“Espejos distorsionados”
Por: Juan Díaz Cano, presidente de la Real Liga Naval Española
Clamaba Shakespeare en su famoso Hamlet, a través de Marcelo y no del príncipe danés, que algo olía a podrido en el estado de Dinamarca. Me temo que en esto que les paso a relatar ocurre algo similar. Me hago eco de un brillante trabajo de investigación llevado a cabo por Juan Zamora, editor del prestigioso digital Naucher Global en el que, con fecha 29 de abril, relata un nuevo desatino de la naviera Globalgas.
Recordemos que, como se detalla en este y en un anterior artículo del citado periodista, Globalgas era hasta fecha reciente la naviera propietaria del buque gasero Celanova, construido en el astillero vigués HJ Barreras en el año 2003. Hasta ahora sabíamos que el buque fue abandonado a su suerte en aguas de Manila por sus armadores con 17 tripulantes a bordo que durante meses solo pudieron subsistir gracias a la ayuda de la solidaridad local filipina. Se indicaba también en estos artículos que, según constaba en el Registro Mercantil, la naviera depositó sus últimas cuentas anuales hace diez años. En instancias judiciales consta igualmente que la naviera se encuentra condenada y en paradero desconocido con deudas que superan el millón de euros.
Lo que no sabíamos es que, en un deliberado intento de huida hacia adelante, Globalgas presentó ante el Juzgado de lo Mercantil número 4 de Madrid un concurso express de acreedores. Conviene explicar que este tipo de procedimientos está pensado para aliviar de carga de trabajo a los juzgados mercantiles en el caso en que el concursado alegue carecer de bienes suficientes para hacer frente a la masa concursal, no exista acción de reintegración y no se presuponga la calificación culpable del concurso. El procedimiento no exige la presencia de un administrador concursal que examine la veracidad de los datos que presenta el concursado, lo que puede suponer un agujero en el sistema susceptible de ser aprovechado por mercantiles de dudosa trayectoria.
Este ha podido ser el caso de Globalgas que, aprovechándose de la buena fe del juzgado, ha pretendido salvar un concurso que olía a podrido desde el primer momento. Esperemos que la Administración de Justicia reaccione a tiempo y evite este dislate judicial. Resulta sangrante ver cómo una mercantil de tan irregular trayectoria intenta evitar su responsabilidad societaria mientras la sociedad española asiste angustiada al día a día a la realidad que marcan los muertos por la pandemia, las colas del hambre y la incertidumbre por un futuro laboral que se avecina y que no se vaticina nada halagüeño.
Indica la publicación antes citada que el barco fue transferido a una sociedad domiciliada en Majuro (capital de las Islas Marshall) cambiando el nombre de Celanova por el de Vivian bajo la prestigiosa y reconocida ¡bandera de Togo! Muy edificante y transparente todo ello.
Lo dicho, algo huele a podrido, y no precisamente en Dinamarca.