Las posibilidades sin explotar de los códigos QR
Los códigos QR no acaban de arrancar como herramienta de marketing: existen desde los años 90 y según los expertos deberían convertirse en una herramienta clave de promoción y ventas, gracias a la expansión de los smartphones, pero lo cierto es que los consumidores apenas los usan.
El código QR (quick response, respuesta rápida) es un tipo de código de barras con un diseño compuesto por puntos negros dispuestos a lo largo de un cuadrado. Se utilizaban en un principio para las piezas de repuesto de automóviles, pero su uso se extendió, dada la rapidez de lectura y la mayor capacidad de almacenamiento de información respecto a los códigos de barras tradicionales.
Con un smartphone con cámara, se pueden leer estos signos —publicables en revistas, anuncios, carteles...— y acceder por ejemplo a la página web de la empresa o incluso a la ficha de un producto determinado dentro de una tienda online, por ejemplo. Google lo ha usado para las empresas adheridas a Google Favourite Places: restaurantes, tiendas y bares podían imprimir el código en pegatinas o en anuncios. Este código llevaba a la página del local en Google, que incluye fotos, críticas y comentarios. También se han usado en tiendas: se añade el código al lado del producto y este código nos lleva por ejemplo a un vídeo en el que se pueden mostrar los usos de este producto.
De todas formas, esta herramienta no acaba de arrancar, a pesar de sus posibilidades. Según un estudio de la compañía de marketing Russell Herder, el 52% de los usuarios estadounidenses consultados afirman que los códigos QR generan un intercambio valioso entre marcas y consumidores sólo a veces. Además, aunque el 72% de los encuestados había visto estos códigos alguna vez, sólo el 15% los ha usado y el 30% no sabe en qué consisten. Es más, de entre quienes los han utilizado, sólo el 54% se declaran predispuestos a volver a utilizarlos.
Claves para su uso
De todas formas y como se ha apuntado, los códigos QR tienen muchas posibilidades de uso. Eso sí, como explica el estudio de Russell Herder, hay que tener en cuenta las particularidades de esta herramienta:
-Sus usuarios están sobre todo en la franja de edad entre los 18 y 34 años.
-Hay que saber dónde colocarlos para facilitar y potenciar su uso: por ejemplo, en la tienda, al lado del producto, y también en revistas y en el embalaje.
-Hay que ofrecer algo más que el enlace a la tienda o a la web: un vídeo o información relevante sobre el producto, por ejemplo.
-Hay que introducir variaciones en el diseño: no es necesario que sean todos en blanco y negro.
(El que ilustra este artículo lleva a nuestro perfil de Twitter y lo hemos elaborado gracias a Qrstuff.)