Relocalización industrial: un proceso necesario y positivo
La especialización de actividades ha llevado consigo la concentración de las sedes sociales de las empresas industriales en las grandes ciudades lejos de los centros de producción. Adicionalmente, se han incrementado en las ciudades las actividades y servicios complementarios a las actividades puras de fabricación en oficinas y espacios diferentes de las fábricas.
La existencia de la actividad productiva como factor de impulso y generador de empleo sigue siendo, no obstante, fundamental. En efecto, no asistimos a la transición desde una economía industrial a una economía de servicios, sino a una nueva organización de la producción que requiere más servicios y recursos complementarios a la fabricación.
La desconcentración espacial de la industria
Los núcleos urbanos de las ciudades dejan de ser atractivos para los centros de producción y, paralelamente, se produce un mayor atractivo de las zonas periféricas, por los menores costes, oferta de espacios de menor densidad e imagen más atractiva, las mejoras en las comunicaciones y la existencia de ayudas públicas para la instalación de nuevas empresas generadoras de empleo. Se produce así una expansión de las ciudades que, en algunos casos, adquiere el carácter de regional y se convierte en objetivo prioritario de las administraciones locales y autonómicas el posibilitar una oferta suficiente y atractiva de suelo e infraestructuras de comunicación.
La nueva industria urbana
Adicionalmente, la descentralización productiva reduce cada vez más el tamaño de los establecimientos industriales y provoca la proliferación de pymes, incrementándose la demanda de naves de superficie bastante reducida con espacios dedicados a oficinas.
La creciente promoción de minipolígonos y polígonos de naves nido trata de satisfacer las necesidades de esta nueva demanda.