Fran Ventoso: "Los discos cortan. Ha sido la mía, pero puede ser la de cualquiera"
Reproducimos la carta abierta de Fran Ventoso opinando sobre su accidente con el freno de disco durante la París - Roubaix.
Llevo trece años en el ciclismo profesional y otros tantos en categorías inferiores. Sí, veintiséis años sobre la bici, cada día entrenando y disfrutando de lo que más me gusta, de mi pasión. Desde los seis años he competido, lo sigo haciendo y disfruto mucho. Contento de haber hecho de mi vocación mi profesión.
Como cualquier deporte, el ciclismo ha ido evolucionando en muchos aspectos técnicos… y en otros, no tanto.
En todos estos años he visto mejoras en el material: primero, el acero; después, el aluminio; y más tarde, el carbono. Este último llegó para quedarse, gracias a sus características técnicas de rigidez y ligereza. También he visto cómo se ha pasado de los rastrales a los pedales automáticos, mucho más cómodos, efectivos y seguros. De las chichoneras hemos pasado a cascos cada vez más ligeros, con diseños espectaculares y, además, con todas las garantías de seguridad.
También he visto un avance muy importante en los desarrollos. Mi primera bici tenía un plato y tres piñones; ahora ya vamos por dos platos, incluso tres, y once piñones… y seguro que no se acaba aquí. Todo ello, con un sistema de ensayo y error, nada fácil. Me acuerdo de las primeras roturas de cadena cuando se pasó a los diez piñones: algo así como eslabones que se abrían, por materiales que no eran del todo fiables (aún ocurre). Podemos hablar también de la revolución que ha supuesto el cambio electrónico. Al principio a todos nos sorprendió y lo juzgábamos (no es necesario, puede fallar, las baterías, mi bici enchufada a la red...). Ahora, no nos imaginamos la bici sin ello.
Hace un par de años se empezaron a ver las primeras bicis con frenos de disco en ciclocross, y se rumoreaba que cabía la posibilidad que se empezaran a probar en competiciones de ciclismo en carretera.
Quiero decir, antes de nada, que soy el primero en recomendar los frenos de disco, bien sea para ciclocross o para un ciclodeportista que sale con sus amigos a disfrutar de nuestro deporte.
Pero en competición profesional… ¿de verdad alguien pensaba que no iba a suceder? ¿De verdad nadie pensó que son peligrosos? ¿Que cortan, que son auténticas cuchillas gigantes?
En la pasada París-Roubaix, solo dos equipos los utilizaron. Dos equipos con ocho ciclistas respectivamente. En total, dieciséis ciclistas que trasportaban treinta y dos discos en el pelotón. Pues bien: en un tramo de pavé, en el km 130 concretamente, se produce una montonera y el correspondiente frenazo, que me hace impactar por detrás al corredor que tengo delante, que intentaba librar la caída. No llego a caer -solo mi pierna toca su parte trasera de la bici- y continúo. Al poco de reanudar la marcha, me miro la pierna: no me duele, no hay demasiada sangre, pero observo que parte del periostio está al descubierto. Veo la funda que recubre mi tibia. Me aparto a la derecha, me tiro en el césped, echo mis manos a la cara, empiezo a marearme... Espero a mi coche de equipo y a la ambulancia, mientras me pasan muchas cosas por la cabeza.
¿Mala suerte? ¿Me ha tocado a mí? No lo creo: a los pocos kilómetros se confirma lo que pienso.
Quince kilómetros más adelante entra en la ambulancia Nikolas Maes, del equipo Etixx. Tiene un tajo profundo en una de sus rodillas, producido por un disco, uno de esos treinta y dos. La pregunta es inmediata: ¿qué sucederá cuando haya 396 discos en una carrera donde los 198 ciclistas peleamos por la posición y las caídas son inevitables?
Los discos NUNCA deberían haber llegado al pelotón profesional, al menos como los conocemos hasta este momento. Al menos hasta que cuenten con sistemas de protección y seguridad que no los conviertan en auténticos cuchillos instalados en las bicis.
Sin embargo, hay problemas para cambiar las ruedas después de un pinchazo; problemas para los coches neutros en caso de que sea un momento en que tu coche de equipo no te puede asistir… y lo más importante: son cuchillas, que a ciertas velocidades se convierten en auténticos machetes. Hay carreras en las que alcanzamos velocidades máximas de 80, 90 e incluso 100 kilómetros por hora.
Yo he tenido suerte: es solo la pierna, solo músculo y piel. ¿Os imagináis un disco en una yugular, en una femoral? No: mejor no imaginar.
Y todo esto sucede porque la Asociación de Corredores Internacional (CPA), asociaciones de corredores nacionales, federaciones nacionales e internacionales, equipos y, sobre todo, NOSOTROS, LOS CICLISTAS PROFESIONALES, no hemos hecho nada. Pero ahora toca actuar y poner sentido común a lo que es una evidencia. Siempre pensamos que mientras no nos pase a nosotros no es un problema. Esperamos a que ocurran cosas para tomar medidas. Antes o después nos puede tocar a cualquiera: son probabilidades, todos tenemos las mismas. Los profesionales debemos ver más lejos de nuestro propio ombligo, y utilizo esta expresión para que quede claro. Otros nos dicen lo que tenemos que hacer, pero no podemos olvidar que NOSOTROS DEBEMOS Y TENEMOS LA DECISIÓN DE ELEGIR.
Los discos cortan. Ha sido la mía, pero puede ser la de cualquiera.