Alexander Kiryliuk: el testigo de los clásicos

por Neus Hilari

En cuanto empezamos a preparar este número especial novias que tenéis en vuestras manos, tuvimos claro desde un principio que no queríamos que nos faltara Alexander Kiryliuk, el peluquero bielorruso afincado en nuestro país, que ha conseguido convertirse en uno de los profesionales especializados en recogidos más destacados de España. Alexander nos recibió en su lujoso salón de Barcelona para charlar sobre sus inicios en Bielorrusia, un país tan diferente al nuestro en tantos aspectos, su establecimiento como profesional en la Ciudad Condal y su particular visión sobre ese servicio que pocas novias pasan por alto en el día de su boda: el recogido.

¿En qué momento te diste cuenta que querías dedicarte a la peluquería?

En mi familia somos cinco hermanos, de los cuales yo soy el más pequeño. Todos tenemos en común que sabemos cortar el cabello y lo curioso es que la técnica va mejorando en cuanto los hermanos son más pequeños, de modo que yo, al ser el menor, soy el único de la familia que es profesional de la peluquería (risas).

A partir de ahí, ¿cómo fue tu formación en la profesión?

Una vez que decidí que quería dedicarme profesionalmente a esto, a los 15 años estudié durante tres años en el Colegio de Peluquería y cuando terminé pude verificar que realmente me encantaba este oficio y fue cuando me matriculé en la Universidad de Peluquería –los estudios de peluquería en Bielorrusia duran cinco años y son equivalentes a una licenciatura–, donde estudié durante tres años más. Los estudios en Bielorrusia son mucho más profundos y profesionalizados que en España e incluyen clases profundizadas sobre Historia del Arte, Historia de la Peluquería, Moda, Cine, etc. Son estudios donde la peluquería se trata como un arte.

¿Cómo fueron tus inicios como profesional?

Antes de terminar mis estudios ya tenía claros mis inicios profesionales. Como siempre he sido una persona muy activa, me encargué de montar mi propio equipo creativo en la universidad, con el que me presenté a concursos y eventos, ganando incluso algunos de ellos. Gracias a esta iniciativa, tanto mi equipo como yo terminamos la carrera siendo distinguidos con diplomas rojos, que serían equivalentes a la matrícula de honor española. Todo esto me sirvió para que en uno de estos concursos, que patrocinaba Schwarzkopf Professional, conociera a la directora bielorrusa de la firma, que justamente se había quedado sin peluquero en su salón y me ofreció que yo ocupara su puesto, con tan sólo 20 años. Además, también me invitó a trabajar como técnico de marca para Schwarzkopf Professional, que acababa de entrar en el mercado bielorruso, por lo que empecé con ellos desde cero haciendo eventos, cursos, etc. Durante un año compaginé el trabajo en el salón con el de técnico de Schwarzkopf Professional, pero finalmente tuve que dejar el salón porque el día a día con la firma absorbía casi todo mi tiempo profesional.

Antes de trasladarte a Barcelona, ¿cómo era tu vida profesional en Bielorrusia?

Mi trabajo con Schwarzkopf Professional creció tanto que me ascendieron, primero como técnico y estilista de la firma en seis países: Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Georgia, Azerbaiyán y Armenia, y después hasta la posición de PPS. Además, como Bielorrusia es un país muy pequeño y todavía no disponía de Academia Studio de Schwarzkopf Professional, yo me encargué de abrirlo, de modo que creé también un salón propio donde, durante los fines de semana, se desarrollaban actividades de Schwarzkopf Professional. Era un salón que creció de un modo muy rápido, donde empezamos con un equipo de dos personas y terminamos siendo diez. Como la gente nos conocía por nuestro trabajo en Miss Mundo, Miss Europa, Miss Bielorrusia o en los cursos con Schwarzkopf Profesional, era tanta la demanda de clientes propios con cita que nunca pudimos atender demandas de servicios sin cita previa.

¿Por qué razón te trasladaste hasta Barcelona?

Llegó un momento en que mi puesto de PPS para Schwarzkopf Professional en Bielorrusia desapareció, porque fue absorbido por los países bálticos, por lo que desde la firma me invitaron a trabajar desarrollando el mismo puesto desde Letonia. Aún así, en mi cabeza ya sonaba la opción de trasladarme a España para vivir en Barcelona, cerca del mar, del sol… (risas).

¿Cómo empezaste como peluquero en una ciudad tan alejada de tus raíces?

Lo primero y más importante que hice en cuanto llegué fue ponerme a estudiar español, porque no sabía ni una palabra del idioma. De modo que antes de trasladarme estuve un verano entero estudiando español y fue entonces cuando, a través de un amigo que es modelo y trabajaba para Cebado y BlueStation, conocí a Félix Rojas, quien me invitó a trabajar en su salón, donde estuve seis meses.

¿En qué momento decidiste montar tu propio salón en Barcelona?

Fue justo entonces, aunque en el salón de Félix Rojas había muy buen equipo y un gran ambiente, decidí que quería tener mi propio salón y realizar mis propios eventos. Fue así como creé mi salón en Barcelona y formé mi equipo a partir de profesionales jóvenes a quienes me he encargado de formar para crecer todos juntos, trabajando de un mismo modo e yendo hacia misma dirección.

¿Qué diferencias más notables encuentras entre el modo de vivir la peluquería en Bielorrusia en comparación con España?

En líneas generales, a la figura del peluquero se la valora más en otros países, no sólo en Bielorussia. En España generalmente el cliente va a un salón por cualquier motivo pero no por un peluquero concreto, la gente suele escoger la peluquería por la cercanía con su domicilio antes de por la profesionalidad del peluquero, por ejemplo. En Barcelona es casi imposible que un cliente cruce toda la ciudad sólo para ir a un salón concreto, cosa que en Rusia, por ejemplo, sí se hace. En mi salón tengo clientas rusas que vienen aquí desde Tarragona, Platja d’Aro o Girona sólo porque aquí han encontrado a su peluquero ideal y no les importa desplazarse.

En tu manera de hacer peluquería destacan los trabajos de forma y los recogidos. ¿Por qué te especializaste en este campo y no tanto en color?

Los trabajos de forma te permiten ser más artístico y creativo profesionalmente. Aunque hoy en día el color también permite mucha creatividad, hace unos años no era así, ya que cuando yo estudiaba casi no disponíamos de tintes profesionales, trabajábamos con tintes del mercado, así que lo que te permitía ser más creativo y poder desarrollar más la imaginación eran los recogidos. También es cierto que ahora los concursos de peluquería incluyen también categorías de corte y color, pero antes eran más centrados en los recogidos, así que era básico dominarlos para poderte presentar.

¿Cómo crees que ha evolucionado el recogido en los últimos años? ¿Cuáles son las tendencias que más triunfan hoy en día?

Actualmente, las clientas buscan recogidos cómodos y modernos, no quieren según qué tipo de ondas porque, automáticamente, les proporcionan una imagen anticuada. La tendencia va hacia los recogidos más naturales, con algún mechón suelto sobre la cara y no tan tirante como hace unos años. Este tipo de recogidos tiene también su dificultad, ya que previamente debe trabajarse muy bien el cabello con producto para que el resultado final sea natural pero muy duradero.

En cuanto a los recogidos de novia, ¿qué debe tener de especial este tipo de peinado para que se diferencie de los demás recogidos?

En los recogidos de novia hay que hacer trabajos que pueden ser vistos desde cualquier ángulo por todos los invitados pero, sobre todo, hay que mantener la personalidad de la novia. Tiene que estar guapa, sí, pero sin que parezca disfrazada. El otro punto a tener en cuenta es la discreción; el recogido debe ser un accesorio de la novia, nunca al revés.

Que las novias demanden peinados especiales es un clásico. ¿Pero qué hay de los novios? ¿Ha habido un incremento en la demanda de servicios para ellos?

Sigue habiendo chicos más “antiguos” (risas) a los que no les importa no cuidarse el día de su boda y que no quieren ni tapar las ojeras, rojeces o manchas; pero sí es verdad que hay muchos chicos a los que les explicamos que con unas técnicas de maquillaje y cuidado discretas se van a ver mucho más arreglados al lado de la novia y lo aceptan sin reservas.

Además de tu propio salón, también realizas tus propias colecciones de imágenes, cursos y trabajos para Schwarzkopf Professional. ¿Cómo compaginas todos los aspectos de tu profesión?

¡Es muy fácil! Ante todo, debes rodearte de un buen equipo, que se lleven bien entre ellos y que pueda funcionar cuando tú no estás en el salón. Esto implica que el salón debe estar muy organizado y cada persona del equipo debe haber entendido e interiorizado muy bien cuál es su trabajo. No me gusta tener en mi equipo a profesionales sobre los que tengas que estar siempre encima, sino la gente libre, que sabe lo qué puede y lo qué no puede hacer según su puesto de trabajo.

De todos los trabajos que desempeñas, ¿cuál es el que te llena más como profesional?

Lo que me llena más es el conjunto de todas las facetas. Si te dedicas sólo a una, con el tiempo se convierte en rutina y pierdes la ilusión y la creatividad. Haciendo cosas fuera del salón me inspiro y me sirve para no dejar de ser creativo en ninguno de los trabajos que desempeño. Además, la realización de cursos te obliga a crear cosas diferentes, ya que si en un curso de recogidos siempre impartes las mismas técnicas y los mismos estilos, al final la gente pensará que ya no tienes nada más que ofrecer. Por eso me gustan los cursos, porque son un buen empujón para desarrollar la creatividad y buscar nuevas ideas.