Gestión energética en la industria: cambio de ciclo
La industria está haciendo frente en los últimos tiempos a la escalada de precios de los combustibles y las energías, así como de los derechos de emisión de CO2. Las empresas del sector farmacéutico y cosmético, con un consumo intensivo en energía eléctrica, que supone en la actualidad un 2,6% de la producción, están llevando a cabo un esfuerzo por optimizar su gestión energética con el objetivo de reducir el impacto de las facturas de los combustibles y la energía sobre la competitividad, por su repercusión en los márgenes, buscando la optimización de los costes que no constituyen su núcleo de negocio. Ello pasa por reducir el consumo de los combustibles y energías utilizadas en los procesos productivos, así como la generación de CO2. Las acciones que el sector está acometiendo se centran en el desarrollo y ejecución de planes de gestión energética, la automatización y mejora de procesos en los sistemas de producción, la implantación de Sistemas de Gestión Energética (norma ISO 50001), o la integración de energías renovables en la modalidad de autoconsumo, básicamente a través de instalaciones fotovoltaicas en la cubierta de los edificios. Recientemente la compañía Almirall anunciaba la instalación de paneles solares en su planta de Sant Andreu con los que prevé reducir la dependencia de la red en más de 1.200 megavatios hora al año.
El pasado octubre se convalidó el Real Decreto-Ley que introduce medidas favorecedoras para el sector fotovoltaico. En el documento se reconoce el derecho a consumir energía eléctrica sin cargos y al autoconsumo compartido por parte de uno o varios consumidores, e introduce el principio de simplificación administrativa y técnica, especialmente para las instalaciones de pequeña potencia, siendo posibles dos modalidades de autoconsumo: con o sin excedentes.
Por otra parte, en la andadura hacia la descarbonización, hace unas semanas el Gobierno aprobó un paquete normativo que prevé aumentar la generación eléctrica mediante renovables pasando del 40% actual al 74% en 2030 y al 100% en 2050, meta que permitirá cumplir los compromisos asignados por la UE y rubricados en el Acuerdo de París.
En cualquier caso, nos hallamos inmersos en un proceso de cambio de modelo energético, con la aparición de nuevas tecnologías, nuevos actores y nuevos modelos de negocio. El ciclo energético que se avecina tiende a la descentralización, pasa del fósil a las fuentes renovables y funcionará en digital y conectado. Un entorno que empuja a las empresas a adaptar sus instalaciones a un modelo energético más eficiente.
Guerra al plástico
La Estrategia Europea de Plásticos, aprobada en enero de 2018, tiene por objetivo conseguir la transición hacia una economía más circular en su producción y consumo; se propone llegar al 100% de envases de plástico reciclables de manera rentable en 2030 y que 10 millones de toneladas de plástico reciclado puedan convertirse en nuevos productos en el mercado de la UE para el año 2025.
Para conseguirlo, el desarrollo de nuevos materiales de envasado se convierte en asunto acuciante. Empresas y centros tecnológicos están volcados en esta cuestión, que se ha revelado indispensable para preservar la salud del planeta y también de las personas. En este sentido, el centro tecnológico de referencia en investigación sobre nuevos materiales para envases, Itene, cuenta con una línea de trabajo para aplicaciones del plástico, dentro del proyecto Sinsost, centrada en polímeros biodegradables, que constituyen una alternativa al uso de polímeros basados en el petróleo; entre ellos, los polihidroxialcanoatos (PHAs) para aplicaciones de envase rígido y el polibutilensuccinato (PBS) para envase flexible, ambos con limitaciones tanto económicas como de prestaciones para su uso a gran escala. Para solventar este hándicap se desarrollará un proceso sintético para la obtención de refuerzos nanoestructurados biodegradables compatibles con matrices biodegradables, en concreto con las matrices de PHAs y PBS, para obtener materiales compuestos para la industria del envase y embalaje alimentario y cosmético.
Este es solo un ejemplo, la investigación no cesa, porque la estrategia europea para el plástico en una economía circular es, sin duda, un camino por el que estamos obligados a transitar.
Ecodiseñar, innovación rentable
La incorporación de criterios ambientales en el la fase de diseño de envases, con la observación de su ciclo de vida, es uno de los ámbitos en los que la industria farmacéutica está realizando mayores esfuerzos, y ello comprende las materias primas y el procesado de los materiales, el diseño del envase y envasado del medicamento, su transporte y distribución, así como su uso y conservación, y la gestión final del residuo generado.
Los envases de medicamentos han venido reduciendo su impacto sobre nuestro entorno, siendo cada vez más ligeros, menos contaminantes y más fácilmente reciclables. Las iniciativas del sector farmacéutico en pro de la reducción de la huella ecológica de los envases de sus productos se centran, mayoritariamente, en utilizar tintas más ecológicas, aligerar el peso de los frascos, potenciar la composición monomaterial, eliminar elementos superfluos, minimizar los espacios vacíos o reducir la cantidad de material empleado por unidad de producto.
Reducir la huella de carbono también puede potenciar la imagen de marca y constituye una oportunidad para innovar. Ya sea por pérdida de competitividad o por rechazo del consumidor, el caso es que contaminar es una vía muerta, y quien circule en ese tren será actor descatalogado, sin papel, ni siquiera como secundario, en el nuevo escenario.