Antonio M. Echavarren, Premio Feique de Investigación 2010 y Medalla de Oro de la RSEQ
21 de enero de 2011
La sede de la Confederación Regional de Organizaciones Empresariales (Croem), en Murcia, acogió el pasado 15 de noviembre la celebración oficial de la octava edición del Día de la Química, organizada por el Foro Química y Sociedad y el Colegio Oficial y la Asociación de Químicos de Murcia. En el transcurso de la celebración -marco de entrega de premios de reconocimiento profesional, científico y académico con los que se pretende valorar y dar apoyo a los profesionales del sector químico en general- le fue otorgada al profesor Antonio M. Echavarren la Medalla de Oro de la Real Sociedad Española de Química y el Premio de Investigación de la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique), dotado con 10.000 euros.
En su discurso de recepción del Premio Feique de Investigación y Medalla de Oro de la Real Sociedad Española de Química, parafraseó a Henry Hill en ‘Goodfellas’ (‘Uno de los nuestros’), la película de Martin Scorsese. ¿Por qué? ¿Qué le atrae, de la química?
Creo que no es tan sorprendente. Recuerdo que en el colegio en el que estudié en Barcelona todo el bachillerato, La Salle Bonanova, éramos varios los que compartíamos esa afición. Ahora es más raro, pero antes, el tener productos químicos en casa y hacer experimentos, era común. A mi me atraía de la química el que parecía prometer una infinita oportunidad al descubrimiento, siendo a la vez más rigurosa que la biología y más humana y cercana que la física. La química, el mundo de lo muy pequeño, tiene tanto poder de fascinación para los jóvenes como la astronomía, en el mundo de lo muy grande. Por desgracia, esa capacidad de atraer a los estudiantes interesados en la ciencia no se aprovecha suficientemente por la falta de prácticas de laboratorio en las etapas preuniversitarias y por una docencia que pone el énfasis en aspectos secundarios, como la formulación, que son casi antipedagógicos.
Otra paráfrasis, esta vez de uno de sus héroes confesados, el Nobel de Química Robert Woodward: “En el trabajo de síntesis lo más importante no es el objetivo, sino lo que se descubre en el camino”. ¿Algún ejemplo concreto en su trayectoria investigadora?
Por poner un ejemplo, el querer entender una serie de transformaciones catalizadas por platino nos llevó a descubrir la catálisis con oro y, de ahí, a la invención de una serie de reacciones sorprendentes con este metal.
Sin embargo, a lo que realmente me refería, es que más importante que haber desarrollado nuevas reacciones y síntesis, lo más importante es haber formado a generaciones de investigadores que algún día serán los líderes de la química en España. He tenido la suerte de contar con los mejores doctorandos, investigadores posdoctorales y miembros de staff. El seguir contando con su entusiasmo es uno de los privilegios que espero seguir disfrutando.
“Los retos del siglo XXI son problemas químicos”, apuntó. ¿Cuáles son estos grandes retos, y por qué son problemas químicos? En otras palabras, ¿cómo aportará la química soluciones a estos grandes retos?
En química orgánica y organometálica quedan aún muchos aspectos por explorar. Así, por mencionar unos pocos, la activación de enlaces carbono-hidrógeno, la química organometálica del hierro, la activación del dinitrógeno son todos ellos problemas apasionantes y con enorme potencial práctico. En síntesis orgánica queda mucho por descubrir y hará falta muchos años antes de que podamos lograr el sueño de conseguir preparar cualquier molécula compleja de forma práctica y en un tiempo razonable.
Entre los grandes retos mencioné el problema del origen de la vida. El entender cómo se autoasocian, no sólo entidades moleculares, sino reacciones catalíticas hasta llegar a ser capaces de auto-replicación. Es un problema de una gran complejidad, pero exclusivamente químico. También cité a las nuevas fuentes de energía renovables y, especialmente, la energía fotovoltaica. El conseguir nuevas moléculas y materiales que consigan transformar la energía solar en eléctrica de una forma práctica o que permitan desarrollar sistemas nuevos de fotosíntesis artificial son retos apasionantes de la química. Finalmente, la nanotecnología molecular y supramolecular, punto de encuentro de químicos y físicos, nos permitirá abordar problemas químicos desde nuevas perspectivas.
Hablemos de formación. ¿Qué opina de la actual situación en España en lo que a la química se refiere? ¿Se ajustan los perfiles a la demanda en los distintos ámbitos?
Como ya he apuntado antes, la formación a nivel preuniversitario es deficiente. Se necesitan más horas de química y, sobre todo, faltan prácticas. A nivel universitario la situación es mejor, aunque se ha producido un deterioro en los aspectos prácticos en los últimos años.
¿Cuál sería su propuesta en este sentido?
En contra del sentir de muchos, yo creo que la nueva organización de los estudios superiores supone una oportunidad para mejorar la formación, evitando la excesiva especialización y la repetición de contenidos. Es también el momento de actualizar los programas de nuestros masters. Finalmente, sería conveniente aprovechar esta ocasión para poner énfasis en la mejora de la comunicación oral de nuestros estudiantes, especialmente en inglés, ya desde el primer año de la carrera.
Pasemos a la investigación. Una de sus líneas de trabajo se centra en la invención de nuevas reacciones catalizadas por metales de transición, especialmente el oro y el paladio. ¿Qué ventajas presenta la utilización de estos metales como catalizadores? ¿En qué tipos de reacción se utilizan y por qué?
El paladio se ha convertido en los últimos 30 años en el metal de transición con más aplicaciones en catálisis. La química del paladio, por sí sola, ha contribuido a cambiar radicalmente la forma en que se trabaja en los laboratorios de investigación y, especialmente, en la industria farmacéutica. También resulta ahora mucho más fácil el diseño de nuevos dispositivos moleculares gracias a la química de este metal.
La química del oro es mucho más joven, pero es muy probable que llegue a convertirse en una de las herramientas fundamentales del futuro. Los últimos 5-6 años de intensa investigación ya han dado lugar al descubrimiento de varias transformaciones catalíticas únicas que facilitan enormemente el acceso a arquitecturas moleculares complejas.
Otra de sus líneas de investigación apunta a la síntesis de hidrocarburos aromáticos policíclicos relacionados con el grafeno y los fullerenos, que son compuestos ‘de moda’, por así decirlo. Háblenos de esta línea de investigación y de sus aplicaciones. ¿Qué problemas presenta la síntesis de este tipo de compuestos?
Hace unos pocos años decidimos desarrollar una síntesis racional de fullerenos abiertos, que permitiese la síntesis a escala preparativa de fullerenos con metales en su interior. Dado el potencial de estos complejos ‘endoédricos’ en ciencia de materiales, su preparación sigue siendo unos de los objetivos de nuestro trabajo. Hasta ahora hemos conseguido cerrar lo que denominamos como ‘fullerenos aplastados’ para formar moléculas esféricas. Otro de nuestros objetivos es combinar química del oro con la del paladio para desarrollar rutas simples que nos permitan preparar de forma racional, química, nanografenos de tamaño suficiente para emular las propiedades del grafeno.
De un tiempo a esta parte son cada vez más las voces, la suya propia entre ellas, que alertan sobre la flagrante endogamia de las universidades y centros de investigación españoles. Con todo, no parece que, al menos por el momento, cambien mucho las cosas. En su opinión, ¿cuáles son las consecuencias de esta situación?
Hace ya bastante tiempo que éste es uno de los principales problemas de la investigación española. No se trata sólo de que resulte prácticamente imposible llegar a ser profesor o investigador en un centro distinto del de origen, sino que las vías para desarrollar una carrera investigadora independiente tras realizar una estancia posdoctoral son casi inexistentes.
Argumentos como el de la consolidación de grupos, el evitar la excesiva atomización de la investigación, etc., son sólo coartadas bajo las que se ha venido amparando la mediocridad. Se da la paradoja de que, aún siendo posible obtener financiación pública, los jóvenes investigadores tengan casi vedado el acceso al espacio propio de laboratorio para desarrollar nuevas ideas. Es ahí, a nivel muy local, donde radica el problema. Por esta razón, los mejores talentos ven ahogadas sus ilusiones en líneas de trabajo continuistas o se ven forzados a emigrar. Aunque no somos el único país en el que esto ocurre, los de primera fila en ciencia (Estados Unidos, Alemania, Suiza, entre otros) hace mucho tiempo que organizaron su ciencia de una forma más eficaz y competitiva.
Aún más grave que el daño que se hace al talento, es el que a medio plazo acabará sufriendo nuestra sociedad, que no rentabilizará la inversión hecha en ciencia y tecnología en los últimos años.
Usted es Group Leader del Institut Català d’Investigació Química (ICIQ) de Tarragona desde 2004. Háblenos un poco de este centro, ¿en qué es singular?
Yo me trasladé al ICIQ en 2004 desde una situación cómoda en el mundo académico español como catedrático y profesor de investigación del CSIC. Aún así, el proyecto del ICIQ parecía lo suficientemente atractivo como para sacrificar esa relativa comodidad. Tras 6 años no tengo ninguna duda de haber hecho lo correcto. Es cierto que el ICIQ es singular en muchos aspectos.
Aunque a los visitantes les pueda llamar la atención nuestros laboratorios, lo que resulta más notable es la calidad humana y excelente nivel de nuestro staff y técnicos de laboratorio, junto con la atmósfera de apoyo y colaboración entre los investigadores. El ICIQ garantiza la total independencia investigadora, incluidos los group leaders más jóvenes, a la vez que fomenta que se aborden problemas complejos en colaboración. La organización administrativa es también simple y eficaz y no existen departamentos que separen a la química artificialmente en subáreas.
Por último, querría destacar la excelente colaboración con la Universitat Rovira i Virgili, con la que compartimos servicios técnicos y la docencia a nivel de master. Aunque el ICIQ sea singular, nos gustaría que esto no fuese así. Desearíamos ser imitados en otras comunidades autónomas y ver más centros que apostaran por atraer a los mejores, especialmente a los más jóvenes.
“La ciencia debería ser parte de la cultura”, ha dicho en más de una ocasión. ¿Qué cree que podría hacerse para conseguirlo?
La química es parte de la cultura, aunque aparezca claramente en una posición muy discreta en los medios de comunicación en comparación con la física y la biología. Podemos echar parte de la culpa, con razón, a la superficialidad de estos medios, pero desde el mundo académico podemos hacer mucho más. En mi opinión, tendríamos que dejar a un lado esa mezcla de timidez y desdén con la que los químicos nos inhibimos a la hora de presentar en público nuestros logros. Debemos saber trasmitir la pasión por una de las ciencias más vivas y que más impacto tienen en la vida cotidiana de las sociedades avanzadas.
Hay un problema real de lenguaje que dificulta la comunicación: sólo los iniciados entienden el lenguaje de las moléculas y sus reacciones. Resulta paradójico que esto sea así cuando recordamos que no somos más que química y que algunos de los sentidos con los que nos comunicamos son puramente químicos. Pero, además, el público debe saber que tras el descubrimiento de nuevos fármacos y materiales, están los químicos que los diseñaron y que éstos, a nivel de creatividad, no están por detrás de los artistas.
Perfil
Antonio M. Echavarren (Bilbao, 1955) es doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), catedrático de Química Orgánica en la UAM, profesor de Investigación del CSIC y Group Leader en el Institut Català d'Investigació Química (ICIQ) en Tarragona desde marzo de 2004.
Su trabajo de investigación incluye la invención de nuevas reacciones catalizadas por metales de transición, en especial el oro y el paladio, así como la síntesis de productos naturales e hidrocarburos aromáticos policíclicos relacionados con el grafeno y los fullerenos. Echavarren es asimismo premio Janssen-Cylag de Investigación en Química Orgánica de la Real Sociedad Española de Química (2004) y Liebig Lecturer -División de Química Orgánica de la Gesellschaft Deutscher Chemiker (2006), entre otros.