JARC conecta a los consumidores con los productores en un nuevo experimento social
Un consumidor sentado en un taburete. A su izquierda una cortina lo separa de la productora del fuet que sostiene en la mano, pero él no lo sabe. Cuando le preguntan sobre lo esencial de aquel producto, habla de su consistencia, del gusto a pimienta... Como la mayoría de consumidores sus respuestas hacen referencia a cualidades físicas y tangibles. A continuación, habla la ganadera que lo ha producido, su voz sale de detrás de la cortina: “Me gustaría que el fuet pudiera hablar sobre todo el trabajo y el esfuerzo que hay detrás”.
Esta respuesta sintetiza muy bien lo que valoran y consideran esencial los productores de alimentos. Está más relacionado con el proceso de elaboración y cuestiones intangibles, como la dedicación y el trabajo que requiere producirlos. Las etiquetas son demasiado pequeñas para explicar todo el trabajo que hay detrás, desde que se planta una cepa hasta que el vino llega a una bodega o la mesa de una cena. Otro factor que destacan es que se trata de un producto de proximidad, porque implica que estás ayudando a hacer que la gente pueda vivir de los frutos del campo, y se quede en las zonas rurales de Catalunya.
El punto de partida de este experimento es un contexto en el cual, en los últimos años, hemos sido expuestos a una sobrecarga de información, que nos ha alejado de la realidad. El consumidor se encuentra sumergido en un mar de tendencias de mercado que lo hacen olvidar cuáles son sus necesidades reales. La oferta es amplia y las exigencias cada día más altas. Mientras que los productores luchan para obtener precios más justos (el precio que reciben puede ser un 200 o 400% menos que lo que cuesta al consumidor) para poder continuar viviendo de los productos de la tierra y hacer crecer y proteger, a la vez, su entorno, su territorio.
Una vez que todos los participantes han respondido, baja la cortina y se vuelve a reformular la pregunta para saber si cambiarían sus hábitos de consumo. Y así valoran los consumidores a los productores, después de haber reflexionado sobre el tema: son conscientes que es un trabajo de 24 horas al día, 7 días en la semana, 365 días el año; que requiere total dedicación y vocación, y que no está bastante valorado. Con la pandemia, recuerda una de las participantes, hemos podido comprobar que es un sector esencial, pero “parece que algunos sectores son invisibles”. Como escribió el gran Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, “Lo esencial es invisible a los ojos”.