“Ha llegado el momento de valorar la figura del diseñador de iluminación y del iluminador y de que ambas jueguen el rol que les corresponde en la museografía, lo que contribuirá a mejorar la conservación y la presentación de las obras en los museos”
Entrevista a Miguel Ángel Rodríguez, experto en iluminación de Patrimonio Histórico
Miguel Ángel Rodríguez Lorite es uno de los mayores expertos en iluminación de Patrimonio Histórico. Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid, ha desarrollado su mayor actividad profesional en el área de iluminación del departamento de Conservación Preventiva de Bienes Culturales del Instituto del Patrimonio Cultural Español (Ministerio de Cultura). Una dilatada trayectoria profesional que resume en su última publicación ‘Iluminación de Exposiciones: de la práctica a la teoría’ a la vez que reivindica el importante papel que juega la luz, para mejorar la conservación y presentación de las obras y fomentar la sostenibilidad del sector.
¿Qué tiene de particular la iluminación de exposiciones?
Por un lado, tiene una gran influencia en la conservación de las obras. La luz lleva asociada una energía lo que le otorga un poder fotoquímico, capaz de alterar los materiales que conforman las piezas, en mayor o menor medida, dependiendo de la naturaleza de los mismos. Durante decenios, mitigar el efecto de deterioro debido a la iluminación ha sido el norte de los desvelos de los especialistas en conservación preventiva de los Bienes Culturales. En la actualidad, gracias a la aparición del LED como fuente de luz, apta para su empleo en museos, los riesgos de deterioro son notablemente inferiores. Eso sí, siempre que se disponga de LED de alta calidad (IRC>95; UV< 5mW/lumen, Tc< 4000K) y sea correctamente empleado. La ausencia de emisión de calor en el haz de luz asegura que no se altera la temperatura sobre los objetos iluminados y la posibilidad de regulación en continuo permite adecuar la iluminancia a las recomendaciones comúnmente aceptadas. Así pues, puede afirmarse que es posible minimizar, tremendamente, el factor daño que la radiación emitida por las fuentes de luz puede provocar sobre las obras. Considerar que el LED de alta calidad es una fuente de luz inocua es un error, en la medida que la cantidad de luz mínima que es necesaria, para contemplar un cuadro, siempre llevará asociada cierta capacidad de deterioro. Ahora bien, estaremos provocando el daño mínimo, para que la obra pueda ser disfrutada por las generaciones presentes y transmitida en el mejor estado posible a las futuras, lo que en definitiva es la esencia de la sostenibilidad.
Por otro lado, sabemos de la capacidad de la luz para interpretar y en muchos casos alterar la imagen real de los espacios y los objetos. La luz es el vehículo imprescindible para que el proceso perceptivo tenga lugar, pero no hay que olvidar que, dependiendo de cómo sea esa luz, el objeto aparecerá a los ojos del observador de una manera u otra. Existen cánones para la representación fidedigna de una obra pictórica: emplear el LED de IRC>95, distribuir la luz sobre la superficie con uniformidad superior al 80%, evitar cualquier clase de deslumbramiento directo o reflejado o que el contraste de luminancias entre el objeto y el fondo sea moderado (30%). Pero hay otra parte de la iluminación que atiende más a la subjetividad y que se manifiesta en cómo engarza con el espacio arquitectónico y el discurso expositivo. Si para iluminar la obra correctamente hace falta una persona que ilumine bien, para atender a la subjetividad mencionada es imprescindible el concurso del diseño de iluminación.
Miguel Ángel Rodríguez Lorite es licenciado en Ciencias Físicas, pero en su dilatada trayectoria profesional ha trabajado por preservar la conservación y la perpetuación de las obras de arte, en sus proyectos de iluminación.
El objetivo de la iluminación en exposiciones es la contemplación y, como ha comentado, la luz juega ese papel importante de evocar y emocionar, formando parte activa de la composición museística.
En el libro reivindico mucho la figura del iluminador o la iluminadora. Como oficio. Si todos los museos y centros de arte contaran con servicios de iluminación especializados, la calidad media del ambiente visual en las exposiciones mejoraría notablemente. Para la mayor parte de las exposiciones no es esencial la figura del diseñador de iluminación que, si además no cuenta con la experiencia que da el oficio, poco puede aportar. Ya se sabe que el papel y el diseño en el ordenador lo aguanta todo, pero la práctica es otra cosa. Todos podemos manejar una cámara y hacer fotografías, pero eso no nos habilita para compararnos con fotógrafos profesionales y aún menos, con artistas como Chema Madoz, por poner un ejemplo. Para un profesional o un artista el dominio de la técnica, mediante la cual se expresa, es esencial. Recomiendo, encarecidamente, a las nuevas generaciones de diseñadores y diseñadoras de iluminación que se esfuercen en acumular experiencia en obra, en manejar personalmente los equipos, en explorar las posibilidades de las herramientas que sustentan los proyectos, etc. Sólo así se accede a la posibilidad de emplear la luz como vehículo de la comunicación en un estadio superior: la contemplación.
¿Qué se prioriza en la iluminación de exposiciones? ¿Las nuevas tecnologías en el mundo de LED están marcando la tendencia en este campo?
La evolución del LED, desde principios de este milenio, ha sido espectacular. En 2004 la eficiencia del LED era del orden de 8 lm/W y, obviamente, no valía para esta aplicación ni para ninguna otra que no fuera la señalización de funcionamiento de equipamientos. Entre 2010 y 2014 la mayor parte de los proyectores LED daban luces que, a simple vista, eran rosadas o verdes, de una calidad francamente lamentable. Es a partir de 2016 cuando puede empezar a emplearse en el campo de la museografía y es cuando nosotros lo utilizamos de forma generalizada, aunque seguimos siendo muy precavidos y realizamos comprobaciones mediante nuestro espectrómetro portátil.
En definitiva, la luz del LED no añade nada cualitativo a la luz incandescente, pero en cambio sí es decisivo en términos de conservación para las obras de arte, en términos de eficiencia y vida útil y, sobre todo, está la cuestión del tamaño que es esencial. Marca un antes y un después en el diseño de luminarias, al poder adaptarlo a infinitas formas sin costes relevantes. En el caso de la museografía, para la gráfica y la señalética ya es habitual, pero también encuentra su espacio en la generación de efectos que potencien el discurso museográfico o lo interrelacionen con la arquitectura del edificio que lo contiene. Esos equilibrios que antes eran complejos con la iluminación tradicional, ahora se pueden resolver de forma eficaz con un buen diseño dirigido al bienestar del paseante de museos. En este sentido, ha abierto un amplio abanico de posibilidades a las que la iluminación tradicional -por su tamaño- no puede acceder. En el LED la modificación del haz de luz, por ejemplo, es controlable como nunca lo fue. Esto es una gran ventaja.
Pero también hay desventajas que tienen que ver con el lado oscuro de las nuevas tecnologías. En este caso, la iluminación dinámica aplicada a la presentación de obras de arte permite realzar un determinado color sobre otro, alterando la composición cromática de la misma. Es decir, si quieres enfatizar el verde puedes hacerlo sin problemas, dando una visión completamente diferente de lo que la obra es en realidad. Permite romper la finalidad hermenéutica que debe de estar muy presente en este tipo de proyectos de iluminación. Dentro del código deontológico es muy discutible, aunque es una estrategia que algunos museos pueden considerar, para hacer más atractivas las exposiciones al gran público. En este sentido, el LED permite una facilidad interpretativa. Es inevitable que el paso del tiempo provoque un deterioro en determinados pigmentos y que la pátina se haya incorporado a la esencia de la obra, como testigo del tiempo y es cierto que se puede caer en la tentación de emplear el LED, para vislumbrar algo como fue, pero que ya no es. Es una interpretación, en cualquier caso, subjetiva que altera la composición cromática. En el libro recojo algunas investigaciones alrededor de este concepto, pero me parece un error porque puede provocar conflictos.
Portada del último libro publicado por Miguel Ángel Rodríguez Lorite ‘Iluminación de exposiciones. De la práctica a la teoría’
Su última publicación ‘Iluminación de Exposiciones; de la práctica a la teoría’ es un resumen de sus experiencias profesionales, ¿hay algo enigmático en estos proyectos de iluminación que pueda ser una atracción para el sector?
El título del libro no es casual. Quería llevar el oficio a la teoría. En esta línea, y por hacerlo más atractivo, el libro se ha dividido en tres partes. La primera está al alcance de cualquier conservador, restaurador, fotógrafo, diseñador o iluminador, porque se entiende muy fácilmente qué precauciones hay que tomar. En cierto sentido es como una ‘recetilla’. La segunda está más focalizada al entretenimiento, aunque también sirve de homenaje a algunos de los clientes con los que, a lo largo de estos años, he podido trabajar. Y para disfrutar de la última parte sí que hay que tener ciertos conocimientos técnicos y una mentalidad crítica y heterodoxa porque no hay página que no incite al debate.
Formo parte de una generación, en los años 80, que entro como un elefante en una cacharrería en el mundo del arte y de la conservación del Patrimonio Histórico, ya que proveníamos del ámbito de las ciencias exactas y experimentales y en el libro doy un cierto repaso al modo en que esa relación tuvo lugar. Aporto un poco de debate con referencias a artículos, algunos de ellos surrealistas, donde se habla mucho de conservación, pero pocas veces de los procedimientos para hacerla realidad.
Acto seguido, meto el dedo en la llaga en el mundo científico-técnico que investiga sobre iluminación, cuyos estudios se realizan siempre en condiciones ajenas al propio museo. Son ensayos de carácter psico-físico que no tienen ningún sentido, pese a que parten de premisas de científicos y profesionales reconocidos. Y, finalmente, hablo sobre sostenibilidad, ya que tiene que ser el eje que determine, y más nos vale, cualquier actividad humana de ahora en adelante si queremos que, en un futuro no tan lejano, la especie humana sobreviva decentemente en el planeta azul. La apuesta por el LED es sólo una pequeña parte de la política de sostenibilidad que deben de aplicar los museos, para reducir la huella de carbono y hacer de estas instituciones ecosistemas sostenibles; eso implica poner en marcha políticas culturales completamente diferentes a las actuales.
Exposición 'Super Superlike' Impulsos digitales y emotividad virtual en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque de Madrid. Foto: Jose Luis de la Parra. Cortesía: Intervento.
Es licenciado en Física, ¿de dónde le viene el interés por la iluminación?
Casualidades de la vida, supongo. Sí recuerdo que cuando vi anunciado en un periódico el curso de postgrado en iluminación, que incluía un módulo de iluminación de museos, de la escuela de ingenieros de Barcelona, me fui al despacho del director general de Bellas Artes, que entonces era Jaime Brihuega, y le dije que quería hacerlo. La respuesta fue: vete y hazlo, así que ahí encontré un apoyo que sería esencial para mi desarrollo profesional.
Cuando entré en el mundo de la conservación no tenía una idea clara acerca de qué podía hacer yo. En cierta manera, la iluminación y la óptica es un asunto natural, para quien ha estudiado Ciencias Físicas y creo que por eso me decanté por ello. Pero ojo, se trata de ciencia y tecnología aplicadas a la protección de Bienes Culturales, lo cual es, o por lo menos para mí lo ha sido, bastante sencillo. Siempre digo que no es lo mismo ser físico que haber estudiado ciencias físicas. Igual que tampoco es igual ser historiador que haber estudiado historia.
Cuenta con una dilatada trayectoria profesional, pero ahora ejerce de consultor de Intervento.
En diciembre de 2004 me marché del Instituto de Patrimonio y asumí la dirección de Intervento hasta que, en 2019, decidí retirarme oficialmente, aunque todavía me dedico a la consultoría, a escribir y contar lo que se a quien le interese. Debemos dar paso a las nuevas generaciones, además, actualmente, no tengo la energía necesaria, para impulsar proyectos como antes. La ventaja es que me desentiendo de los aspectos más farragosos inherentes a cualquier proyecto y me centro en lo que resulta más divertido: pensar cómo iluminar y ver el resultado.
La iluminación proyectada en la Ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, revela frescos de gran calidad artística firmados por Goya. Foto: Tomás Antelo. Cortesía: Intervento.
¿Cuál ha sido el trabajo más enriquecedor o el mayor reto de su carrera?
Hay algunos proyectos que realicé de joven y que continúan igual, como es el caso de las pinturas de Goya en la Ermita de San Antonio la Florida de Madrid. Llevo años proponiendo que se renueve el sistema. Es una pequeña joya que contiene unas de las mejores pinturas murales del siglo XIX del mundo. Por mi parte continúo ‘peleándome’ con el Ayuntamiento, insistiendo una y otra vez en que es imprescindible, por razones de conservación y mejora de la iluminación de las pinturas, acometer la reforma.
Haber tenido la oportunidad de diseñar y dirigir la instalación del primer sistema de iluminación y de control medioambiental modernos, para las cuevas Altamira a principios de los noventa, junto con Juan A. Herráez, tuvo una influencia decisiva en mi carrera profesional.
Es incuestionable que en la profesión existe cierto anhelo, por parte del colectivo del Light Designers, de integrarse a proyectos de iluminación vinculados a las artes escénicas, convirtiéndose en objeto de deseo. ¿Hay oportunidades en este sector para tantos aspirantes?
Todo lo relacionado con el Patrimonio Cultural y las artes escénicas, en general, tiene un gran potencial en nuestro entorno. No obstante, es un mundo pequeño en el que, si no tienes un bagaje, resulta difícil entrar. Tampoco es una profesión sencilla ni está correctamente remunerada. ¿Qué ventajas tiene? Desde mi punto de vista, trabajar en el entorno del arte es más placentero, conlleva mucha más responsabilidad y no estás sujeto al capricho de clientes a quienes, únicamente, les importa el dinero. Yo siempre he sido un amante de lo público y sostengo que la Administración debe ser el vector, más que la iniciativa privada, en investigación y desarrollo en todos los ámbitos del conocimiento. Por desgracia, llevamos muchos años en que no es así. Somos una potencia mundial en Patrimonio Histórico y tenemos la obligación de conservarlo y ponerlo en valor. Obviamente hay – o debería haber- sitio para muchos jóvenes diseñadores a quienes les interese la iluminación en el campo del Patrimonio o las artes escénicas. Es cuestión de insistir.
Como prescriptor, ¿cómo ve el sector y hacia dónde se dirige la iluminación de exposiciones?
Llevamos mucho tiempo demandado valor para la figura del diseñador y del iluminador en los proyectos expositivos. Los fabricantes, que históricamente han ofrecido 'gratis' los proyectos de iluminación en este país, cosa que no sucedía en entornos europeos, han representado el mayor obstáculo al desarrollo de la profesión. Pero esto es herencia, como tantos otros atrasos endémicos de este país, de la dictadura salvaje que sufrimos durante cuarenta años en España. Podemos considerar que la cultura a la luz comenzó a recomponerse a finales de los 80, que es cuando empezó realmente nuestro acercamiento a Europa.
Sigue siendo una excepción que se contemple el proyecto de iluminación en el marco del proyecto museográfico, pero vamos avanzando. También son escasos los museos y centros culturales en los que la iluminación la manejan técnicos especializados y no electricistas o montadores. En este sentido la iluminación escénica está mucho más avanzada profesionalmente que la iluminación expositiva. Creo que aún hay mucho camino por recorrer, así que ¡ánimo!
Exposición 'Generación 2022' en la Casa Encendida de Madrid, donde la iluminación contribuye a la percepción de la obra. Foto: Jose Luis de la Parra. Cortesía: Intervento.
"Si para iluminar la obra correctamente hace falta una persona que ilumine bien, para atender a la subjetividad es imprescindible el concurso del diseño de iluminación".
"El LED es sólo una pequeña parte de la política de sostenibilidad que deben de aplicar los museos, para reducir la huella de carbono y hacer de estas instituciones ecosistemas sostenibles".