El sector de las gasolineras ante la crisis de la COVID-19
Víctor García Nebreda, secretario general de Aevecar
15/04/2020Lo más importante, sin duda alguna, es la salud. Todo lo demás pasa a un segundo plano. Pero no cabe duda de que volveremos a las calles, a nuestros trabajos y a nuestras empresas. Y la gran pregunta no es sólo cuándo, sino cómo.
Las medidas que ha tomado el Gobierno pueden ser más o menos discutidas, pero parece que, al menos en lo que se refiere a la declaración del Estado de Alarma y el consiguiente confinamiento de la población y, por lo tanto, la casi paralización de la actividad económica, no hay muchas dudas de que era la decisión a tomar.
Nuestro sector ha sido declarado de primera necesidad, como es lógico. Todavía recuerdo cuando las gasolineras eran consideradas una actividad de interés público, por lo que hemos permanecido abiertos todo el tiempo y el 100% de las instalaciones. Y, como en otros sectores, dotando a nuestros trabajadores de los elementos de protección que buenamente hemos podido ir consiguiendo en cualquier sitio y de cualquier manera. Solamente han podido cerrar las que desgraciadamente han sufrido en sus empleados el efecto de la pandemia. Incluso en la mayoría de estos casos se han desinfectado las instalaciones con los mejores medios de los que se ha dispuesto, generalmente mucha lejía y mucho coraje. Y han vuelto a abrir como se ha podido para seguir prestando el servicio que se nos requería.
Desde los primeros momentos de la declaración del Estado de Alarma sugerimos al Ministerio de Transición Energética, de quién ahora dependemos para estos casos, que debido a la tremenda bajada de la demanda de carburantes (65% en carreteras, 80% en ciudades y 90% en zonas rurales), parecía conveniente fijar unos servicios mínimos que garantizasen el abastecimiento de carburantes pero, al mismo tiempo, permitieran aliviar la situación de muchas empresas que no podrían aguantar la carga económica de permanecer abiertas sin ingresos por la práctica desaparición de las ventas. Además, la consigna sigue siendo quedarse en casa, por lo que tampoco entendíamos por qué tenían que salir todos los días de sus casas los más de 50.000 empleados directos de nuestras instalaciones para, en la mayoría de los casos, esperar a que su turno de trabajo pasase entre el aburrimiento y la angustia de volver sin mayor percance.
Entendemos que hubiera cierto recelo por evitar que nunca, en ninguna población, hubiera alguien que quisiera llenar su depósito y no tuviera una instalación abierta al lado. Pero el problema de mantener esa política es que, probablemente, cuando se encontraran cerradas sería para no volver a abrir nunca más.
En nuestro sector hay, básicamente, dos tipos de empresas: las grandes empresas por todos conocidas y las pequeñas pymes y micropymes, generalmente de explotación familiar. Es fácil adivinar que son dos mundos totalmente diferentes, con mecanismos de resistencia, ante una situación como ésta, absolutamente dispares.
Los servicios mínimos que pedíamos no excluían la posibilidad de que permanecieran abiertas todas las instalaciones que así lo desearan, por lo que sin duda cubrirían sobradamente la necesidad de suministro. Los interlocutores de la administración han sido generosos en su esfuerzo de buscar soluciones, nos consta y lo agradecemos. Finalmente, el sábado 11 de abril se publicaron, mediante una Orden, los listados de estaciones sujetas a servicios mínimos, así como las condiciones de los mismos.
Indudablemente serán un alivio, pero suponen que seguirán abiertas de manera obligatoria más del 55% de las instalaciones, además de las que por voluntad propia decidan no cerrar. También regula que, de momento, se vuelva a los horarios que las instalaciones tenían antes del 14 de marzo. Esto va a resultar complicado, ya que, ante la total falta de ventas, algunas empresas optaron por realizar ERTEs y así reducir en lo posible la carga salarial y ahora deberían volver a recuperar a sus trabajadores sin que les hayan aumentado las ventas.
España tiene en la actualidad una red de estaciones de servicio absolutamente sobredimensionada. Hay casi 12.000 instalaciones, prácticamente las mismas que en Inglaterra y entre un 10 y un 15% menos que en Alemania. No hace falta decir que esos dos países nos superan ampliamente en habitantes y parque automovilístico. Los motivos son varios, el principal, sin duda, las modificaciones introducidas en la Ley de Hidrocarburos en 2013 que permitieron que se abriera una gasolinera en cualquier sitio, frente a la primacía que los Planes de Urbanismo de los distintos ayuntamientos tenían hasta entonces.
Nuestro principal objetivo, como suponemos que el de todo el mundo, es que, una vez superada esta tremenda situación, podamos volver a la normalidad y que todas las personas que deseen trabajar puedan tener un trabajo, pero para eso es imprescindible que las empresas resistan y no desaparezcan en el camino.
Cada uno estudiará su caso y tratará de solventar la situación de la manera menos mala, porque desgraciadamente buena será difícil encontrarla. El Estado y sobre todo la Unión Europea tendrán que poner los medios necesarios para que esta recuperación sea posible y cuanto antes mejor.
Mientras tanto, seguiremos dialogando con la Administración para tratar de hacer algo más reales estos servicios mínimos, con la seguridad de que seremos escuchados y de que, entre todos, trataremos de encontrar la mejor solución para que al final de este túnel siga habiendo empresas y nuestros trabajadores puedan seguir manteniendo sus puestos de trabajo después del encomiable, y creemos que reconocido esfuerzo, que están llevando a cabo en estos días.