Entrevista a Antonio Luque, director general de Dcoop
El grupo agroalimentario Dcoop, fruto de la unión entre Tierras Altas con Hojiblanca, es hoy “líder mundial en el sector oleícola”, según asegura a Interempresas su director general, Antonio Luque. “Desde el mismo día de nuestro nacimiento, somos firmes aspirantes a convertirnos en una gran cooperativa agroalimentaria europea sumando nuevos sectores como la ganadería o el cereal”.
Dcoop es la fusión de Tierras Altas con Hojiblanca. ¿Qué les ha llevado a unirse?
Esta unión mejora los recursos a nuestro alcance para lograr nuestro objetivo: conseguir mayor rentabilidad para los productores mediante el ahorro de los costes de transformación y la mejora de la comercialización de nuestros productos.
Dicen que su objetivo es buscar la mayor rentabilidad para sus socios. ¿Cómo?
Como lo haría cualquier gran compañía que persigue mejorar sus resultados: abaratando el coste de los insumos, optimizando los recursos humanos y fabriles, profesionalizando la fuerza de ventas, abriendo nuevos mercados y nuevos canales...
¿Cómo se ha cerrado esta campaña oleícola 2012/2013?
Pues ha sido un año francamente malo, de escasa producción y precios aceptables, por tanto, de pocas operaciones. No obstante, a nivel productivo un descanso después de varias campañas con producciones en niveles históricos siempre viene bien a los olivos, lo que ha traído como consecuencia un repunte de precios.
¿Cuáles son los principales destinos de nuestros aceites?
Tenemos oficinas permanentes en China y Estados Unidos, y una fuerte presencia en la Unión Europea, México, Brasil, Irán, Japón, países de la antigua Unión Soviética, Sudáfrica, países árabes… La actividad exportadora centra buena parte de nuestra estrategia de ventas y supone una importante vía de crecimiento dentro de los planes de desarrollo de Dcoop.
¿Qué tipo de aceite se consume más en nuestro país? ¿Y en el exterior?
Aunque persiste la confusión en el consumidor sobre las calidades de aceite, los vírgenes han avanzado considerablemente sobre los olivas en los últimos años. Se trata de un producto de gran calidad, competitivo en precio con los refinados. El extra se mantiene dentro y fuera de nuestras fronteras como líder indiscutible aunque los precios condicionan mucho la evolución del mercado. Es un problema que se pueda percibir como un producto excesivamente caro, cuando las exigencias reglamentarias obligan a embotellar un aceite de gran calidad que realmente vale lo que cuesta fabricarlo.
¿Qué podría decirnos de la rentabilidad para el agricultor? ¿Con qué márgenes de beneficio cuenta el agricultor en España? ¿Y los productores de aceite de oliva?
Operamos en un sector donde se manejan grandes volúmenes pero el margen de beneficio neto para el productor es realmente ajustado. Los agricultores deben estudiar los costes de transformación de su producción al milímetro para poder obtener una rentabilidad real, más allá de las ayudas que puedan complementar los ingresos. Es ahí donde Dcoop pretende convertirse en un aliado ofreciendo a cada socio las ventajas de haber aunado esfuerzos.
¿Cuáles son las previsiones para la próxima campaña?
Tenemos grandes esperanzas puestas en la campaña que ahora comienza en cuanto a la recuperación de la producción. Debemos gestionar lo mejor posible las ventas para evitar que las cotizaciones caigan a niveles por debajo del umbral de rentabilidad.
¿Qué producción prevén?
Los olivos están teniendo un comportamiento óptimo. Hemos aforado 250.000 toneladas. Confiamos en que los precios se mantengan en un nivel aceptable, pero nos tememos que no serán tan aceptables como en la anterior.
Defienda el consumo de nuestro aceite en nuestro país frente a otros de países de nuestro entorno.
El consumidor ejerce su poder de compra cuando le cuadra una sencilla ecuación: calidad/ precio. En ese sentido, el aceite de oliva español está en disposición de dar sobrada respuesta. Además, representa un pilar en la economía nacional y da de comer a decenas de miles de familias. No es mucho pedir que cada español sea embajador de nuestro aceite de oliva. Ahora bien, operamos en un mercado global y de igual forma que nosotros aspiramos a tener penetración en otros países, somos conscientes de que no existen más fronteras que las que el consumidor quiera ponerse. Además, hay algunos países que competitivamente tienen costes de producción (por bajos salarios, no exigencias de controles sanitarios…) inferiores a los nuestros.
¿Cuál cree que es el nivel de nuestras empresas productoras en cuanto a tecnología y maquinaria se refiere? ¿Están a la vanguardia tecnológica? En términos generales, ¿gozan de instalaciones y equipos modernos y actualizados?
Creo que los agricultores están haciendo verdaderos esfuerzos por modernizar sus fincas, aún no obteniendo del cultivo la rentabilidad deseada para invertir en equipos que les ayudarían a tener fincas mucho más productivas. Hay que tener en cuenta que el olivar está en manos de minifundistas. Sólo en Dcoop tenemos 65.000 familias trabajando el campo. En los siguientes eslabones (transformación y comercialización) sí somos un país competitivo y líder en la mayoría de las facetas.
¿Cree que las diferentes normativas que regulan el sector se adaptan a las necesidades?
Decía que somos líderes en la mayoría de los campos, pero no en otros. Precisamente estamos dejando que los intereses de otros países se impongan en la normativa internacional, a la vez que asistimos a un problema de inseguridad jurídica creado en nuestro propio país, por ejemplo, como en la gran disparidad existente entre paneles de cata, que sigue sin resolverse, que precisamente se están usando como argumento para atacar a los aceites españoles. Existe mucha normativa que viene a constreñir las relaciones comerciales tratando de perseguir un presunto fraude por la disparidad en las valoraciones organolépticas, cuando no se persigue el de las mezclas, por ejemplo.
¿Qué puede decirnos acerca de las ayudas de la PAC? ¿Están a la altura?
Como director general de Dcoop sólo puedo decir que trabajamos cada día para que el agricultor no dependa tanto de estas ayudas. Es más, como agricultores, a veces la incertidumbre sobre las mismas nos impide crecer y planificar con la altura de miras que requiere nuestro futuro. Eso no quita que las defendamos y nos acojamos mientras existan.
El Gobierno acaba de ratificar su intención de prohibir las aceiteras rellenables en bares y restaurantes. ¿Cuáles cree que pueden ser las consecuencias para el sector de los fabricantes? ¿Y para la hostelería? ¿Y para el consumidor? Háblenos de los pros y contras.
La decisión responde a una reivindicación histórica del sector por lo que supone una gran noticia que debería haber llegado hace tiempo para evitar, como ocurre en la actualidad, que aún haya quien encuentre en esta medida una barrera en lugar de una oportunidad. Ganamos todos: los fabricantes, porque sus aceites saldrán al mercado con el valor añadido de estar envasados; la hostelería, porque mejorará su imagen de calidad y servicio, y el consumidor, porque, al fin, podrá identificar lo que se está comiendo, como ya ocurre con la inmensa mayoría de los productos de autoservicio en bares y restaurantes.
El del aceite de oliva es un sector estratégico en nuestro país, sin embargo, asegura que dejamos que los intereses de otros se impongan en la normativa internacional. ¿No sabemos defender nuestros intereses en Europa?
La clave está en conocer cuáles son los intereses para poder defenderlos como se debiera en Europa. En mi opinión, hay que abandonar la producción como eje en torno al que ha girado casi exclusivamente el debate del sector en la UE para centrarnos en pelear por mejorar la comercialización. Sólo así avanzaremos en nuestro principal reto: mejorar la rentabilidad para el agricultor. Ya me he referido antes al liderazgo, en qué creo que somos líderes y en qué no.
¿A qué otros retos se enfrenta el sector en la actualidad?
Creo que habría que ahondar en la percepción que el consumidor tiene del producto. Debemos asegurarnos de que conoce lo que supone adquirir un extra, un virgen o un oliva, el valor real de lo que compra, sus diferentes usos y el abanico de posibilidades que le ofrece el mercado. Hay que informar al consumidor para que sus decisiones respondan a criterios ciertos y no a los intereses de turno de los intermediarios entre éstos y los productores. Y por supuesto incrementar la promoción para aumentar el consumo al ritmo que la producción. A nivel organizativo, es imprescindible e ineludible la concentración de la oferta, y por esa senda vamos caminando desde hace años.