Tokelau: el primer país con un 100% de energía solar fotovoltaica
4.032 módulos fotovoltaicos combinados con 298 inversores y 1.344 bancos de baterías se ocupan desde 2012 de ofrecer en Tokelau un suministro de corriente fiable durante todo el día. La instalación completa, con una potencia de un megavatio, es el sistema aislado más grande del mundo.
Protección climática cubierta en un 100%
Tokelau está especialmente expuesto al peligro de una subida de las aguas del mar. Por eso, para el gobierno es especialmente importante dar buen ejemplo. Además, Tokelau es un lugar ideal para la energía fotovoltaica: situado apenas poco más al sur del Ecuador, la irradiación solar es prácticamente constante todo el año. Los tres atolones de Fakaofo, Nukunonu y Atafu operan ahora con un sistema híbrido propio: con una potencia total de 1 megavatio, las instalaciones generan más energía de la que necesitan los 1.411 habitantes de Tokelau. De esta forma, la necesidad de protección climática del país se cumple al 100%.
La energía fotovoltaica sustituye a los generadores diésel
Ya han pasado los tiempos en los que el suministro de corriente se racionaba tanto que la energía eléctrica solo podía estar disponible entre 15 y 18 horas al día. Los generadores diésel consumen cada día cerca de 200 litros de combustibles fósiles, que deben transportarse por barco de forma cara y costosa: como los atolones están rodeados por barreras de coral, no hay puertos. El acceso a la isla es difícil y caro, porque la mercancía debe descargarse en el mar en pequeños botes y transportarse así a la tierra. Esto conlleva un peligro para la flora y la fauna.
Con la instalación fotovoltaica, los habitantes de Tokelau tienen disponible ahora cada día 24 horas de corriente. De esta forma el país puede seguir terminando con la dependencia de los combustibles fósiles y ser más independiente de otros países. Ahora, Tokelau apenas precisa una cantidad muy reducida de diésel, para poder operar los generadores en los momentos en que falta la irradiación solar. Gracias a la silenciosa generación de energía fotovoltaica, el nivel de ruido se reduce de forma esencial, y los habitantes se ahorran el tiempo que deben emplear para la descarga de los contenedores del combustible en el mar.
Valor local añadido
Especialmente en regiones tan remotas como Tokelau es muy importante que los habitantes del lugar conozcan bien el sistema. Por eso para la puesta en servicio, SMA ha dado formación a técnicos locales. También para la propia instalación se implicó a trabajadores de la región. Esto, además de tener efectos positivos sobre la economía del país, contribuyó también a romper con los prejuicios contra la energía solar fotovoltaica.
Alexander Kaemmerer, de SMA Australia, pasó un mes en la isla para dar asistencia a los habitantes y formar sobre el funcionamiento de la instalación. Hemos hablado con él de la experiencia.
Tokelau se encuentra en el océano Pacífico. ¿Cómo consiguió llegar hasta allí?
En realidad el principio del viaje fue muy normal. Volé de Sídney a Auckland, y de allí a Samoa. Allí adquirí algunos alimentos y cosas cotidianas que no se encuentran en Tokelau por encargo de colegas locales. Desde Samoa fui entonces en barco hasta Tokelau. Por suerte nuestro cliente me permitió viajar un día antes, porque los barcos no siempre se atienen a los horarios de salida. Y efectivamente también mi barco salió dos días antes, sin más. Tendría que haber esperado una semana a que llegara el siguiente. La travesía de 24 horas fue toda una aventura. Al parecer era el viaje inaugural de la embarcación. Por eso antes de la salida recibió la bendición de un sacerdote. Cuando vi que todos los viajeros menos yo tenían colchones y mantas me di cuenta de que algo había hecho mal. Tuve que pasar la noche en partes del barco diferentes. Empecé en los asientos, donde el aire acondicionado estaba a pleno rendimiento. Después me acomodé en un par de bancos de cubierta, hasta que me cubrió el agua de una ola del mar... Por suerte hacía calor. Después encontré cobijo tras un contenedor de mercancías y pude dormir hasta que amaneció. Ya quedaba poco para llegar a Nukunonu. Pero el capitán decidió de repente parar en todos los atolones a presentar el barco, bendecirlo y celebrar su llegada. Por eso llegué a mi destino, Fakaofo, más de un día después.
¿Cómo funcionó el trabajo conjunto una vez allí?
Las jornadas laborales de allí no pueden compararse con nuestra rutina. El día está impregnado de canciones y danzas. Es algo a lo que tienes que acostumbrarte, pero en cierto modo, también muy hermoso. Y probablemente también sano. Lo recuerdo a menudo. En una ocasión tenía que hacer un taladro, pero no lograba encontrar la batería de la taladradora. La habían cogido sin más para hacer funcionar un radiocasete.
Prácticamente no hay infraestructuras. ¿Cómo lo habéis afrontado?
Yo iba todos los días a trabajar con una pequeña barca. Era poco convencional, pero encantador a la vez. La cantidad de flora y fauna marina y de alegres colores es preciosa. Tuve ocasión de disfrutarla también haciendo esnórquel después del trabajo. Es un verdadero sueño: meterse al agua después de trabajar y disfrutar de los colores de los corales, los peces y la tranquilidad del entorno.
Suena paradisiaco. ¿Te gustaría volver?
En parte, en parte. Después de volver a Samoa tras más de 50 horas por un retraso del barco, fui feliz al estar de nuevo en casa. Aquí todo está un poco más regulado. Pero por supuesto que pasé un tiempo impresionante y muy bonito en Tokelau. No me cabe duda de que me gustaría volver para un par de encargos de asistencia más.