Energía: desde el Homo Sapiens hasta la economía circular
Nieves Cifuentes Valero. Profesora en los programas de Medio Ambiente, Energía, Agua y Sostenibilidad de EOI
Jefa Departamento Medio Ambiente y Sostenibilidad de Gas Natural Fenosa
¿Desde que los humanos somos inteligentes utilizamos la energía o es su uso lo que nos ha hecho inteligentes? Domesticarla nos ha permitido evolucionar como especie hasta lo que parece un nuevo estadio de la evolución, el “Homo digitalis”.
Nuestra relación con la energía comienza casi desde el mismo momento en que aparecemos como género hace un millón de años. Si extrapolamos este periodo a un calendario anual, el Homo antecessor aparecería el 1 de enero, exactamente a medianoche. A finales de marzo, nuestro Homo aprende a utilizar el fuego, lo que representó un cambio esencial. No solo le proporcionó luz, calor y defensa ante las fieras, sino que le permitió cocinar y extraer más energía de los alimentos, que hizo crecer su cerebro.
En los hogares, en torno a la primera fuente de energía doméstica, los primeros humanos formaron familias y comunidades, con más interacciones sociales, lo que impulsó el desarrollo del lenguaje y de la inteligencia. A finales de diciembre, allá por el día 30, empieza a utilizar los combustibles fósiles.
El 31 de diciembre, el último día de nuestro año virtual, es bastante trepidante. A las 8 de la mañana, en Europa, se construyen ruedas para aprovechar la energía del agua. A mediodía, en Persia, se construye el primer molino de viento, que llegaría a Europa gracias a las Cruzadas. A las 9 de la noche se inventa la máquina de vapor y una hora más tarde se construyen los primeros pozos de extracción de gas y de petróleo. A las once y media se pone en marcha en Rusia la primera central nuclear y un cuarto de hora más tarde, la conciencia sobre el cambio climático acelera el desarrollo de energías renovables.
Nuestra relación con la energía nos ha permitido mejorar nuestra inteligencia y desarrollarnos como sociedad, hasta convertirnos en la generación con los mayores niveles de educación y bienestar de la historia. Pero no ha sido un camino de rosas, ya que a mediados del siglo XX se empieza a evidenciar que se producen efectos negativos indeseados sobre el medio ambiente. Una de las fechas más destacadas en esta toma de conciencia es la primera Conferencia Mundial sobre el Clima celebrada en 1979, donde por primera vez se considera a nivel internacional que el CO2, uno de los principales contaminantes de la generación de energía con combustibles fósiles, produce un cambio climático a nivel planetario.
En nuestra historia como especie, llevamos relativamente poco tiempo aprovechado masivamente el potencial de la energía y aún menos siendo conscientes de sus efectos negativos y trabajando para evitarlos. Hoy en día, la búsqueda de la sostenibilidad es una fuerza esencial de cambio y el factor que marcará la supervivencia de las empresas energéticas en los próximos años.
Una de las palancas fundamentales para esta transformación han sido los compromisos internacionales de lucha contra el cambio climático. En Europa, el mercado de emisiones marcó un punto de inflexión en el sector energético, que comenzó a transformarse profundamente. Poner precio al CO2 consiguió generar dinámicas empresariales de reducción de gases de efecto invernadero. Y parece que, a futuro, las claves para garantizar un uso sostenible de la energía serán conceptos que también aúnen economía y medio ambiente. Dos de los más potentes en este campo son la Economía Circular y el Capital Natural.
Energía y Economía Circular, el gas renovable
La Economía Circular, una de las prioridades en las políticas de la Unión Europea para los próximos años, es una alternativa a nuestro actual modelo lineal de producción y consumo. Su objetivo es desacoplar el uso de recursos naturales y externalidades negativas del bienestar y del desarrollo.
Esta innovación radical de nuestro sistema de producción y consumo hará evolucionar el sector energético, potenciando aún más la generación renovable, impulsando la eficiencia energética, fomentando procesos de simbiosis industrial e introduciendo los residuos de manera masiva en la cadena de valor de la energía.
Un buen ejemplo es el esfuerzo de innovación que se está llevando a cabo para producir gas renovable a partir de residuos e introducirlo en las redes de gas natural. Este gas renovable contribuye a valorizar un residuo y tiene un balance negativo de carbono. Es decir, sería un sumidero de carbono que retiraría CO2 de la atmósfera.
Capital Natural
El Capital Natural puede convertirse en otra de las palancas de transformación de la industria. La naturaleza nos proporciona bienes y servicios esenciales, como agua, alimentos, etcétera, que tienen un valor de miles de millones de euros cada año. Sin embargo, este Capital Natural no es tenido en cuenta por la economía tradicional.
Teniendo en cuenta que en el último informe de riesgos globales de 2017 del World Economic Forum la preocupación ambiental ha alcanzado el mayor nivel, parece evidente que es necesario traducir estos aspectos al lenguaje de los negocios. Y eso es lo que consigue el Capital Natural, que integra en el análisis económico de las empresas los recursos y servicios ambientales, así como las externalidades negativas, proporcionando una visión completa del negocio que permite mejorar la toma de decisiones estratégicas.
Tenemos, por tanto, un futuro esperanzador en nuestra relación con la energía. La innovación, el conocimiento y la generalización de los nuevos conceptos y metodologías permitirán transformar nuestra relación con la energía. Conseguiremos producirla y utilizarla de una manera sostenible, objetivos necesarios para que sigamos cumpliendo muchos más años virtuales y evolucionando más allá del “Homo digitalis”.