La Fundación la Casa que Ahorra reclama que las viviendas sean saludables frente al ruido
El pasado 26 de abril, último miércoles de abril, se celebró el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido. Y tocó hacer reflexiones al respecto. La Fundación La Casa que Ahorra realizó un llamamiento para reclamar que las viviendas cuenten con niveles de eficiencia que garanticen la protección de la salud, no sólo desde el punto de vista térmico, sino también acústico. Esta protección debe asegurarse tanto frente al ruido del exterior como del interior del edificio, cuestión que, a día de hoy, en la mayor parte del parque edificatorio, no está garantizada.
Por poner un pequeño ejemplo de la situación que atraviesa el parque edificatorio español, la Fundación La Casa que Ahorra se remite a los 65 decibelios de umbral máximo recomendado a nivel europeo, mientras que en España más de 9 millones están expuestos de forma permanente a niveles de ruido superiores.
La solución que propone la Fundación La Casa que Ahorra es la misma que se emplearía en proteger la vulnerabilidad energética o en reducir la demanda de energía. No es otra que aislar los edificios, prestando importancia al aislamiento y carpintería de la envolvente térmica del edificio, además de un adecuado tratamiento de los tabiques y las divisorias interiores.
Ante esta situación, comenta Albert Grau, gerente de la Fundación La Casa que Ahorra, queremos plantear una hipótesis. Hasta el año 2013 no se aprobó y entró en vigor el Real Decreto 235/2013, que regulaba la certificación de la eficiencia energética de los edificios existentes, el cual comenzaba a visibilizar la componente energética en el conjunto de criterios que se podrían tener en cuenta a la hora de alquilar o comprar una vivienda. Esta herramienta ha permitido visibilizar cuestiones tangibles, como el ahorro económico en la factura energética que ofrece una vivienda de alta eficiencia frente a una de baja o muy baja eficiencia energética. Pero también, con esta información, como explica Albert Grau, “podemos valorar ciertos intangibles como la mejora del confort, la calidad de vida o la protección de la salud que proporciona una vivienda de alta eficiencia energética”. Probablemente si nos preguntaran, estos intangibles obtendrían una valoración económica mucho mayor, incluso, que los ahorros energéticos (y económicos) que podemos deducir a partir de la información del certificado de eficiencia energética.
Después de esta puesta en escena, el gerente de la Fundación La Casa que Ahorra quiere que “imaginemos que en 2017 se aprobase un Real Decreto que regulase la certificación de los niveles de protección frente al ruido, y que obligase a mostrar una etiqueta que valorase el comportamiento ante el ruido en las viviendas que estén en venta o alquiler, análoga a la que tiene la de eficiencia energética”. ¿Qué valor daría el ciudadano al hecho de poder descansar adecuadamente, no escuchar el ruido de los vecinos o el tráfico de la ciudad? Llegados aquí, Albert Grau traslada la pregunta de que si este valor es alto, ¿cuánto estaría dispuesto a pagar un ciudadano por vivir en un hogar que protege la salud de su familia frente al ruido?
Albert Grau lanza esta hipótesis para que tanto los ciudadanos como Administración Pública reflexionen con motivo del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, y no olviden que el primer paso, y que está en su mano, es acometer la rehabilitación de la vivienda con criterios de eficiencia energética para que los hogares ofrezcan realmente el confort térmico y acústico necesarios, y que nuestra salud no se vea perjudicada.