Las infraestructuras en el juego internacional de poder
Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas (Citop)
19/07/2022Hace unos meses, en este mismo espacio, analizábamos el papel de las infraestructuras durante los conflictos armados y en la reconstrucción de los países afectados por la guerra, con la mirada, como no podía ser de otra manera, puesta en Ucrania.
Ya adelantábamos el papel de nuestros profesionales en la destrucción primero de construcciones vitales para impedir el avance de las tropas rusas. También sobre el rol que iban a jugar, una vez terminado el conflicto, en la creación de ciudades nuevas, basadas en los principios sostenibles y en la eficiencia en la gestión de los escasos recursos con los que contará el país, actualmente destruido.
Ahora, se abre un nuevo episodio en el uso de la Ingeniería Civil para el incremento de poder político en el nuevo orden mundial que parece estar construyéndose y en el que se espera, según estiman los expertos, una 'nueva Guerra Fría'.
Prueba de ello es el anuncio que han llevado a cabo los países miembros del G7, formado por Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Japón y Canadá. En la reunión mantenida el pasado 26 de junio, días antes de la cumbre de la OTAN en Madrid, se decidieron una serie de medidas para el desarrollo de países vulnerables en materia de infraestructuras.
El plan, que ha recibido el nombre de 'Colaboración por la Infraestructura Global y la Inversión', “pretende impulsar el desarrollo de países de ingresos bajos y medios, fortalecer la economía global y la cadena de suministros”, tal y como ha declarado la Casa Blanca y ha recogido Europa Press.
De esta manera, si bien todavía no se ha hablado de la cifra definitiva, Estados Unidos aportará 200.000 millones de dólares, superando la cantidad total de lo aportado por los miembros del G7 los 600.000 millones de dólares. “Entre los pilares del plan están la lucha contra la crisis climática y la mejora de la seguridad energética con inversiones en infraestructuras con bajas emisiones, plantas de fabricación de baterías y el desarrollo de energía limpia (Público)”.
El objetivo es, por un lado y según lo anunciado, el desarrollo de infraestructuras sostenibles en países con menos recursos económicos. Por otro, frenar el avance de la influencia china en estados satélites. Desde hace décadas, el gigante asiático ha invertido ingentes cantidades de dinero en la construcción y en el mantenimiento de infraestructuras en países como Egipto para la creación de alianzas que, está claro, van más allá de las meramente económicas.
Con su programa 'One belt, one road', por primera vez mencionado en 2013, China busca restablecer antiguos escenarios internacionales: “La 'Nueva Ruta de la Seda del siglo XXI' representa una red de conectividad compuesta por corredores económicos marítimos y terrestres entre China, Eurasia, Oriente Medio, Europa y África (CIDOB)”.
Así, se crea un nexo de unión que va más allá de las fronteras nacionales y que busca la creación de tratados bilaterales y multilaterales en múltiples sectores de actividad. No hablamos solo de infraestructuras, que suponen uno de los grandes activos de estos acuerdos, sino de finanzas, comercio, I+D, medicina, ciencia y tecnología, cultura y política.
Todo esto, que nace de un enfoque un tanto occidental, ha chocado de manera directa con la posición del G7, que busca nuevos sistemas de influencia ante el imperialismo de Rusia y el apoyo de sus aliados, entre los que se encuentra China.
Principales acciones y consecuencias
Todavía con poca información acerca de los proyectos que se van a llevar a cabo con los más de 600.000 millones de dólares presupuestados para el plan, sí se ha adelantado una de las iniciativas que se llevarán a cabo y que ya ha sacado a concurso Estados Unidos.
Se trata de la construcción de las infraestructuras necesarias para el fomento de la alta velocidad en conexión de Internet entre Singapur y Francia, pasando por Egipto y el cuerno de África. Más de 17.000 kilómetros de recorrido y 600 millones de euros destinados a la creación e implantación de un cable submarino para mejorar las comunicaciones.
Este plan, del que todavía no sabemos mucho, anuncia, además, un nuevo orden mundial. Si atendemos a la última reunión de la OTAN en Madrid, con la futura inclusión de Suecia y Finlandia, ya se han establecido unas nuevas reglas de juego.
Si previamente Rusia era un aliado, ahora se ha convertido en enemigo. Tras la invasión de Ucrania, la cual ha provocado un incremento de la inflación descontrolada en la mayoría de los países, el orden mundial ha cambiado. Actualmente y según los expertos, estaríamos hablando de una 'nueva Guerra Fría'.
La inversión en bienes altamente beneficiosos para los habitantes de los diferentes estados, así como potenciar construcciones que mejoren la logística, las finanzas y el acceso a suministros básicos conllevan una colonización diferente a la acostumbrada.
Se trata de una invasión más amable, en cuanto que proporciona bienes indispensables para el desarrollo económico y social de los países, pero que mantiene el fondo de las épocas anteriores. El nuevo orden mundial, con distinto traje pero con el mismo fondo, quizá piense más en las infraestructuras y menos en la generación de conflictos armados en países periféricos.
Sea como fuere, lo cierto es que la Ingeniería Civil ha saltado a la primera plana internacional, sirviendo para medir el pulso de los dos grandes bloques políticos que parece que se están volviendo a implantar.
De esta manera, se demuestra, una vez más, la importancia de la Construcción en el desarrollo de las sociedades, especialmente en lo referente al acceso a servicios básicos de una población que, según los últimos datos de la ONU, tienda a empobrecerse.
Bajo el pretexto de las nuevas economías sostenibles, del gran pacto ante el Cambio Climático y de la mejora de las comunicaciones, la Ingeniería Civil toma el relevo de la política para hacer lo que mejor sabe: mejorar las condiciones de vida de las personas.