El futuro pasa por Asia
Por: Juan Díaz Cano, presidente de la Real Liga Naval Española
Releyendo hace poco El Conde de Montecristo choqué con el capítulo en el que Edmundo Dantés acaba de hacerse con el tesoro que habría de proporcionarle el medio de vengar sus injustos años en prisión. En un momento determinado el futuro conde decide viajar a Oriente para planificar su venganza. Y lo hace porque, según dice, “en Oriente está el refinamiento” (la traducción puede que no sea excesivamente correcta).
Doscientos setenta y tres años después de ser publicada la novela, las palabras del conde mantienen una sospechosa vigencia que ni el mismo Dumas hubiera podido alcanzar a predecir. Un reciente viaje por el sudeste asiático me ha hecho comprender en toda su extensión que el futuro pasa por Asia. Debo reconocer que, como hijo de las tradiciones continentales europeas (me niego a aceptar que España no forme parte de ellas), siempre he sentido un cierto desprecio intelectual por la cultura y el modo de vida oriental. Craso error el mío.
Si aceptamos que el comercio es el motor de la economía real, estaremos de acuerdo en admitir que el comercio mundial se dirime básicamente entre Asia y los Estados Unidos. Europa, ensimismada en su historia y sus tradiciones, e ignorante de su propia decadencia, apenas juega un papel de actor muy secundario en el entramado económico mundial. Abandonada a la economía del bienestar, al peso de una aplastante burocracia, al yugo de fuertes gastos públicos y a la limitación de la competencia, Europa ha perdido el tren de la economía. Y con ello los valores que conforman a las naciones que lideran la economía mundial: libertad, vigor, mercado, implicación y ambición.
Circunscribiéndonos al sector marítimo comprobamos cómo puertos como el de Singapur o el de Shangai son capaces de triplicar anualmente el número de contenedores movidos en Rotterdam. Comprobamos cómo el comercio marítimo mundial se centra en el eje Asia/Pacífico/USA o cómo astilleros europeos llegan a pagar royalties y patentes a sus competidores asiáticos. Comprobamos cómo el liderazgo en el sector conservero de la pesca mundial recae, a enorme distancia de sus competidores, en países como Tailandia o China.
Se podrá objetar que en todos estos países las cargas fiscales y laborales apenas redundan en las cuentas de explotación de sus agresivos empresarios. Y es cierto; en estos países los empresarios no se ven obligados a financiar aplastantes estructuras políticas y burocráticas que impiden el libre juego de los mercados. Esta defensa argumental, siendo parcialmente cierta, ha venido sirviendo de escudo a los países que conforman la vieja y desgastada Europa para evitar que sus estructuras económicas pudieran virar hacia nuevos horizontes de libertad. Y si bien parece aceptado que el futuro nunca se dibuja con líneas rectas, también parece más que evidente que, nos guste o no, el futuro, definitivamente, pasa por Asia.