Entrevista a Joaquín Leguina, director del Observatorio Demográfico CEU
Joaquín Leguina, director del Observatorio Demográfico CEU. Fotógrafo: Ricardo Torres.
Si le preguntamos a Joaquín Leguina, director del Observatorio Demográfico CEU, cuáles son los principales motivos del descenso de la natalidad en nuestro país, detalla principalmente que “por una parte, está la caída continua de los nacimientos desde 1977 hasta finales de los 90; ahora cada año hay menos mujeres en edad fértil, y eso, por sí solo, para una misma tasa de fecundidad, lleva a que cada año nazcan menos niños. Además, está cayendo el número medio de hijos por mujer, algo que a su vez obedece a muchas sub-causas, que vienen de antaño. Esas sub-causas, a riesgo de simplificar, proceden sobre todo de una principal: la tremenda desvalorización social y legal que ha experimentado la maternidad/paternidad. También se tienen menos niños ahora que antaño por el descenso casi a cero de la mortalidad infantil y juvenil, pero eso sería inocuo si la tasa de natalidad solo hubiera caído lo mismo que la de mortalidad de niños y jóvenes. El problema es que la fecundidad se ha reducido mucho más que la mortalidad desde finales del siglo XIX”.
Concretamente, ¿cómo ha afectado la pandemia del COVID-19 a la natalidad?
En diciembre y enero de 2021 hubo descensos en picado en el número de bebés, por el pánico de nueve meses antes, con el comienzo de la pandemia. Pero tras esos dos meses ‘de plomo’, parece que se está recuperando ‘la vieja normalidad’ en fecundidad. Es decir, una tasa de fecundidad muy baja, pero no con los desplomes catastróficos de diciembre y enero.
¿Cuáles considera que son los principales retos para conseguir aumentar la natalidad?
El principal reto inicial es que la sociedad sea consciente de que no puede seguir con tan pocos niños, tanto por el desastre colectivo que eso supondrá como por la enorme soledad que entraña y entrañará para quienes no tienen hijos, hermanos, etc. Y, tras ello, que las élites políticas y no políticas impulsen decididamente, y de manera persistente (esto no es algo que se pueda revertir en poco tiempo) un cambio de políticas, leyes y mentalidades en favor de la natalidad, con medidas de apoyo económico a los padres, de prestigiar la maternidad/paternidad y de cambio cultural pro-natalidad y pro-familia. En suma, se trata de conseguir que las mujeres puedan alcanzar sus deseos, que —según las encuestas de fecundidad del INE— son mayores del doble del número de hijos por mujer que al final se alcanza. Cumplir ese deseo, que está por encima de 2,1 hijos por mujer, aseguraría el crecimiento de la población.
¿Cómo afectan las políticas de conciliación familiar y laboral en la demografía de nuestro país?
Se habla mucho de conciliación, pero se concreta poco: qué más hay que hacer en conciliación, y quién lo paga. Y una cosa más: el permiso de paternidad amplio y forzoso —una medida con un coste económico elevado—, a efectos de que nazcan más niños, no está sirviendo de nada, ni aquí ni en ningún país europeo. Es más, su ampliación progresiva en los últimos años en España —y fuera— ha coincidido con descensos adicionales del número de nacimientos. Es aventurado concluir que haya relación de causa-efecto entre una cosa y otra, pero es obligado señalar que las cosas han evolucionado así, y reflexionar sobre ello.
El futuro de la natalidad
Si le preguntamos a Joaquín Leguina, director del Observatorio Demográfico CEU, cuál es su previsión acerca de la evolución de la natalidad en España, indica que “es más seguro y sensato ‘proyectar’ que ‘prever’. Para lo primero, prolongas en el futuro las tendencias observadas desde la situación actual. Para prever hace falta, además, una buena bola de cristal, y de eso no tenemos en el Observatorio Demográfico del CEU. Pero vamos, las cosas pintan mal, por lo ya comentado de que cada año hay y habrá menos mujeres en edad fértil, salvo que empiecen a aumentar los nacimientos, y en las edades 20 a 24 años empiece a haber más. ¿Qué consecuencias tendrían las tendencias actuales? Casi todas muy negativas: menos savia joven, una sociedad más envejecida, mucha menos prosperidad económica, más soledad y empobrecimiento afectivo por falta de hijos, hermanos y parientes cercanos, partes crecientes de España sin apenas población, pérdida de relevancia internacional… Con la tasa de fecundidad actual y sin flujos migratorios, a finales de este siglo España perdería la mitad de su población, y dos tercios de la que tiene entre 20 y 64 años, las edades típicas de la población ocupada hasta ahora. En fin, un panorama muy feo: ¡necesitamos más bebés!”.
¿Cómo se podría mejorar la natalidad con políticas desde el Gobierno?
Si las políticas son las correctas por su amplitud, y por contener medidas sensatas contra todas las causas abordables de baja natalidad, y no se modifican en lo sustancial cuando cambie de signo político el gobierno, se podría mejorar bastante. Entre esas políticas debería figurar también el que se involucre activamente a la sociedad civil, ya que recuperar la natalidad perdida no es cosa solo de “los políticos”, sino de todas las “fuerzas vivas” de una sociedad, incluyendo la intelectualidad, los medios de comunicación y la gran empresa. En concreto, los gobiernos pueden aliviar muchísimo más de lo que ya se hace la carga fiscal a los padres en función del número de hijos, pueden promover (dentro de los límites de una sociedad liberal) que se recupere el prestigio social de la maternidad y paternidad, pueden incentivar legalmente la estabilidad familiar. Pueden hacer mucho. Ahora bien, si con todo eso no se lograse un cambio de mentalidades muy apreciable en favor de que se tengan más niños y se formen familias estables, serviría de poco.
Mirando al exterior, ¿qué países considera que implementan una buena política de mejora de la natalidad?
El único país occidental con una natalidad sana es Israel. Pero claro, es una nación única e irrepetible, que en gran parte consigue esa mayor fecundidad por sus minorías ultraortodoxa, ortodoxa y árabe, y que vive amenazada de forma permanente, y eso debe de ayudar a que se aferren a la vida y creen más vida. Podemos inspirarnos en muchas cosas buenas pro-natalidad que se han hecho en Francia, los países nórdicos o algunos países del Este, como Hungría o Polonia. Pero ninguno de ellos ha conseguido resultados suficientes, y en el caso de los países occidentales referidos, la fecundidad va claramente a la baja desde hace años.