El Guggenheim se limpia con química

Su utilización en el proyecto de Gehry fue toda una novedad, pero, por eso mismo, se desconocía cuál iba a ser su evolución y el tratamiento más adecuado para su limpieza. Cuando comenzó a hacerse evidente la alteración del aspecto exterior del museo, se recurrió al análisis de expertos, quienes determinaron que se había producido una alteración de la película natural de óxido de titanio debido a la acción de los agentes atmosféricos.
Para devolver su aspecto original al recubrimiento no podían aplicarse medios mecánicos ya que estos hubieran alterado la naturaleza y el espesor de la película natural de óxido de titanio, responsable de la textura y el peculiar colorido que el edificio ofrece a la vista. Este recubrimiento de titanio permite reflejar con variados matices los colores y las luces del entorno del museo. Tampoco era aconsejable desmontar las piezas para tratarlas en otro lugar ni instalar andamiajes.
Las 42.875 escamas de titanio, extendidas en unos 30.000 metros cuadrados de superficie, debían tratarse “in situ” y por procedimientos químicos.
El tratamiento adecuado parecía ser lo que se conoce como decapado-pasivado selectivo mediante aplicación de ácido seguido de un aclarado con chorro de agua. Pero ¿cómo aplicar el ácido de un modo controlado y seguro? La solución, ofrecida por la fundación privada Inasmet, fue desarrollar un innovador proceso basado en espumas estables que actúan como vehículo de los agentes activos, el ácido en este caso, y que permiten restaurar las películas alteradas en un tiempo muy corto, apenas entre 1 y 3 minutos. La espuma es aplicada por escaladores profesionales mediante envases presurizados y pistolas. Una vez cumplida su función, el producto se retira por aspiración, garantizando un impacto nulo en el entorno. inasmet