Entrevista a Fermín Vázquez, de b720 Fermín Vázquez Arquitectos
Para conocer cuáles eran los objetivos y requisitos que debía cumplir el Pabellón de España en la Expo de Milán, AFL ha hablado con Fermín Vázquez, de b720 Fermín Vázquez Arquitectos. En esta entrevista nos explica, entre otras cosas, el papel de la piel que envolvía parcialmente la construcción.
Naves que conforman el envoltorio permeable del Pabellón de España de la Expo de Milán.
¿Qué requisitos debía cumplir el Pabellón de España de la Expo de Milán, tanto en el ámbito formal como funcional?
Respecto al programa funcional, el Pabellón albergaba una exposición permanente, una sala multiusos, restaurante, bar, una pequeña tienda y los espacios técnicos de instalaciones y administración, además de una zona ajardinada al aire libre y una serie de espacios cubiertos, sin uso definido, que servían como distribuidores y para actividades complementarias.
La función del edificio, sin embargo, no era sólo cobijar las actividades requeridas sino que, como ocurre con la mayoría de pabellones de este tipo, también debía ser la representación construida de la propuesta española en referencia a la temática de la Expo Milano 2015, cuyo eslogan era “alimentar el planeta, energía para la vida”.
Una de nuestras preocupaciones fue que esta apuesta por una potente imagen representativa no se convirtiera en un mero ejercicio de exhibicionismo y extravagancia formal, tan frecuente en este tipo de eventos. Ante la profunda crisis que se estaba viviendo, parecía adecuado adoptar planteamientos arquitectónicos y constructivos de cierta contención. En cierta forma, se trataba de evidenciar que, a pesar de las duras condiciones económicas del momento, desde España se podía afrontar el reto de la Expo con responsabilidad y calidad.
La Expo de Milán estaba dedicada a la alimentación. ¿Cómo se diseñó el pabellón teniendo en cuenta esta temática? ¿Qué zonas comprendía el pabellón y cómo se delimitaban?
Nuestra propuesta pretendía resaltar los valores de la potente industria alimentaria nacional, jugando con dos conceptos complementarios, la tradición y laainnovación, materializados en forma de dos naves simétricas pero a la vez de diferentes acabados y tratamiento interior. La geometría de estas naves evoca construcciones características de nuestra producción agrícola como los tradicionales hórreos o graneros, pero también los contemporáneos invernaderos que tanta presencia tienen en ciertas zonas.
Las naves formaban un envoltorio permeable dentro del cual se disponían una serie de contenedores que albergaban el programa funcional requerido, en su mayor parte liberando la planta baja y gran parte del espacio interior, lo que hacía del Pabellón un espacio agradable y atractivo, con ambientes interiores de muy diferente carácter. Los materiales de acabado jugaban un importante papel en la composición final por su capacidad de evocación y representación. El Pabellón era a la vez un contenedor expositivo y parte de la exposición, un escenario donde se mezclaban contenidos y construcción.
En la nave correspondiente a la tradición se emplearon revestimientos de corteza de corcho, capachos de esparto y listones de madera maciza sin tratar, unos elementos asociados al uso de materias primas básicas y de procedimientos de elaboración artesanal de alimentos tradicionales como el aceite y el vino.
En la nave de la innovación el protagonismo fue para acabados más propios de la industria y la alta tecnología: acero inoxidable pulido y acero galvanizado coloreado en tonos rojizos y dorados. El resultado es un juego de brillos y reflejos de apariencia líquida y sedosa, con unos colores profundos y luminosos que remiten de nuevo al mundo del aceite y el vino, aunque esta vez en su estado elaborado. En los pavimentos se emplearon unas innovadoras placas minerales ultracompactas de gran formato y reducido espesor sobre las que se grabó la representación gráfica de la secuencia genética de una hortaliza tan común y humilde como es el tomate, una referencia a la gran sofisticación tecnológica que esconde la producción alimentaria contemporánea.
Ya dentro de las cajas interiores, el visitante encontraba los contenidos más concretos relacionados con la temática del evento: una exposición permanente sobre la industria alimentaria española, una tienda donde adquirir los productos y diversos locales de restauración donde degustarlos, locales que, por cierto, tuvieron un éxito rotundo.
También nos pareció interesante incorporar ámbitos en donde se hiciera una producción alimentaria real. Los espacios entre la cubierta de las naves y los contenedores fueron usados como auténticos invernaderos de cultivo, con pequeñas zonas de huerto. En la zona exterior también se incluyeron un jardín de naranjos y una pérgola con cultivo hidropónico de fresas, que además de representar a dos productos estrella de la agricultura española ayudaban a generar un agradable espacio exterior donde se situó un bar al aire libre, otro local de éxito y muestra de esa manera tan lúdica de relacionarse con la alimentación que tienen los españoles.
¿Qué elementos arquitectónicos se emplearon en la construcción del pabellón? ¿Qué objetivos se perseguían?
El Pabellón de España es, en esencia, un edificio de madera. Más del 80% de su volumen material está formado por madera laminada o paneles contralaminados de madera. Las principales ventajas para este caso serían su bajo impacto ambiental y la facilidad de puesta en obra y manipulación.
Los elementos arquitectónicos eran bastante simples: una serie de pórticos a dos aguas y unas cajas cerradas que, suspendidas entre los pórticos, ayudaban a la estabilización estructural.
Los pórticos se cubrían parcialmente con policarbonato, otro material fácil de manipular y de bajo impacto, que además remitía de nuevo al mundo de los invernaderos.
Las cajas interiores se forraron por el exterior con diversos materiales relacionados con los conceptos de tradición e innovación, como ya hemos comentado.
¿Cómo influyó el hecho de ser una construcción temporal en su diseño y en la selección de los materiales?
Una construcción temporal supone, de partida, un periodo de uso más corto, lo que implica un mayor impacto ambiental si se considera su ciclo de vida. De ahí el uso mayoritario de la madera, no sólo en el Pabellón, sino en la mayoría de las construcciones de la Expo. En nuestro caso se puso un especial cuidado en que la huella que dejara el edificio fuera mínima, lo que llevo incluso al uso de unas cimentaciones de madera que también fueron desmanteladas tras el evento.
¿Qué soluciones se emplearon en las envolventes del edificio? ¿A qué exigencias debían responder?
Lo más característico era la piel que envolvía parcialmente las naves principales, resuelta mediante placas de policarbonato de diversa transparencia y composición. Esta piel formaba una primera protección a la lluvia y, en algunos casos, al frío, empleando para ello paneles alveolares de mayor aislamiento.
Los principales espacios, sin embargo, quedaban cobijados dentro de las cajas construidas con paneles de madera contralaminada, que se complementaban con capas adicionales de aislamiento e impermeabilización en aquellos puntos donde era necesario.
Salvo en ámbitos muy concretos –exposición permanente, oficinas, restaurantes, etc.- no existía climatización artificial, reduciendo así el consumo y aprovechando las condiciones benignas que ofrecía el clima milanés en gran parte del periodo expositivo.
¿Se planteó en algún momento que el Pabellón pudiera tener vida útil tras la exposición?
Esa fue la intención en todo momento. El Pabellón fue concebido en base a una serie de elementos modulares y repetitivos que, además de facilitar la construcción, permitían una reutilización sencilla y racional. En fase de proyecto se estudiaron diversas alternativas y se constató la viabilidad de reutilización en la construcción de equipamientos, escuelas, edificios sociales, etc.
¿Cómo se llevaron a término los trabajos de construcción y desconstrucción del pabellón, en qué plazo de tiempo?
Una de las exigencias del concurso era plantear soluciones que permitieran construir el edificio en apenas 7 meses. Este fue uno de los factores más importantes que influyeron en nuestra propuesta constructiva, que estudiamos en profundidad para hacer realmente verosímil. El papel lo aguanta todo pero, en nuestro caso, la realidad confirmó que el planteamiento era adecuado. De hecho fue uno de los pocos pabellones que cumplieron con lo exigido, sin los agobios típicos de los últimos días.
La desconstrucción fue todavía más rápida, 2 meses. Desgraciadamente, la gran concentración de materiales disponibles en toda la Expo, y en tan poco tiempo, provocó que la reutilización posterior no fuera tan completa como podría haber sido. Sería muy interesante que, en futuras ediciones, se plantearan estrategias coordinadas por parte de la organización general del evento para realizar una gestión aun más eficiente de los recursos.