Una dieta mediterránea rica en aceite de oliva y frutos secos es efectiva para prevenir la arteriosclerosis
Las enfermedades cardiovasculares (ECV) siguen siendo la primera causa de morbimortalidad en nuestro país. En España, de las 350.000 muertes que se producen anualmente, unas 130.000 están causadas directamente por problemas circulatorios, y un tercio de estas están relacionadas con la arteriosclerosis. La arteriosclerosis es la enfermedad de las arterias que consiste en la pérdida de su elasticidad, convirtiéndose en vasos más gruesos y rígidos, dificultando la circulación de la sangre y aumentando las posibilidades de infartos y accidentes cerebrovasculares.
Se trata de una patología asintomática y muy extendida entre la población. El conocimiento y detección de los factores de riesgo desempeñan un importante papel para la valoración del riesgo cardiovascular. “La prevención de la enfermedad cardiovascular debe ser multifactorial, interviniendo sobre todos los factores de riesgo a la vez”, señala Miguel Ángel Brito, endocrinólogo en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid. “Los principales factores de riesgo que inducen la arteriosclerosis son: hipertensión, colesterol elevado, hiperglucemia y sedentarismo. Sin olvidar que el tabaco es el principal factor de riesgo a evitar para reducir la morbimortalidad cardiovascular”, añade Brito.
Por eso, los expertos reunidos en el 58º Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) recalcan la importancia de que una dieta tipo mediterránea, rica en aceite de oliva y/o frutos secos, es efectiva para prevenir esta enfermedad y sus consecuencias. Asimismo, realizar ejercicio físico diario o practicar un deporte. También, controlar los factores de riesgo comentados, evitando la aparición de obesidad, optimizar los niveles de glucemia en pacientes con diabetes, y controlar los niveles de colesterol y las cifras de tensión arterial. En definitiva, desarrollar unos hábitos de vida saludables para toda la población.
Por su parte, Jesús Millán, jefe de Servicio de Medicina Interna en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, señala que además de todos estos elementos preventivos: “Existen factores de riesgo lipídicos que son considerados también como contribuyentes decisivos al riesgo cardiovascular, y que no son estrictamente los clásicos como el colesterol total o el LDL.” Los factores de riesgo lipídicos se agrupan en tres ramas, según explica Millán: “La dislipemia LDL-dependiente (que ahora sabemos que es un agente causal de la arteriosclerosis), la dislipemia no-LDL-dependiente (principalmente lipoproteínas ricas en triglicéridos y HDL), y la Lp(a), un factor de riesgo a veces minusvalorado y que juega un papel importantísimo en ausencia de los anteriores”.
El reconocimiento de la dislipemia como factor de riesgo y, en concreto la hipercolesterolemia por aumento de colesterol LDL, supuso un primer hito. “Las estatinas, desarrolladas en la década de los 70, han sido los fármacos estrella en el abordaje terapéutico de esta patología, que han logrado reducir las cifras de colesterol y, sobre todo, el número de eventos cardiovasculares y la mortalidad cardiovascular. Aunque, en general, son fármacos bien tolerados, hay pacientes que no los toleran, y/o que, a pesar de recibir dosis máximas de los tratamientos actuales, no están adecuadamente controlados”, explica Brito.
Durante el congreso, los profesionales han apuntado hacia una nueva diana terapéutica que permite mediante su inhibición lograr una mayor reducción de colesterol LDL y de la que se espera una mayor reducción de eventos cardiovasculares y la mortalidad.
Otro de los aspectos destacados sobre este tema ha sido el interesante debate científico sobre el rol que puede ejercer la vitamina D sobre la enfermedad cardiovascular. Más allá del metabolismo óseo se ha demostrado que los receptores de la vitamina D son ubicuos incluyendo su identificación en el corazón y los vasos sanguíneos, además de otros órganos y tejidos relacionados con el desarrollo de factores de riesgo de la arteriosclerosis, en general, y la enfermedad cardiovascular, en particular.
Según Wifredo Ricart, jefe de servicio de Endocrinología y Nutrición en el Hospital Universitari de Girona, Dr. Josep Trueta, “existen estudios observacionales que demuestran una correlación entre el déficit de vitamina D y la presencia de enfermedad cardiovascular. Hasta el día de hoy, los resultados de los ensayos clínicos no demuestran ninguna eficacia. Por este motivo, con la evidencia actual no debe darse vitamina D ni para la prevención ni para el tratamiento de la enfermedad cardiovascular”.
Según los profesionales, falta conocimiento suficiente para poder ser categórico, pero la impresión actual es que la concentración de vitamina D no es más que un índice de la exposición solar, sin un significado directo de lo que ocurre a nivel celular; lo que explicaría la discordancia de resultados entre la investigación básica, la epidemiológica y la clínica.