Probióticos y prebióticos, mercado de largo recorrido
La progresiva higienización de las sociedades en los países desarrollados no ha cesado desde que, en la década de 1840, el doctor Semmelweis intuyó, trabajando en el Hospital General de Viena, que el origen de muchas infecciones se encontraba en las manos de los propios médicos, y decidió comprobarlo incluyendo en los protocolos de su equipo lavarse las manos antes de las rondas de visita entre las pacientes que acababan de dar a luz (que contraían más fiebres puerperales que las mujeres que alumbraban en casa), logrando con ese hábito que hoy tenemos tan incorporado a nuestra vida diaria, reducir sensiblemente la mortalidad intramuros.
Aunque la implantación de métodos de asepsia y antisepsia en cirugía tuvo que esperar a que Louis Pasteur confirmara la teoría de los gérmenes como causantes de las infecciones. Asimismo, la introducción de los antibióticos ha contribuido en las últimas décadas a salvar muchas vidas, reduciendo drásticamente la mortalidad en todo el planeta. Sin embargo, con la supresión de bacterias indeseables, como la lepra o la tuberculosis, también se han eliminado otras que necesitamos, causando la pérdida de diversidad bacteriana. Así nos lo explica el doctor Guarner, presidente de la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos y jefe del Laboratorio Experimental de Aparato Digestivo del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona: “Desde que han desaparecido las enfermedades infecciosas han crecido las alergias; en África, donde la eliminación bacteriana ha sido menos radical, siguen sufriendo enfermedades aquí extinguidas, pero se libran de otras que entre nosotros proliferan como el asma, alergias, síndrome de Crohn, esclerosis múltiple, diabetes tipo 1 o intolerancias alimentarias como la celiaca”.
La falta de biodiversidad resta efectividad al sistema inmunológico y por eso los celíacos, por ejemplo, identifican erróneamente el gluten como invasor. En el vínculo entre la microbiota intestinal y el resto del organismo se pueden encontrar respuestas para enfermedades degenerativas, cambios de humor, enfermedades crónicas e incluso perinatales. Hoy, la investigación en probióticos busca cómo modificar las comunidades microbianas para proporcionar un equilibrio fisiológico a nuestro organismo, mejorar patologías concretas y optimizar la respuesta a determinados fármacos.
En simbiosis desde el nacimiento
Tenemos más bacterias que células; estos microorganismos contribuyen con sus genes (genoma bacteriano) a múltiples funciones metabólicas con impacto en nuestra salud. Además de la microbiota intestinal también existe la oral, la del tracto genitourinario, e incluso la leche materna y la piel son consideradas como tales. La colonización se produce durante del parto (cuando es vaginal) y con el primer aliento, y de ella dependerá buena parte de la salud futura del nuevo ser. Entre las funciones de nuestra microbiota intestinal figura la metabólica, como la absorción de determinados nutrientes, síntesis de vitaminas esenciales (como la K y algunas del complejo B) y aumento de absorción de minerales, entre otras, a través de la fermentación de todos los productos de nuestra dieta que no son digeribles (carbohidratos complejos) y que sirven de alimento a las bacterias. Por otro lado, esa bola de 700 gramos de bacterias da instrucciones al sistema inmunitario para que reconozca antígenos y decida si son peligrosos y deben ser eliminados o, por el contrario, deben ser tolerados. La microbiota también tiene efectos tróficos, esto es, sobre el desarrollo y el crecimiento del resto del cuerpo. El goteo de descubrimientos en relación a la importancia del microbioma ha despertado el interés por el desarrollo de productos con probióticos, prebióticos y simbióticos (la combinación de ambos), que tienen por objetivo repoblar o alimentar, respectivamente, aquellas bacterias que nos benefician. Los probióticos pueden formar parte de la composición de distintos tipos de productos, como alimentos funcionales, medicamentos y complementos de la dieta. La ingesta de probióticos también logra, mediante la reducción del pH del medio y la producción de compuestos antibacterianos, reducir la adherencia, la replicación y la acción de la flora potencialmente patógena para el hospedador.
El término probiótico se introduce en 1965, bajo la definición de “microorganismos vivos que cuando se ingieren le confieren a la persona beneficios para su salud”. En la actualidad su definición completa es mucho más específica: “Microorganismos vivos (deben llegar vivos al intestino, donde ejercen su acción) que, cuando son administrados en la cantidad adecuada (dosificación determinada para la que han demostrado evidencia científica), confieren un efecto beneficioso (únicamente atribuido a una cepa determinada) a la salud del sujeto que los recibe”. Los prebióticos no son microorganismos sino ingredientes de la comida que alimentan selectivamente a algunas bacterias beneficiosas de nuestros intestinos.
El doctor Francisco Guarner, afirma que “los probióticos y los prebióticos tienen efectos beneficiosos más allá de su valor puramente nutricional; sobre todo aportan otros efectos, que podríamos definir como farmacológicos. Mejoran nuestro sistema inmunitario y ayudan a prevenir infecciones gastrointestinales o respiratorias comunes, mejoran el bienestar abdominal, previenen de diarreas por antibióticos, etc.”
Pero la microbiota, además de mejorar nuestra nutrición e inmunidad, genera productos hormonales que influyen en nuestro cerebro y nuestra conducta. Modificar nuestra bioquímica cerebral con la administración de bacterias es la hipótesis sobre la que ya se trabaja en el ámbito de los psicobióticos. Tal como explica la doctora Margarida Mas en su libro Las Maravillas de la flora, “algunas bacterias intestinales tienen la capacidad de conectarse y comunicarse con nuestro cerebro y de propiciar cambios neuroquímicos y de conducta”. Se ha comprobado en ratones: a los que al nacer se les eliminan sus bacterias intestinales sufren trastornos de comportamiento social y son hiperactivos. Estudios recientes han demostrado efectos positivos de determinadas bacterias intestinales en personas con patologías psiquátricas como la depresión, la ansiedad y el síndrome del espectro autista. Parece que las bacterias intestinales modulan nuestras ideas y acciones, no en vano el aparato digestivo ha sido definido como nuestro segundo cerebro.
¿Qué pasa en el colon?
El colon tiene la función de alojar, de dar hábitat, -calor, alimento...- a una masa de microorganismos que colaboran con nosotros de diversas maneras. Todo ocurre ahí, en el tramo final del intestino. Dos horas tarda el organismo en realizar la digestión de los alimentos, que recorren en ese tiempo los 10 metros que mide nuestro intestino; sin embargo en el metro y medio final, el colon, las fibras vegetales permanecen hasta tres días. Existe una razón evolutiva para ello: la dieta de nuestros antepasados era escasa y poco variada pero, tal como explica el doctor Guarner, “logramos sobrevivir gracias a esos tres días en los que miles de bacterias —con 600.000 genes diversos— fermentaban las fibras vegetales cooperando con nuestro organismo —que sólo tiene 30.000— para darle todo tipo de nutrientes e inductores de nuestro sistema inmunitario”.
Últimas investigaciones
Uno de los proyectos de investigación más importantes sobre el metagenoma es el MetaHIT (Metagenómica del Tracto Intestinal Humano), en el que participan ocho países europeos y cuyo objetivo es descifrar el material genético de las más de 150.000 especies de microbios que colonizan el cuerpo humano, elaborando “un catálogo de las bacterias simbióticas que viven y participan en nuestro cuerpo, sus características y sus funciones", explica el doctor Guarner, responsable español del proyecto. La secuenciación del metagenoma, la estructura microbiana que habita en el cuerpo de todos nosotros, servirá en la práctica clínica, para establecer marcadores de determinadas patologías.
Recientemente, científicos de la Universidad de Granada han demostrado que administrar tres cepas probióticas (Lactobacillus paracasei CNCM I-4034, Bifidobacterium breve CNCM I-4035 y Lactobacillus rhamnosus CNCM I-4036) por vía oral ayuda a disminuir la inflamación intestinal, siendo éstas recomendables para el tratamiento de la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn. El estudio recoge también el hallazgo de otros efectos beneficiosos como el aumento de contenido de IgA secretora, un anticuerpo que evita que patógenos como virus y bacterias penetren en la sangre. Las tres cepas de probióticos administradas a las ratas del estudio se aislaron a partir de las heces de recién nacidos alimentados exclusivamente con leche materna.
Otras líneas de investigación se focalizan en cómo los microbios del organismo influyen en la efectividad de los fármacos. El porqué lo exponía así Roger Paredes, investigador del Institut de Recerca de la Sida IrsiCaixa, durante la pasada edición del encuentro científico internacional, B-Debate, iniciativa de Biocat y la Obra Social ‘la Caixa’, dedicado al microbioma humano: “Los microbios contienen en sus membranas bombas de extrusión de sustancias, esto es, mecanismos para expulsar de su medio sustancias tóxicas que podrían dañarlos”.
“Nuestro microbioma regula la eficacia de los fármacos”, afirma Nichole Klatt, investigadora de la Universidad de Washington, que ha publicado recientemente en la revista Science un análisis de eficacia de un nuevo microbicida basado en el fármaco tenofovir para prevenir la infección por el virus del VIH. Los resultados muestran cómo el tipo de bacteria vaginal influye en la respuesta del fármaco y que entre las mujeres con un tipo de bacteria vaginal (Lactobacillus) el microbicida ha mostrado una eficacia del 61%, mientras que en las que tienen otro tipo de bacterias vaginales la medicación solo ha funcionado en un 18% de los casos. Esas bacterias vaginales absorben el tenofovir, dejando expuesta a la mujer a la infección.
En el mercado
“No todo lo que está a la venta es útil”, advierte el doctor Francisco Guarner. Y es que uno de los mayores obstáculos a la comercialización de productos probióticos es el imperativo de que las bacterias deban llegar vivas al intestino. Por otro lado, tal como detallan desde la Asociación Española de Probióticos y Prebióticos, “los efectos saludables demostrados para una cepa microbiana específica no son extrapolables o atribuibles a otras cepas de la misma especie”. A esto se añade que los efectos fisiológicos de los probióticos pueden variar de manera cuantitativa y cualitativa de acuerdo con las condiciones inmunitarias del huésped. Aunque las bacterias de los probióticos son inocuas, en personas con el sistema inmune deprimido puede, raras veces, causar infecciones.
Una cepa probiótica se cataloga en base a su género, especie y a una designación alfanumérica. Por ejemplo, en el caso de Lactobacillus casei DN-114, el término Lactobacillus se corresponde con el género, la denominación casei indica la especie y el epígrafe DN-114 se refiere a esa cepa concreta dentro de la especie. Sin embargo, los nombres con que se designan los organismos probióticos en los productos comerciales no están sujetos a regulación. Dado que los probióticos se consideran suplementos nutricionales, la ley no permite a los fabricantes indicar para qué trastornos están indicados. Las limitaciones científicas, unidas a las restricciones regulatorias arrojan sombras sobre la realidad de los efectos saludables del producto comercializado. En la práctica, los probióticos acreditados como tales proceden de los fermentos utilizados en la fermentación de alimentos, y son fundamentalmente lactobacilos y bifidobacterias, ya que no incluyen cepas patógenas dentro de la especie a la que pertenecen.
Pero ¿qué debe expresar la etiqueta de un probiótico?: el género y la especie con nomenclatura específica; designación de la cepa específica; recuento de microrganismos viables de cada cepa; condiciones de almacenamiento recomendadas y seguridad de las mismas; dosis recomendada para la inducción del efecto fisiológico y la descripción del mismo, e información de contacto para la vigilancia post-comercialización.
La Sociedad Española de Probióticosy Prebióticos (SEPyP) ha lanzado, en colaboración con la industria farmacéutica, el manual Probióticos, prebióticos y salud: evidencia científica, con el objetivo de clarificar y recopilar los últimos avances en el conocimiento clínico sobre este campo, y servir de guía a los profesionales de un sector que reclama mayor regulación para realizar la mejor prescripción.
Entretanto, los expertos recomiendan mantenerse expuesto a la biodiversidad microbiana de la naturaleza, sobre todo en los primeros años, en los que el sistema inmunológico se entrena para reconocer a los agentes infecciosos. Seguramente, dejar gatear al bebé a sus anchas y permitir a los párvulos corretear descalzos por el parque no sea mala idea, sin duda el principio de una buena... microbiota.