El error de la multitarea
La multitarea es una pérdida de tiempo. A pesar de que puede parecernos que llevar a cabo más de una actividad a la vez nos ayuda a acabar nuestro trabajo más deprisa, lo cierto es que sólo sirve para terminarlo más tarde y peor.
Según datos recopilados por Fuzebox, la multitarea supone que tardemos un 50% más en acabar un trabajo y que además lo terminemos con un 50% más de errores. Conlleva una caída de la productividad del 40% y sus efectos son los mismos que tener 15 puntos menos de cociente intelectual y el triple que los de haber fumado cannabis. Todo esto cuesta a la economía global un total de 450.000 millones de dólares al año.
Estamos tan acostumbrados a hacer varias cosas a la vez que incluso caemos en este error cuando estamos hablando con alguien. Las reuniones pueden ser más o menos útiles, pero lo son bien poco si tenemos en cuenta que el 92% admite caer en la multitarea mientras está reunido, y un 41% lo hace además a menudo o siempre. Sobre todo durante conferencias telefónicas (57%) y videoconferencias (23%), aunque (por suerte) menos durante las reuniones en persona (16%).
No somos buenos haciendo varias cosas a la vez
Algunos opinan que esto no se aplica a su caso y que son especialmente buenos con la multitarea. Pero esta creencia es falsa. Por muy flexible y dinámica que sea una persona, la multitarea perjudica su rendimiento.
Como explica David Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio, nuestra capacidad de atención es limitada. Por ejemplo, no es buena idea multiplicar 17x24 mientras se conduce con tráfico denso. De hecho, conducir es una tarea que podemos hacer de forma más o menos automática, pensando en nuestras cosas o conversando con otros pasajeros, pero sólo hasta que dejamos la carretera que ya conocemos, por ejemplo. Y a nadie se le ocurre contestar a un mensaje mientras aparca.
La multitarea requiere esfuerzo mental: nos obliga a procesar la información cada vez más deprisa para no perderla de nuestra memoria a corto plazo, con lo que al final es mucho más fácil cometer errores. No olvidemos que esta memoria a corto plazo sólo puede retener entre cinco y nueve datos a la vez, y que si además no hay relación entre ellos, resulta aún más difícil recordarlos.
Además, cuando alternamos nuestra atención entre tareas, nuestro cerebro necesita primero cambiar de objetivo y segundo activar las normas apropiadas para este nuevo proceso, en unos cambios que son fáciles y rápidos si no se acumulan incesantemente a lo largo de la jornada o si se trata de tareas sencillas.
Pero cada vez resulta más difícil que estos cambios entre tareas no se acumulen. Por ejemplo, consultamos el móvil una media de 150 veces al día. Y eso por no hablar de los correos electrónicos que recibimos en el portátil o de las notificaciones de la redes sociales que nos llegan a la tableta. De hecho, pasamos de media un minuto y quince segundos trabajando en cada tarea antes de recibir una interrupción.
Ante esta lluvia incesante de mensajes y teniendo en cuenta nuestra incapacidad para procesar la información en paralelo de forma adecuada, se impone la necesidad de recurrir a hábitos que nos ayuden a concentrarnos: apagar o dejar en silencio y sin vibración el móvil, consultar el correo electrónico a horas concretas, asistir a reuniones sin el portátil y utilizar herramientas como las listas de tareas pendientes, además de útiles tan sencillos (y poco virtuales) como un bolígrafo y un bloc de notas.