Repasar la estrategia de la transición energética
España afronta a partir de este verano una de las cuestiones más importantes del calendario político, como es la presidencia de la UE desde el 1 de julio hasta el 31 de diciembre del presente año. Sabemos que la presidencia la empezará el gobierno actual y serán las urnas las que dictaminen si también la acaba o no.
La presidencia de la UE supone, para el país que por seis meses la regenta, la posibilidad de priorizar los temas que considere más importantes y tratar de conseguir consensos sobre ellos, sin olvidar por supuesto la cantidad de asuntos sin resolver que desgraciadamente gravitan perennemente sobre las instituciones europeas.
Llevamos ya mucho tiempo inmersos en una transición energética de resultados dudosos, no lo afirmo yo, así queda demostrado en los resultados de emisiones que anualmente aumentan pese a las restricciones que Europa impone. Quizá sea porque Europa sólo supone un 9% del total de las emisiones que el planeta soporta, y en lo que a nuestro sector se refiere porque, aproximadamente, el 23% lo emite el transporte, no sólo el de carretera sino todo el transporte. Por lo tanto, las emisiones que Europa aporta por este motivo suponen el 2% del total de emisiones que se producen en el mundo.
No quiere esto decir que no haya que hacer nada, parece muy loable que sea Europa la que marque tendencia en este sentido y que haya una concienciación absolutamente necesaria para resolver el gran problema que supone el calentamiento global del planeta. Lo que creo, es que sería conveniente dar un serio repaso a la estrategia que se está siguiendo para obtener los resultados deseados, porque a día de hoy no está funcionando, al menos en el transporte.
Es evidente que hay sectores imposibles de electrificar en este momento, como el aéreo o el marítimo, que tienen puestas sus esperanzas en los biocombustibles de segunda o tercera generación y en un futuro en los combustibles derivados del hidrógeno y la captura de CO2 y por ello podemos ver noticias de los primeros aviones que ya utilizan estos combustibles no fósiles en sus rutas o barcos que se suministran de igual manera.
La pregunta es porqué al transporte por carretera no se le proporciona la misma oportunidad.
Toda la narrativa de la transición energética ha estado basada en un principio esencial: la neutralidad tecnológica.
Pues bien, esto es lo que actualmente brilla por su ausencia, se están primando unas tecnologías sobre otras sin tener en cuenta sus posibilidades de desarrollo o su madurez y a veces se apuesta, con ingentes cantidades de euros, por ilusiones más que por realidades que una vez tras otra se dan contra un muro. Es muy difícil imponer los cambios que a la sociedad le resulta imposible asimilar.
Tenemos una realidad en los ecocombustibles de segunda generación, que son perfectamente viables y asumibles en la economía que vivimos y que además, según todos los estudios publicados, al menos los que no son claramente dirigidos, podrían disminuir la emisiones de CO2 de manera contundente, cumplir la premisa de emisiones netas cero para el 2050 y en un plazo casi inminente, sin tener que esperar a crear una nueva red de suministro de energía a través de cientos de miles de puntos de recarga eléctrica, sin tener que obligar a unos ciudadanos, ya inmersos en otras crisis, a cambiar sus vehículos por otros que además aún no cubren sus expectativas o sus necesidades y sobre todo, liberándonos de la dependencia energética de la que hoy somos prisioneros.
Es importante también señalar la oportunidad que España tiene de ser un actor protagonista en todo esto. Somos un país con grandes recursos en energías renovables, con unos residuos agrícolas, forestales y ganaderos que hoy se desperdician, con una España rural a la que no se le dan oportunidades de desarrollo y con una industria capaz de asumir un papel protagonista, porque ha estado invirtiendo y actualizándose para convertirse en una de las más punteras del mundo, capaz no sólo de generar recursos que cubran nuestra demanda interna, sino pudiendo convertirse en uno de los principales productores a nivel europeo de biocombustibles y e-fuels.
Es posible que no sea políticamente correcto hablar de estas cosas o que uno se sienta observado como una antigua atracción de feria cuando lo plantea, pero de lo que se trata es de llegar a la mejor solución posible y esa pasa, sin ningún lugar a dudas, por aprovechar lo que hoy tenemos y sabemos manejar.
Decía Adriano, emperador romano, que la peor Ley es la que no se puede cumplir. No desperdiciemos tantos siglos de sabiduría.