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“El nuevo etiquetado dará más información al consumidor pero supondrá un coste para las empresas”

Entrevista a María José Plana, experta del departamento de legislación de Ainia

Javier García11/04/2014

La entrada en vigor de la nueva ley de etiquetado —el reglamento 1169/2011— supone para el consumidor final el acceso a más información nutricional de los productos y, por tanto, una buena herramienta para compararlos. Pero, ¿qué supone para las empresas? Por un lado, muchos productos que hasta el momento no incluían dicha información nutricional lo harán a partir de ahora. El consumidor tendrá acceso a mucha más información –incluida la presencia de alérgenos–, y de forma más homogénea ya que la nueva normativa pretende asimismo sistematizar toda esa información, lo que hará que las empresas deban cambiar sus etiquetas.

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Organizaron una jornada sobre el nuevo etiquetado. ¿En qué consistió?

El curso, que duró una mañana, congregó a empresas del sector agroalimentario con profesionales que procedían de diferentes departamentos relevantes en temas de etiquetado —marketing, exportación o calidad—, para adaptarse a la nueva norma del etiquetado, al reglamento 1169/2011.Hasta ahora hemos estado regulando el etiquetado de productos alimenticios con una norma estatal, ahora pasamos al marco comunitario y las empresas deben saber cómo funciona.

Antes de entrar en el nuevo reglamento en sí, ¿qué es lo que percibirá el consumidor?

Dos cosas. Por un lado, productos que hasta la fecha no habían incluido información nutricional comenzarán a incluirla. Nosotros en los últimos años como consumidores hemos percibido que se han desarrollado productos específicos hacia una alimentación saludable, que nos informaban tanto por tablas como por mensajes de qué aporte nutricional contenían. Ahora, lo que aporta la nueva norma es que, salvo pequeñas excepciones, todos los productos incluirán esa información nutricional. Es decir, por ejemplo, snacks con base de patata, refrescos o golosinas, que hasta ahora no tenían información nutricional, ahora la tendrán.

¿Y qué 'pequeñas excepciones' no la incluirán?

Por ejemplo en productos como legumbres que se venden sin transformar, edulcorantes, sales, vinagre... Se trata de productos en los que las características nutricionales no varían sustancialmente entre uno y otro, y no son especialmente relevantes. Pero todo lo que sea alimentos compuestos por más de un ingrediente normalmente tendrán esa información nutricional.

¿Qué otras cosas advertirá el consumidor?

Entendemos que el consumidor al principio no va a interpretar mucho más. Eso no quiere decir que la norma no haga nada más, porque hay algo muy importante que es sistematizar toda la información que ya era obligatoria con la normativa anterior. Se mantienen con pequeñas modificaciones para hacerlas más claras pero, sobre todo, el reglamento pretende sistematizarlas para que tengamos una información más homogénea de producto. Si yo comparo dos productos de la misma categoría, la información debe estar dada de forma lo más similar posible para que a mí como consumidor me sea más fácil identificar las diferencias entre productos.

Hasta ahora cogías dos productos diferentes y costaba interpretar las diferencias…

Efectivamente, pero ahora el consumidor de primeras no lo verá pero en la práctica sí tendrá un impacto importante.

¿Supone algo más?

Sí. Los consumidores que tengan intolerancias o alergias verán que es más fácil enfrentarse a cómo seleccionar los productos porque el reglamento pone en marcha un sistema que refuerza la indicación presencia de alérgenos ye esto para una población que estaá especialmente concienciada en evitar un determinado ingrediente u otro le va a facilitar la tarea.

¿Cuáles son los aspectos clave para las empresas que envasarán?

El reglamento contiene 54 artículos y más de 20 están centrados en regular cómo vamos a dar la información nutricional. No es baladí porque el reglamento es muy formalista. A la hora de adaptarse, no solamente se trata de que aquella empresa que antes no incorporaba información nutricional deba hacerlo, sino que empresas que ya lo hacían de acuerdo a la ley anterior, deben adaptarse a un nuevo formato.

Y esta adaptación supondrá un coste a las empresas, ¿verdad?

Sí, evidentemente. Deberán reetiquetar sino todos sus productos, el 90% por lo menos.

Pero habrá un margen de maniobra…

La norma permite unos plazos de aplicación y, desde luego, los productos etiquetados conforme a la legalidad vigente antes de la fecha de aplicación del reglamento se podrán seguir vendiendo hasta que se agoten las existencias. Lo que ocurre es que llegará un momento en el que habrá que adaptarse porque las normas están hechas para ello. De hecho, el reglamento permite adaptarte ahora a unos primeros temas como, por ejemplo, los alérgenos o la disposición de información. Sin embargo, para determinados aspectos del etiquetado nutricional, hay margen hasta 2016. De todas maneras, sería más costoso hacerlo en dos veces, por eso las empresas se adaptan de una sola vez.

¿Y ya cabrá tanta información en, por ejemplo, un envase monodisis de mantequilla de un hotel?

No, pero partimos de la base de que ese envase no debe llevar toda la información del nuevo reglamento.. Una monodosis de mantequilla o de crema de cacao se vende normalmente en un envase con 50 monodosis, que es el que contendrá toda la información. El reglamento afecta a todo aquello que nosotros como consumidores adquirimos en una empresa de distribución o supermercado.

Aparte de la información nutricional, ¿qué otros aspectos incluye?

La información sobre alérgenos. Aunque la novedad el reglamento en sí es la información nutricional y la sistematización de la información.

Van a organizar otro curso en mayo sobre la nueva ley, ¿no están lo suficientemente informadas las empresas?

Hay de todo. La particularidad de la industria alimentaria tiene una particularidad: por un lado, hay multinacionales que trabajan en competencia directa con pymes, y por otro, gran parte del sector son pymes que también trabajan para grandes empresas multinacionales. Por tanto, el grado de información está directamente ligado con la capacidad económica de la empresa. Lo que sí nos encontramos es que en muchas empresas de tamaño medio o reducido los temas legales aún dependen un poco del boca a boca.

¿En qué sentido?

Nos estamos encontrando que nos preguntan: “Mi proveedor o cliente me ha comentado que partir de 2014 debo cambiar esto, ¿es verdad?”. Es ahí donde hay un de conocimiento que está ligado al a capacidad de saber de los cambios legales de la empresa. Otras de mayor tamaño saben muy bien que hay un reglamento con determinados aspectos a tener en cuenta. Para ellos hemos puesto en marcha formación de profesionales

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Volviendo a la nueva ley, ¿por qué no se incluirán los ácidos grasos trans?

Es un tema complejo. Por ejemplo, en Estados Unidos sí es obligatorio incluirlos porque allí el nivel de consumo de comida basura con altos contenidos de grasas trans es muy alto y, por tanto, hay que alertar a la población.

¿Y no sería conveniente contar con esa información aquí, en la Unión Europea?

La UE entiende que a un consumidor medio —no aquél muy concienciado con el consumo de productos saludables— cuando le hablas de ácidos grasos trans no tiene conocimiento exacto de qué se trata y lo que hace la indicación es crear una alerta en la población que hace que no se fije en el resto de información.

Entiendo…

Por ejemplo, un producto que anuncia a bombo y platillo que no tiene grasas trans puede tener un elevado contenido en grasas saturadas, azúcares añadidos o sal. ¿Qué dice la UE? Si se incorpora en el etiquetado ‘sin grasas trans’, el consumidor ya no se fijará en nada más y lo confundirá con un producto especialmente saludable.

Una medida intermedia…

Sí, es lo que se ha hecho. Si un producto utiliza grasas parcialmente hidrogenadas tipo grasas trans, tiene obligatoriamente que dar esa información en el etiquetado. Esa es la vía en la que se ha trabajado.

¿Y no cree que en vez de vetar esta información se debería ofrecer?

Sí, se debería informar sobre ello y hay iniciativas en este sentido. Lo que ocurre es que hay determinados elementos que son auténticos semáforos rojos. En España las grasas trans están presentes pero no tanto como en otras zonas. Aquí tenemos otros problemas como es el consumo de azúcares. Informar sí, pero no toda la información debe estar en la etiqueta.

Bajo su punto de vista, ¿era realmente necesaria esta nueva ley?

Sí, porque la legislación en España y en el resto de la Unión Europea venía de una directiva anterior que era muy parca en todo lo referido a información nutricional. Ahora que el consumidor está poniendo el acento en ello, es importante tener claras las reglas del juego. Hasta ahora, las empresas, mediante su autorregulación, han creado un sistema para resaltar determinados nutrientes. Pero cada uno lo hacía según su código de buenas prácticas, que no siempre coincidía entre productos similares. Había que homogeneizarlo.

Entonces, es acertada…

Sí, pero no es demasiada clara. No es accesible a los operadores porque resulta complicado incluso para el jurista saber qué está diciendo en determinados puntos por el tema gramatical.

¿Gramatical?

Sí, hasta el punto de que la Comisión Europea se ha visto obligada a presentar documentos en formato de preguntas y respuestas. Tuvimos un documento primero en 2011 y ahora para 2015 esperamos otro. Quedan muchos puntos por aclarar, por eso las empresas tienen dudas, que ni siquiera la Administración puede aclarar.

Una vez aclarados todos los puntos, una vez haya entrado en vigor y todos los productos se envasen con su correspondiente etiquetado, ¿cree que el consumidor sabrá interpretar lo que está leyendo?

No, creo no. Ha crecido el interés de los consumidores por conocer el aporte nutricional de los productos pero, por lo general, no hay un nivel de formación suficiente para entender lo que está diciendo la información nutricional. Lo que estamos viendo es que hay una polarización.

¿De qué tipo?

Por un lado, encontramos al consumidor preocupado por controlar su alimentación y por saber el aporte nutricional de determinados alimentos; y por otro, el consumidor que, ante el exceso de información, cada vez está menos concienciado. Se trataría de conseguir un conocimiento medio de tal manera que la información que estamos ofreciendo fuera fácilmente asumible. El problema es que eso lleva tiempo. Las Administraciones están poniendo en marcha varias campañas para concienciar al consumidor pero aún queda mucho camino.

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