hay una última faceta de la ventilación profesional de alojamientos que no suele considerarse pero que resulta particularmente conveniente, en especial en explotaciones ovinas donde abundan los elementos constructivos y ganaderos metálicos. La ventilación redunda en una menor corrosión y una mayor durabilidad de los materiales, derivada del control de humedades y condensaciones.
De esta manera los sistemas productivos incrementan su rentabilidad y su sostenibilidad ambiental.
No obstante, los sistemas de ventilación deben implicar materiales inertes que eviten la proliferación de microorganismos patógenos y ser silenciosos para no generar estrés.
En definitiva, los sistemas de producción intensivos de ovino se orientan en línea con el vacuno: intensificación, mejora genética, racionamiento nutricional ajustado, ventilación forzada y gestión técnico-económica de las explotaciones.
Conclusión
El ovino fue siempre una especie ganadera condenada a la marginalidad debido a su alta capacidad de adaptación al entorno y a los recursos; esto ha hecho que no se le haya prestado demasiada atención en términos de investigación, tecnificación y bienestar animal.
A lo largo de las últimas dos décadas la situación viene cambiando y los cambios ético-sociales, la demanda de calidad y seguridad alimentaria y las evoluciones normativas están modificando aquella realidad.
La intensificación de la producción ha contribuido a la adaptación de los alojamientos a las necesidades del animal; se han definido mínimos de superficie y de renovación de aire para eliminar situaciones de estrés, mantener bajo control el recuento de células somáticas y en definitiva prevenir dentro de lo posible los episodios sanitarios.
Esta intensificación implica estabular al rebaño en un recinto y se hace necesaria la renovación activa del aire para eliminar los gases tóxicos, el polvo y hacer un óptimo manejo de las condiciones ambientales (temperatura, humedad relativa, olores, etc). Para gestionarla correctamente es esencial un buen sistema de ventilación, integrado, eficiente, silencioso y fabricado en materiales duraderos e inertes.
El futuro del sector ovino pasa por la adopción de las mejores prácticas de manejo conforme al bienestar animal, nuevas tecnologías e innovaciones que serán fundamentales en la profesionalización de las producciones. Todo ello contribuirá a la máxima expresión de todo el potencial de esta especie tan resiliente y sostenible.
¿Y quién sabe?
Quizás nuestra preciosa raza Castellana nos demuestre un día que en realidad sí era guay.