Grados no habilitantes: un freno para el progreso y la competitividad de la ingeniería civil
Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas (CITOP)
07/02/2025Durante estos días, estamos viendo como los medios de comunicación llenan sus telediarios con testimonios directos de estudiantes o recién licenciados que expresan su frustración por no poder acceder al mercado laboral de inmediato debido a la falta de claridad sobre si su título les habilita o no para ejercer. Una incertidumbre que muy a nuestro pesar, no es una primicia de este año entrante, sino que conforma un lastre que lleva con nosotros año tras año.
El origen de esta incertidumbre se remonta a años atrás, cuando la legislación educativa y profesional en España no se actualizó a tiempo para adaptarse a las nuevas demandas del sector. La distinción entre títulos habilitantes y no habilitantes nunca se abordó con la claridad que exige una profesión como la ingeniería, dejando a los estudiantes en un limbo de desconocimiento. Mientras que otros países europeos lograron un sistema mucho más transparente y eficiente, España ha mantenido una normativa confusa y desfasada, lo que ha provocado que los graduados, al concluir sus estudios, se enfrenten a una burocracia interminable y a la necesidad de realizar un máster o un curso especializado. En resumen, una inversión extra en tiempo y dinero que a no todos se le está permitido.
Este desajuste con las estructuras educativas del resto de Europa ha provocado que los profesionales recién graduados en España no tengan una ruta clara hacia el ejercicio de su profesión. Mientras que en países como Alemania o Francia la distinción entre grados habilitantes y no habilitantes está bien definida y regulada, aquí los estudiantes se enfrentan a un panorama ambiguo. Un escenario que genera un clima de desilusión colectiva entre los futuros ingenieros, que ven cómo sus años de esfuerzo académico no les garantizan una transición fluida al mundo laboral.
La falta de claridad en los previos requisitos para poder ejercer como profesionales no solo desmotiva a los recién graduados, sino que también les hace sentir que su formación no es valorada de manera justa, ralentizando así su integración en el sector. Como no cuentan con un camino claro y directo, muchos ven socavada su confianza en el sistema y no se sienten motivados a idear proyectos innovadores que aceleren el proceso de transformación del sector, temiendo que, a pesar de sus esfuerzos, su trabajo no se vea reflejado en un reconocimiento inmediato ni en oportunidades reales de crecimiento profesional. Esto provoca un estancamiento en la creatividad y en la capacidad de respuesta ante los retos que enfrenta la ingeniería, ya que los nuevos talentos prefieren esperar o buscar alternativas fuera del ámbito de su especialización, lo que reduce el dinamismo y la competitividad de la profesión. Por lo que podríamos decir que no es solo un estancamiento de la profesión, sino más bien un atraso colectivo. A falta de un marco claro de actuación y reconocimiento profesional se da una ralentización en la incorporación de nuevos talentos al sector, lo que a su vez frena la innovación y el impulso necesario para afrontar los desafíos tecnológicos y sociales del siglo XXI.
Si bien la situación actual refleja un problema estructural en nuestro sistema educativo, existen soluciones que podrían reactivar la profesión y la confianza en el sistema y en la profesional. En primer lugar, es crucial realizar una revisión profunda de la normativa vigente, alineándola con los estándares europeos para garantizar que los títulos habilitantes estén claramente definidos y sean reconocidos sin ambigüedades. Esto permitiría a los graduados un acceso más ágil al mercado laboral, sin necesidad de realizar trámites adicionales ni cursos extra, eliminando así los costes y tiempos innecesarios. Además, se podría fomentar la creación de un sistema de convalidación de títulos y competencias más flexible, que permita a los ingenieros formados en el ámbito nacional o internacional, incorporarse sin barreras burocráticas, promoviendo la movilidad profesional.
Sería posible crear un entorno más ágil y eficiente para todos los ingenieros del futuro. Pero esto solo podría ser a través de una revisión de los títulos habilitantes y no habilitantes, un enfoque más flexible y un sistema burocrático más sencillo, España podría avanzar hacia una ingeniería más competitiva, alineada con las tendencias y estándares internacionales y, sobre todo, capaz de afrontar los retos del futuro con los profesionales mejor preparados.
Más retos
Al igual que el resto de las profesiones, la ingeniería se enfrenta a un cambio radical relacionado con la transformación digital sin precedentes. La implementación de nuevas tecnologías, la adopción de procesos más eficientes y sostenibles, y la integración de metodologías de trabajo más ágiles requieren de una formación continua que permita a los profesionales mantenerse a la vanguardia. Este entorno de cambio constante no solo exige que los ingenieros adquieran nuevas competencias, sino que también resalta la urgente necesidad de redefinir cómo el sistema educativo español aborda la distinción entre grados habilitantes y no habilitantes.
Si bien la situación actual refleja un problema estructural en nuestro sistema educativo, existen soluciones que podrían reactivar la profesión y la confianza en el sistema y en la profesional.
La ingeniería, como campo en constante evolución, exige una adaptación continua a las nuevas demandas tecnológicas, ambientales y sociales. Sin embargo, el actual sistema de titulaciones habilitantes y no habilitantes en España, con su falta de claridad y coherencia, ha obstaculizado la capacidad de los ingenieros para evolucionar con la rapidez que el sector requiere.
A pesar de este obstáculo normativo, la determinación y el espíritu de superación de los profesionales de la ingeniería han permitido que, en gran medida, la profesión siga avanzando. Si no fuera por la voluntad de los ingenieros de prosperar y adaptarse, el sector no habría podido mantenerse al ritmo de la transformación digital y la globalización. Los propios ingenieros han tenido que buscar maneras alternativas de capacitación y actualización, invirtiendo tiempo, recursos y esfuerzos en obtener formación complementaria a través de másteres, cursos especializados o autodidactismo, a menudo a costa de su tiempo personal y profesional.
Este fenómeno, aunque admirable en su sentido de resiliencia, también refleja una carencia clara dentro del sistema educativo y profesional de nuestro país. La falta de una normativa clara y actualizada en cuanto a los grados habilitantes ha generado una especie de 'autoformación obligatoria' que desvía la atención y los recursos de los jóvenes profesionales, desviándolos de lo que debería ser una entrada más fluida y estructurada al mercado laboral.
Siguiendo el hilo de los principales medios de comunicación, que han comenzado a dar visibilidad a la problemática de los grados habilitantes y no habilitantes, hay razones para ser optimistas. Gracias a la creciente cobertura y a los testimonios directos de los afectados, como estudiantes y recién licenciados, esta cuestión ha empezado a ganar relevancia en la agenda pública. La presión generada por los medios ha logrado poner en evidencia la desconexión entre la formación académica y los requerimientos del mercado laboral, visibilizando un problema que afecta no solo a los graduados, sino también al futuro de la ingeniería en España.
Esto, por supuesto, no solo ha servido para generar conciencia, sino también para abrir un espacio de diálogo entre las instituciones educativas, las autoridades y los profesionales del sector. Si bien aún queda mucho por hacer, las voces de los medios han conseguido crear un contexto favorable para que se inicie una reflexión sobre la necesidad de una reforma estructural en la formación de ingenieros y la reglamentación asociada.