Entrevista a Timoteo de la Fuente, secretario general de Políticas Sectoriales Industriales
21 de octubre de 2009
¿Qué significa para el sector la celebración de este tipo de congresos?
Para el Ministerio de Industria el beneficio no es tangible a dos días vista. A nuestro país le interesa mucho la celebración de este tipo de congresos internacionales, en primer lugar, porque nos permite aprender que están haciendo otros y, en segundo lugar, porque en el extranjero pueden ver qué somos capaces de hacer. Para nuestra industria todo lo que sea internacionalización de la economía española es bueno y necesario. La celebración de este congreso es un granito de arena más en esa internacionalización: grano a grano se hace montaña.
En su intervención sostenía que la especialización es clave para el desarrollo del producto español para así no tener que competir con países emergentes o en vías de desarrollo.
¿Qué hace el ministerio para apoyar esta especialización de nuestros productos?
Diseñamos órdenes ministeriales y líneas de ayuda para financiar todas aquellas actividades industriales que estén caracterizadas por estos parámetros, actividades donde la investigación y el desarrollo esté presente o donde la cualificación necesaria de los trabajadores sea mayor.
Hace unos meses el sector del metal catalán protagonizó varios actos de protesta, algunos de los cuales se hizo llegar directamente al Ministerio de Industria. Nos gustaría saber cómo recibió el ministerio estas quejas del sector y qué medidas se han tomado al respecto.
Estos actos son legítimos y el ministerio lo que ha hecho es tomar nota, observar y analizar por qué se dan este tipo de situaciones. Estamos en un momento difícil y esto es importante recalcarlo. Comprendemos esta reacción y no estamos felices de que la situación económica sea la que es, pero lejos de eso, que es mirarse a fin de cuentas el ombligo, intentamos hacer políticas que ayuden a salir de este contexto. Ahora la consigna es resistir ya que el mercado está átono y la demanda muy contraída. Entonces, mientras esa confianza se regenera, mientras la situación crediticia y de liquidez van solventándose, la administración pone su granito de arena.
¿De qué manera?
Y para el sector del metal en concreto, ¿que se está haciendo?
Hemos elaborado una orden ministerial con bastantes proyectos que han ayudado a un gran número de empresas. Hablar del sector del metal es un tanto difícil: en su conjunto representa más del 50% de la producción industrial. Cuando hablamos del metal hablamos también de actividades como el automóvil, la biónica o la naval. Nosotros sabemos que este año hay problemas de financiación de proyectos y de inversiones. Inversión significa proyección de futuro y empleo. Por ello, tenemos una orden de 200 millones de euros en el caso de ciertos sectores estratégicos, no solamente el del metal. Hay otra de 800 millones para el sector de la automoción. También contamos con programas de reindustrialización. En la medida de lo posible intentamos financiar lo que el sistema financiero no es capaz de financiar. Intentamos inyectar esa liquidez, pero ayudar a la economía, en el caso del sector industrial, se ha de hacer con sumo cuidado.
¿Cree que es adecuada la normativa que regula los sectores de la construcción y el metal?
El Ministerio de Industria está comprometido con todas las políticas de mercado interior europeo. En este sentido, creo que somos pioneros. Es cierto que el producto en Europa puede circular pero también tengo que decir que después, para decidir dónde hay que instalarlo, dónde hay que ponerlo, intervienen otras administraciones: la responsable del fuego, la administración local y la autonómica... Creo que habría que reducir todas estas cargas administrativas, en muchos casos, innecesarias, en tanto en cuanto se pueda. El ministerio no puede apoyar a las empresas porque sí, para resolver su cuenta de resultados. Nosotros cuando damos una ayuda tenemos a un vigilante muy especial que es la Comisión Europea. Por tanto, las ayudas deben ir a inversiones que conlleven actividades de I+D, de formación y de mejoras medioambientales, porque si no es así, estamos distorsionando competencia. No ayudaríamos si apoyáramos a una empresa que no se sitúa en esas circunstancias porque sería obligarla a tener que devolver la ayuda al cabo de unos años. Para ese viaje no hacen falta esas alforjas.
Demasiadas trabas...
Sí, según un análisis de la Comisión Europea. Según el análisis de la propia administración española, no. Toda esa carga administrativa superflua, por así decirlo, supone porcentajes muy altos sobre el PNB, y eso, a fin de cuentas, frena la actividad emprendedora. Quien va a acometer una inversión o crear una empresa, si analiza todo este tipo de distorsiones, se lo piensa dos veces. Desde el Ministerio de Industria pensamos que se debe simplificar la normativa, sin que por ello pierda rigor, ya que la estructura metálica debe de ser resistente y segura. Yo creo que sí hay espacio para una simplificación normativa.
¿Y no cree que depende demasiado el acero de la construcción?
Es un binomio inevitable. Sin duda, para nuestro ministerio y el gobierno de cualquier país todo pasa por una menor dependencia de la construcción de viviendas y por crear alternativas en otras actividades. Así no se tienen todos los huevos en la misma cesta. Hay empresas que han apostado por las energías renovables, por ejemplo el sector eólico, y para ello se precisa de estructuras metálicas muy complejas. Todo eso es muy bienvenido.
¿Y qué va a pasar con la construcción?
La construcción no se va a parar, ya que España necesita del orden de 300 ó 400.000 viviendas al año. Lo que pasa es que estamos todavía digiriendo el empacho que ha habido hasta ahora. Lo más probable es que en el sector de la construcción y en el de los propios servicios del edificio, una empresa de domótica, por ejemplo, tendrá muchas más posibilidades que antes, ya que el mercado va a exigir una construcción de mayor valor añadido y, por supuesto, al mismo o menor precio.
Eso dará lugar a que las especies más inteligentes y trabajadoras serán las que sobrevivan y, además, con éxito. En España no se ha dejado de construir. Por eso, si la estructura metálica se dirige hacia fases de un alto valor añadido, técnico y tecnológico, va a estar ahí siempre.
¿Y estamos en situación de adaptarnos a esa realidad?
Yo creo que sí. No somos los números uno pero tenemos nuestro espacio: somos competitivos, tanto en construcción como en arquitectura. La construcción española está en el mundo entero.
Según el panorama que dibuja, ¿cuándo saldremos de esta crisis?
Aquí podemos confundir los deseos con las realidades. Hay veces que hablar de sectores es un poco irreal. Habría que hablar de empresas, porque las hay que no han sufrido la crisis. El sector de la aviación, una industria con un alto valor añadido, está dando muchas alegrías al ministerio, y por tanto las empresas de este sector funcionan.
De todas maneras, creo que de ésta se sale colectivamente. Estamos muy pegados a la economía europea, y ya hace años Jordi Pujol decía que si en Europa las cosas van bien, en España, aunque sea por arrastre, irán bien también. Lo más importante es que el sistema financiero se aclare porque, por lo menos para la industria, es lo que ha dado más problemas. Por supuesto, también ha influido la caída de la demanda, pero ésta no te obliga cerrar; sí lo hace, sin embargo, la falta de crédito, el que tengas que pagar un stock o financiar un circulante y que no tengas con qué. En este sentido, parece que ya hay signos de que la cuestión financiera se va resolviendo. Otra cuestión remarcable es que ahora se ahorra más que nunca. Eso es bueno en cierta medida, pero si el dinero está en el banco, no está circulando. Saldremos cuando el mercado vuelva a tener confianza. Y, repito, hay que aportar más; hay que dotar de más contenido a lo que exportamos. En definitiva, hay que ser más competitivos.