José Antonio Turrado: Confieso y me acuso de tener una macrogranja
Hoy todos los ganaderos somos unos apestados porque tenemos una macrogranja. Todo el que no es un “ganadero perro flauta”, que alguno hay, es un propietario de macrogranjas a los que hay que limpiar de la faz de la tierra. En mis dos mil metros cuadrados de nave de cerdos se oculta una macrogranja. La prensa se presta a este juego de desprestigiarnos con titulares incendiarios que terminan cerrándonos todas las puertas, y si se me permite un ejemplo puedo poner el de un proyecto de “macrogranja de 52.000 pollos” en San Miguel del Arroyo, que a duras penas da para vivir una persona y que entiendo ocupará no mucho más de 2.000 metros cuadrados de nave.
De nada sirve que nosotros, las organizaciones agrarias, queramos llevar la verdad a quien no quiere oírla, incluidos medios de comunicación, de nada sirve que rebatamos con buenos argumentos sobre si el tamaño es o no desmedido y, lo que, es más, de nada sirve que demostremos que cumplimos la normativa y que por lo tanto no vamos a perjudicar ni a la población ni al medio ambiente. De menos sirve que justifiquemos que gracias a nuestras ganaderías generamos riqueza y empleo, que exportamos carne y mejoramos la balanza exterior de España, y que damos sustento a una pujante industria agroalimentaria que por lo general se asienta en el medio rural. Estamos perdiendo la batalla de la opinión pública y paralelo a eso nos están cerrando puertas de las distintas administraciones, empezando por los ayuntamientos, que harán muy difícil seguir, y más todavía empezar.
¿Quién inventó el término de “macrogranja”? Si se rastrea en Internet las primeras entradas llegaron de la mano de Upa y Coag oponiéndose a un proyecto de granja de vacas de leche en Noviercas (Soria), oposición en este caso con la que podemos estar de acuerdo. Estos que son del sector, los de UPA y COAG, sabían cómo hacer daño, y ahora que otros les han seguido la estrategia para “enmierdar” toda la ganadería, ya no hay quien los pare. Lástima que no sirva de nada que toda esta desgracia recaiga sobre sus conciencias.