La actitud de quienes trabajan en una granja y el control de las entradas de animales son los pilares de la bioseguridad en ovino
ANTONIO CONTRERAS.
Catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Murcia
OVIESPAÑA.- ¿En qué medida están interrelacionadas sanidad y bioseguridad en una explotación de ovino?
ANTONIO CONTRERAS.- Están interrelacionadas plenamente. La bioseguridad nos permite realizar un manejo correcto de la sanidad animal. Hoy en día no se puede entender una granja que no tenga un protocolo de bioseguridad, precisamente para evitar la entrada y difusión de enfermedades infectocontagiosas. Es un aspecto básico.
O.- ¿Cuáles son las bases imprescindibles que debe tener un plan de bioseguridad en una explotación ovina?
AC.- Quizás lo más importante es la motivación, la formación y el entrenamiento del personal, ya que los trabajadores son los que finalmente van a estar en esa rutina diaria en la que se desarrolla el protocolo de bioseguridad. Ese protocolo debe estar totalmente registrado, del que todo el mundo debe tener información, y se va a diseñar en función de las necesidades de cada granja, ya que no es lo mismo una granja de ovino de leche que un cebadero de corderos, una granja que hace pastoreo o una explotación que practica la trashumancia. Hay que personalizar los objetivos y la situación de cada granja. Lo importante es que el personal esté completamente motivado y bien formado. Es uno de los elementos básicos.
O.- ¿La bioseguridad es una herramienta que puede facilitar el objetivo de reducir el uso de antibióticos por la generación de resistencias y afrontar las limitaciones terapéuticas que en ocasiones tiene el sector?
AC.- Ese aspecto es el objetivo de la bioseguridad: evitar que tengamos que tratar enfermedades. Si nuestra bioseguridad funciona, la segunda parte no será necesaria.
O.- ¿Hay enfermedades específicas que se puedan controlar de una forma muy directa gracias a la bioseguridad?
AC.- Tenemos una carencia de medidas de gestión en la introducción de animales en las explotaciones. La mayoría de las explotaciones de pequeños rumiantes no tiene control sobre esa entrada de animales, de forma que por esa vía se pueden introducir enfermedades como la agalaxia contagiosa, que pueden producir brotes de bastante importancia, y por supuesto una serie de enfermedades que están sometidas a programas nacionales, como es el caso de la brucelosis, el scrapie... Esas enfermedades tienen sus protocolos específicos y hay que seguirlos.
O.- ¿Cuáles son las claves para conseguir que la bioseguridad tenga una alta implantación en ovino como ocurre en otros sectores ganaderos, como porcino o avicultura?
AC.- El aumento de la bioseguridad va a llegar con la profesionalización del sector. Está demostrado que las explotaciones de mayor tamaño son las que mejor aplican las medidas de bioseguridad, con mejor gestión del personal. Por su parte, en las explotaciones medianas y pequeñas, depende de cómo los técnicos y veterinarios seamos capaces de convencer al ganadero de implantar, en función de las características de cada explotación, unas medidas de bioseguridad que permitan una alta eficacia.
O.- ¿Se puede cuantificar de alguna manera las consecuencias que tiene la bioseguridad en la rentabilidad de una explotación?
AC.- Datos cuantitativos actuales no existen. Pero es evidente que la bioseguridad evita la aparición de enfermedades, por lo que se evitan los costes derivados de las pérdidas de producción de los animales, se reducirán los costes por eliminación de animales y por tratamientos veterinarios, además de las consecuencias de esos tratamientos... La repercusión es evidente, ya que cuanto más sanos estén los animales, el rendimiento productivo será mejor. Tampoco se nos debe olvidar que uno de los principales efectos que tiene la bioseguridad es el bienestar animal, que es otro de los valores añadidos de las explotaciones de pequeños rumiantes. En definitiva, no podemos trabajar ya sin protocolos de bioseguridad.