Tribuna de opinión
La peluquería incomprendida
Gonzalo Fuster-Fabra es un Licenciado en Derecho con una amplia experiencia en el sector de la belleza y los negocios. Ha trabajado como abogado especializado en áreas como el derecho mercantil y fiscal durante más de diez años.
La peluquería es un ámbito que encierra un grado notable de endogamia, solo aquellos que la conocen y la practican comprenden que es un universo lleno de creatividad, proactividad, ilusión, resiliencia y contacto humano directo. Como tal, posee características que la distinguen y la hacen afín a otras profesiones. Es un oficio de personas para personas, donde el perfeccionismo prevalece y el profesional transmite su energía al tocar a sus clientes. Sin embargo, es diferente en cuanto a que, a pesar de ser un sector socialmente subestimado, tanto en moda como en oficio, es vocacional y está mal remunerado. Esto se debe a que nadie paga lo que realmente cuesta un servicio bajo las condiciones que actualmente se ofrece en el mercado español.
¿Por qué afirmo esto con tanta certeza?
Esta afirmación es contundente, en otros oficios, se cobra el desplazamiento equivalente a una hora de trabajo, además del tiempo y material utilizados, en cambio, en la peluquería, se requiere una infraestructura de negocio significativa, incluyendo inversión en obra civil y decoración. Además, se enfrentan a tiempos muertos de producción, no se cobra por los retrasos de los clientes, y el precio de los servicios no refleja el coste real del profesional, integrando el producto en el precio del servicio. Por lo tanto, la peluquería no se paga ni al costo ni al valor que realmente tiene.
Es un sector mayoritariamente femenino, con un 86,2% de mujeres, según el último observatorio de peluquería, que ha contribuido a crear una sociedad más igualitaria, justa y amable. La peluquería ha evolucionado desde sus raíces higiénicas, donde las mujeres se lavaban el cabello en salones de belleza una vez a la semana y los hombres arreglaban sus barbas y se afeitaban a diario.
Hoy, la peluquería es moda con mayúsculas y representa cómo las personas se ven ante los demás y ante sí mismas. Es la manifestación de lo que queremos ser y, a menudo, sin los medios necesarios, nuestro peluquero o peluquera lo hace posible, permitiéndonos parecernos a ese personaje que nos aporta tranquilidad, seguridad y serenidad a través de nuestra imagen.
La peluquería va más allá de la higiene, que es la interpretación de una forma de ser, de vivir, de trabajar y de relacionarnos con el mundo. No es efímera como un traje que nos ponemos y nos quitamos a diario, ni un maquillaje que desaparece cada noche. La peluquería es nuestro estilo y permanece cuando nos levantamos, construimos nuestra vida diaria y nos vamos a dormir. Es el sello de nuestra identidad. Sus formas, colores, estilos y tratamientos hacen de la peluquería una profesión única, donde el peluquero o la peluquera fusiona sus conocimientos, habilidades y vocación para hacernos sentir mejor.
La peluquería es diferente y lo afirmo con orgullo. Sus profesionales están en peligro de extinción. Son sensibles, trabajadores, vocacionales y con un afán de superación diario que es difícil de encontrar en otros trabajos. La peluquería es sensible y humana. Es la reinterpretación de un mundo mejor en el que las personas vuelven a ser personas, reinventándose a sí mismas cada día al abrir sus salones, siempre con la satisfacción de un trabajo bien hecho.