Entrevista a Eladio Hernando, paisajista, miembro de la Asociación Española de Paisajistas, gerente de eHspacio
16 de diciembre de 2011
¿Qué nivel de reconocimiento ha alcanzado en España la profesión de paisajista?
El paisajismo o arquitectura del paisaje, que es como se traduce en algunas lenguas para diferenciar esta actividad de la puramente contratista, vive en España una situación muy particular, que pasa porque la profesión aún no existe de forma oficial. Es decir, para que se lleve a cabo una actividad profesional, tiene que haber primero un reconocimiento académico y posteriormente de sus atribuciones y esto en nuestro país, aunque se está avanzando en ello, aún no se da.
¿Por qué dice que se está avanzando algo en este sentido?
Principalmente porque este mismo año se ha creado el primer título oficial de grado de Paisajismo a través de una universidad privada de Madrid, del que saldrán en los próximos años los primeros titulados. Es un avance importante que, como con cualquier otra ingeniería o arquitectura, debe tener su continuidad en un reconocimiento de las atribuciones oficiales de esta profesión.
En España existe una Ley de Atribuciones Profesionales que obliga a la firma de un arquitecto para construir un edificio, a la firma de un ingeniero de caminos para construir una carretera… Sin embargo, para construir, por ejemplo, un parque nadie exige un proyecto previo elaborado por un paisajista.
¿A qué factores achaca Ud. que se haya llegado a esta situación tan desfavorable para el paisajismo?
Desde mi punto de vista, porque se ha seguido un camino errático por parte de todos los actores implicados, no sólo paisajistas sino también administraciones, universidades y otros colectivos profesionales.
La situación real del paisajismo en España, centrando el análisis en los proyectistas, es que tiene un nivel de ocupación de mercado ridículo si se compara con otros países europeos de nuestro entorno como: EE UU, Canadá, Argentina, Brasil o Australia, por poner algunos ejemplos.
¿Es extensible a los contratistas, a los ejecutores de las obras, esta falta de reconocimiento de la profesión que, como señala, se da a nivel administrativo?
Una cosa lleva a la otra. Como no hay una obligación legal, el contratista, en la mayoría de los casos, sólo tiene en cuenta al arquitecto del paisaje cuando se ve desbordado por la resolución de algún problema que ha surgido inesperadamente en la obra y que sólo puede solventar con nuestra intervención. Nos convertimos así en el último recurso, lo que puede llevar en muchas ocasiones a que lleguemos demasiado tarde a los trabajos.
Si el profesional de la arquitectura del paisaje interviniese en las mismas fases en las que lo hacen el resto de implicados en un proyecto, aportando sus ideas, se evitarían muchos problemas, se ahorrarían costes y contaríamos probablemente con soluciones más sostenibles.
Visto lo visto, intuyo que en la mayoría de los proyectos urbanísticos que se han desarrollado en España durante los últimos años, los paisajistas no han podido aportar sus conocimientos. ¿Es así?
Durante la época de vacas gordas, muchos urbanistas presentaban sus proyectos sin nuestra participación, se solicitaba nuestra aportación en la fase final de la obra para que hicieras una mejora en la estética del sitio. Es decir, nos consideraban decoradores a gran escala. Y sí, ciertamente podíamos adecentar, decorar la zona, pero con muchas limitaciones ya que no habíamos intervenido en el proyecto y la obra estaba en su fase final, con la mayoría de los elementos instalados, tanto los visibles como los concernientes a las infraestructuras de abastecimiento (agua, luz, etc.).
Bajo mi punto de vista, muchos de esos desarrollos urbanísticos se han creado desde una perspectiva especulativa, de venta pura y dura de producto, sin tener en cuenta otros factores como la mejora de la calidad del entorno, la sostenibilidad, las circulaciones...
En definitiva, los proyectos urbanísticos que se han desarrollado en España durante los últimos años, salvo contadas excepciones, son claros ejemplos de lo que no hay que hacer, y de hecho así se estudia en algunas facultades extranjeras.
¿Cómo se ha llegado a esta situación cuando en la historia de España ha habido grandes paisajistas como Juan de Herrera (Jardines del Palacio Real de Aranjuez) o Antoni Gaudí (Parque Güell)?
Desde mediados del siglo XIX, los procesos de industrialización y postindustralización no los hemos acompañado con una reflexión ideológica de lo que queremos para nuestro entorno. Eso nos ha conducido a un menosprecio de nuestros espacios libres, a un abandono de nuestros parques y jardines e incluso a su desaparición en algunos casos. En tiempos más recientes la aproximación de nuestra sociedad hacia el territorio se ha reducido a términos exclusivamente monetarios: construido o por construir.
A ello hay que unir que España atravesó durante el siglo XX periodos en los que se disponía de escasos recursos económicos (la guerra civil y una excesivamente larga postguerra), y eso afectó sensiblemente al paisajismo. Esta actividad, que tradicionalmente ha estado muy asociada a la jardinería, se ha relacionado con el lujo y, como es lógico, cuando la situación económica es dura, el lujo es lo primero que se deja de lado. Se abandonaron así los parques y los jardines, e incluso la profesionalidad de los implicados, desprestigiándose la profesión del jardinero.
En la feria Demoverde, se señaló que la inversión en construcción de jardines ha pasado de los 1.182 millones de euros destinados en 2009 a los cerca de 400 millones de euros con los que terminamos el 2011, con unas perspectivas para el 2012 nada halagüeñas. Visto este panorama, ¿puede incidir el paisajismo en el mantenimiento y conservación de los jardines y no tanto en la proyectación?
Como aún no están definidas las atribuciones de la profesión, el paisajista puede ofertar todos los servicios que se le ocurra, incluido el mantenimiento. De hecho, fuera de España, ya hay paisajistas que, por formación, se especializan en estas tareas de gestión de conservación. En nuestro país tradicionalmente se ha asociado más la labor del mantenimiento a ingenieros agrónomos o forestales, con una especialización en jardinería.
También hay que tener en cuenta que aquí estos trabajos se han planificado de forma muy cortoplacista, en concursos para 1, 2, 3 ó, como mucho, 4 años. Es difícil encontrar planes de mantenimiento directores a 15-25 años vista, como si ocurre en otros países, desglosados luego en programas parciales de 4-5 años o en programas anuales. Es en esta perspectiva a gran escala donde tendrían mucho que decir los paisajistas en conjunto con otros profesionales. Una correcta lectura del proyecto, junto con una gestión capaz de mirar a largo plazo, permitirían redistribuir los elementos existentes para reducir, sin duda, los costes de mantenimiento.
¿En qué sentido se pueden reducir estos costes?
Hay factores que, aunque obvios, no se han contemplado con la profesionalidad deseada. Desde la propuestas de vegetación hasta las instalaciones de riego, pasando por la conformación del terreno de acuerdo a nuestros condicionantes ambientales o por el dimensionamiento del alumbrado. El uso y abuso del césped es de sobra conocido. Todavía hay demasiados sistemas de riego poco eficientes. Seguimos sin manejar adecuadamente nuestros taludes y existen lugares donde se ve mejor de noche que de día. Tenemos un gran margen para trabajar en este sentido.
España es uno de los países de la UE en los que no es obligatorio la separación selectiva de aguas residuales. ¡Cómo es posible que con los problemas de sequía que siempre hemos tenido todavía no impongamos un aprovechamiento de las aguas pluviales! En los parques no ha habido tradicionalmente un planteamiento de aprovechamiento del agua in situ, como sí se da en otras regiones de condiciones similares como Australia o California.
¿En qué otras líneas estratégicas pueden incidir los paisajistas para aliviar la dura situación que atraviesa el sector en España?
Nuestra gran vía de escape pasa por la internacionalización, por mirar fuera de nuestras fronteras. En nuestro entorno más inmediato, Europa, siguen saliendo ofertas públicas e iniciativas privadas (corporativas o familiares) que requieren del paisajista. Y en otras regiones del mundo, como Australia, el sudeste asiático, China, Brasil o norteamérica, sigue existiendo una actividad frenética.
Lo cierto es que todas las empresas del sector estamos mirando fuera, con mayor o menor éxito, pero es lo que nos queda porque los años que tenemos por delante en España van a ser difíciles, tanto a nivel de actividad como de reconocimiento.
¿Es difícil competir en ese proceso de internacionalización con empresas que tienen su sede en regiones con mayor tradición paisajística?
El proceso de internacionalización exige tener recursos y la verdad es que las oficinas de arquitectura de paisajismo en España son pequeñas en comparación con las que hay en otras partes del mundo. Por ejemplo, Francia lleva años trabajando en el norte de África, en los países del Golfo y en Asia, por lo que para las empresas españolas es difícil entrar a competir allí.
Desde la administración se habla mucho de eficiencia o sostenibilidad, pero a la hora de la verdad, son pocos los proyectos urbanísticos que los contemplan. ¿Es un contrasentido?
Cuando se inician nuevos proyectos, hay una primera parte que es la dialéctica, que es pura retórica, y luego viene la fase ejecutiva en la que no siempre se aprovecha la reflexión de la primera. Nosotros aún estamos en esa fase retórica, de muchas palabras y pocos hechos, si bien es cierto que ya hay algunas entidades que están dando un paso adelante. Es evidente que en periodos de vacas flacas, la retórica se dilata en el tiempo y la ejecución tarda más en llegar. Pero contestando a su pregunta, sin duda el arquitecto paisajista tiene algo que decir en conceptos como eficiencia y sostenibilidad, fundamentalmente porque forman parte intrínseca de su formación, de su metodología de proyectación. Son conceptos no cuestionables en nuestro trabajo.
En los últimos años viene ganando protagonismo lo que se conoce como ‘Smart Cities’ o ‘Ciudades Inteligentes’, con la aplicación de nuevas tecnologías al ámbito urbano. ¿Qué puede aportar el paisajismo en este terreno?
Como disciplina de la arquitectura que es, y no sólo desde la perspectiva de jardinería, el paisajista tiene mucho que decir en diseño urbano. Porque, al fin y al cabo, es el proyectista el que acaba aportando esas nuevas tecnologías a cualquier desarrollo urbanístico, sabiendo combinarlas con los tradicionales usos del territorio para que la funcionalidad y eficiencia sea la adecuada y se puedan reducir costes. Hay que tener cuidado a la hora de hablar de las nuevas tecnologías porque muchas veces lo que se hace es meramente copiar de un sitio a otro, sin tener en cuenta los condicionantes locales, y eso no suele funcionar.
El paisajismo, como disciplina de la arquitectura ligada al territorio y a la ambientalización, contempla conocimientos que harían que esas nuevas tecnologías se puedan aplicar bajo condicionantes locales.
¿Cuáles son estas tecnologías que pueden emplear los paisajistas en sus proyectos?
Desde hace años se están empleando sistemas que optimizan el riego en función de la pluviometría y de la humedad existente en el suelo, soluciones que mejoran la eficiencia energética in situ..., pero donde el proyectista puede aportar más valor en este sentido es en su integración específica para cada lugar y la interrelación entre ellas.
Pero una cosa es lo que tú proyectes y otra su ejecución, porque hay muchos que a la hora de la verdad prefieren ahorrarse la implantación de estas nuevas tecnologías. Es más, es posible que se instalen y que el problema resida en la siguiente fase, en su uso y conservación, ya que no todos los responsables de mantenimiento tienen la formación adecuada para su manejo. Para que estas nuevas tecnologías sean eficientes, todos los actores tienen que estar al día de las mismas: proyectista, contratista, mantenedor, administración…
De cara al futuro, las perspectivas no son muy positivas. ¿Cree que el paisajismo puede contribuir a que nuestras ciudades sean menos estresantes, como son ahora?
Todos tenemos algo que decir para que las ciudades sean más amigables y no tan hostiles y el paisajismo lo tiene que hacer desde dos vertientes. Por un lado, no se puede quedar fuera en las grandes ordenaciones urbanas, y por el otro debe también intervenir a pequeña escala para hacer esos espacios más habitables, cómodos, bellos y sencillos. No sólo tiene que ver con que tenga un acabado más o menos bonito, sino con otros muchos aspectos como el no tener que desplazarse cada día 50 km para ir a trabajar. Hablamos de sostenibilidad. Una de las disciplinas del paisajismo es el planeamiento u ordenación, pero en España en esta actividad, de deficiente desarrollo, aún no se ha dejado participar a los paisajistas. Lo cierto es que hasta ahora los nuevos planes urbanísticos no han contribuido a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
¿Quiere añadir alguna cosa más antes de terminar la entrevista?
Únicamente recordar que el paisajismo es una disciplina de la arquitectura y que no todas sus propuestas deben incluir ‘verde’. De hecho, muchas veces no tiene este componente ‘verde’ porque son propuestas meramente urbanísticas o están vinculadas al arte. En definitiva, debemos reflexionar un poco más. Lo que hemos hecho hasta ahora nos ha permitido solucionar algunos problemas, hemos conseguido que un territorio pueda acoger a millones de habitantes, recoger sus basuras, que llegue agua, electricidad... Pero eso no es lo único que hace que nuestro entorno sea más confortable. Hay más condicionantes que entre todos tenemos que contemplar. Es una labor de equipo en la que debe participar toda la sociedad y sus representantes. O todos cambiamos el chip, y precisamente ahora estamos en una fase de poca actividad que nos permite reflexionar y actuar en este sentido, o esto irá a peor, con un progresivo deterioro de nuestro entorno.