Los CEO están sobrevalorados
Los consejeros delegados no tienen tanta influencia como muchos artículos en diarios y revistas económicas nos pueden hacer creer. De hecho, desde un punto de vista estadístico y según el premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, el trabajo de un buen CEO no es especialmente significativo.
Kahneman explica en su libro Pensar rápido, pensar despacio un estudio que investigó hasta qué punto podía un CEO contribuir al éxito de su empresa. Este trabajo analizó la estrategia de una serie de compañías antes y después de nombrar a un nuevo consejero delegado. Si la influencia de este directivo fuera fundamental, el 100% de las empresas exitosas estarían dirigidas por consejeros delegados de calidad. Si todo dependiera del azar, el porcentaje bajaría al 50%. La cifra es del 60%, diez puntos por encima de la mera suerte, un dato significativo, pero que no justifica el culto al CEO que se vive desde hace unos años. Y además se trata de una estimación generosa, según el autor.
Este culto al CEO viene por el llamado efecto halo, en el que la percepción de un rasgo particular se ve influida por otros. Es el motivo por el que si nos fijamos en una característica positiva de una persona (por ejemplo, su atractivo físico) tendemos a creer que todos los rasgos de esa persona son mejores, sin tener ninguna razón objetiva para tal creencia (de hecho, consideramos que las personas atractivas también son más altruistas, seguras, fiables, amables y exitosas, según varios estudios).
Es decir, cuando una empresa es innovadora y flexible, tendemos a pensar que su consejero delegado también lo es. En cambio, cuando la empresa se estanca y se repite, pasamos a creer que el CEO es un directivo rígido y poco creativo. Aunque se trate de la misma empresa y de la misma persona, con sólo algunos años de diferencia.
¿Eso significa que Steve Jobs tampoco hizo tanto por Apple? Puede, aunque hay que recordar que el estudio habla de medias estadísticas, no de casos concretos. En todo caso, estos datos nos permiten recordar que nadie es imprescindible y que las empresas están formadas por equipos de personas. Y seguramente, el hecho de que en Estados Unidos un consejero delegado cobre 354 veces más que un empleado sea una exageración. En España, por cierto, la cifra es 127.
En definitiva y siendo optimistas, al menos todo apunta a que un CEO inútil al que cien empleados competentes ignoren no puede hacer mucho daño.