Dimensionar una idea
Ya nos lo dejó claro Bruno Munari en “¿Cómo nacen las ideas?”. Tener una “IDEA” no lo es todo, no es el punto de partida del diseño. La ideación, la creatividad, surgirán una vez desarrollemos el problema. La metodología de trabajo a la hora de idear puede ser la misma para un producto, espacio o edificio. En realidad, ¿La diferencia entre Arquitectura y Diseño no es un mero factor de escala?
En esta ocasión quiero compartir con los lectores, la visión que tiene sobre el diseño Roger L. Vancells, diseñador industrial de GRUP IDEA www.grupidea.com
”Dimensionar una idea…”
Nos encontramos en un punto en el que tenemos que decidir cómo hacer que una IDEA se convierta en algo tangible. De cómo interpretemos en el plano físico una serie de intenciones y mapas mentales, dependerá que esta idea sea comprendida tal y como la hemos imaginado.
El resultado de este proceso será tan determinante para el éxito, como la propia idea. A este proceso lo llamamos DISEÑAR. Podemos definirlo como el proceso que permite a las ideas convertirse en productos al alcance de un público (productos gráficos, audiovisuales, objetos, espacios, edificios…)
Lo ideal sería que, gracias al diseño, las ideas convertidas en productos, fueran captadas al instante y sin necesidad de esfuerzo en la comprensión. Llegar a entender un producto con solo verlo, aprender a usarlo de manera intuitiva y además divertirse haciéndolo, puede ser la clave de un buen diseño.
También es posible sorprender con un producto nuevo, pero conseguir que sea asimilado desde el primer momento en que se interactúe con él.
El diseño, como herramienta de creación, debe utilizarse para transmitir el carácter esencial de las cosas que nos rodean. El objetivo del diseñador debe ser crear productos extensos en su contenido y tremendamente sintetizados en el continente.
Objetos que aporten mucho (en prestaciones) usando el “envoltorio” esencial. Los productos donde nada sobra, donde todo lo que hay es “lo justo y necesario” para definirse. El éxito final de una idea puede residir allí, en conseguir que esta sea descifrada, entendida y deseada.
Hay que buscar un estado de comprensión total entre usuario y objeto… y para llegar a este estado, el proceso proyectual debe pasar por un trabajo de análisis, de experimentación y finalmente de síntesis. Un trabajo que se mueva entre la intuición y el método cartesiano.
El diseñador debe tener la inquietud de probar y comprobar, debe saber quedarse con lo que mejor funciona… Por eso, hay que ir dejando cosas en el camino, hay que ir haciendo pequeños sacrificios entorno al proyecto.
Esto hará del producto final algo claro y concreto, que el público entenderá fácilmente… y cuando exista esta comprensión se crearán vínculos positivos.
En este sentido, hay que respetar la “Semántica de un Objeto”. Hay que tener la capacidad de ver a los “objetos” no solo como forma y uso, sino como algo que tiene un significado. Por eso podremos identificarlos… Descifrar la manera de interactuar con ellos y despertar nuestra intuición para entenderlos. (Aunque se trate de un producto nuevo del que no tengamos referencia.)
Nuestro cerebro capta de manera inconsciente a los objetos que incluyen mensajes con un vocabulario propio. Este “lenguaje” es asimilado de manera cognitiva, y son los procesos cognitivos los que provocan que el usuario capte la semántica de un producto; entendiendo tanto su uso como su discurso simbólico. En todo caso, será la “claridad en el diseño” lo que hará que estos mensajes lleguen al usuario de manera correcta o incorrecta, más o menos descifrables…
El diseño, al final, debería ser una aportación para hacer más cercanos los productos y espacios que nos rodean; más comprensibles y más humanos.
Roger L. Vancells, diseñador industrial
http://rogerlvdesign.blogspot.com.es/
