Tengo alopecia, ¿qué hago?
Ante situaciones como la descrita hay quien reacciona ayudando a ese cliente en apuros a mantener su imagen, y al poco ve como cada día más afectados acuden a su salón. Ese fue el caso de Elvira Mera o Ángela Navarro.
Otros expertos como Trisha Buller MIT SRSH Senior Consultant Trichologist del británico The Institut of Trichologists o Jesús Saiz Vidal eligieron muy jóvenes esta faceta de la profesión: la de ofrecer soluciones a las personas con problemas capilares.
Alopecias
Hay muchos tipos de alopecias y muchas causas. Un peluquero bien formado puede hacer un diagnóstico correcto y explicar a su cliente en qué estado se encuentra su afección y hasta qué punto se pueden obtener resultados. En el mejor de los casos, hay tratamientos anticaída que pueden frenar el proceso y recuperar el cabello. En los peores, habrá que recurrir a la posticería. Ángela Navarro insiste en que “es muy importante no generar falsas expectativas porque ponen mucha fe en nosotros y se les debe hacer partícipe de su proceso”.
Sebastià Durany de Capel·lo nos confirma una información aparecida recientemente en la prensa: los millenials están perdiendo antes el cabello. Los chicos de 25 y 30 años quieren disimular las calvicies incipientes, mientras que ellas sufren pérdidas de cabello difusas por el estrés. “Todavía resulta más traumático para una mujer”.
Las cuatro patas de una silla
Para Paloma García Mediero, licenciada en farmacia y directora técnica de Kapyderm “es como una silla con cuatro patas, si falta una, cojea”. El profesional de la peluquería debe ser un gran artista para poder realizar peinados y coloraciones creativos, poseer una buena técnica para hacerlos realidad, gestionar bien su negocio y por supuesto conocer profundamente la piel y el cabello porque es su materia prima. Con demasiada frecuencia, falta formación. Si es el caso, lo recomendable es derivar al cliente a un experto.
Atender a clientes especiales
Suelen ser personas muy sensibles o muy acomplejadas, incluso pueden estar afectadas psicológicamente. Con este tipo de clientes se ha de ser muy cercano, empático y darles libertad para expresarse en un espacio reservado. Luego se les debe mostrar que con las técnicas actuales pueden hacer una vida normal conservando su imagen. “Esto les proporcionará una buena dosis de positividad”, señala Jesús. Trisha Buller del británico The Institute of Thricologists lo dice de esta manera “los clientes han de sentir que están en buenas manos, es cuestión de confianza, empatía y saber cómo ayudar”. Si se consigue un buen resultado, suelen ser clientes muy fieles.
En las quimioterapias o de alopecias severas es aconsejable acudir a los centros especializados cuando aún no ha empezado la caída del cabello porque ayuda al peluquero a elegir el color y el estilo correcto de la peluca para que no se note el cambio. Lamentablemente muchas personas van cuando la pérdida ya se ha iniciado. Entonces, todo es más complicado. Mientras entrevistamos a Sebastià Durany una mujer de mediana edad entra en la sede de Capel·lo acompañada de su marido y su hija. Le recomiendan que decida ella sin dejarse influenciar porque “es quien debe llevar esa peluca y tiene que sentirse a gusto”.
¿Por qué hay diversidad de precios?
Elvira tiene clientes que se desplazan 200 km. Sebastià Durany nos cuenta que algunos clientes viajan desde Andalucía hasta Sabadell. ¿Por qué? Faltan especialistas, por un lado, y por otro, la picaresca. Hay quien cobra hasta 4.000 euros por una peluca, que “vendemos por mil y ganamos dinero”, apostilla Elvira.
Una peluca de fibra de buena calidad puede costar entre 175 y 400€, mientras que una de cabello natural no baja de los 700-800€, precio venta al público. Hay productos más baratos, pero de peor calidad. Si son mucho más caros, un abuso.
Actualmente se distinguen dos tipos: el cabello artificial y el natural. El artificial aunque sea de calidad como el kanekalon, es un plástico fácil de fabricar, más económico e imposible distinguir de uno natural. El cabello natural de calidad procede de la India. Cuando proviene de otras regiones, se le ha de tratar químicamente para que se parezca al europeo y eso lo hace frágil y quebradizo. Como la demanda supera a la oferta, el bueno es caro.
Además del precio, la diferencia reside en los cuidados y en la flexibilidad. Una peluca de cabello natural requerirá atenciones similares al propio cabello. En cambio una de fibra basta con lavarla y recuperará su forma. Pero no es tan fácil de cortar ni peinar ni de cambiar de color. Por otro lado, las fibras artificiales son muy sensibles al calor. En ambos casos, lo importante es que sea de alta calidad.
Buena oportunidad de negocio
Hoy día los salones de peluquería ofrecen los mismos servicios y acaban compitiendo por calidad o por precio. En este sentido introducir los tratamientos capilares y/o la posticería puede ser un factor de diferenciación y una fuente de ingresos adicionales. Manuel Pérez de TR10 entiende que es una fantástica opción profesional debido a la escasez de especialistas. Admite que son casos complicados debido a la carga emocional que conllevan, pero aportan profesionalidad, prestigio, publicidad, ingresos extras y clientela.
Algunos profesionales poco a poco derivan la actividad de su negocio a estos servicios, tienen menos clientela, pero mucho más rentable. Lo más habitual es que mantengan su salón y atiendan a clientes de su zona. Unos pocos se establecen como autónomos y dan servicio a otros salones.
Jesús Saiz Vidal después de trabajar muchos años en este segmento considera que sus servicios están más cerca de una clínica de medicina estética que de una peluquería. De hecho, las firmas con más años en el mercado colaboran con clínicas, hospitales, consejerías de salud o universidades, así como con diversas asociaciones. Navarro subraya que para ser “eficaces es fundamental trabajar en equipo y respetar las especialidades de cada uno, aprendiendo cada día en beneficio de las personas que nos necesitan”.
Por Maite Aldazábal
Fuente: TR10, Laboratorios Kapyderm, Capel·lo, Elvira peluquería, Jesús Dos