Iluminación arquitectónica. Certificación profesional de la más antigua disciplina de la historia
Así mismo y por ello, en sí misma, no es nada nuevo.
Hablar de iluminación aplicada a la arquitectura se refiere en esencia a la necesidad de protección y defensa del poder creativo y destructivo de la luz en el espacio habitable,
fenómeno actualmente visible en nuestros entornos arquitectónicos.
Asumir la enseñanza académica de esta disciplina relativamente nueva en el panorama mundial, en el que cada vez es más evidente los beneficios que tiene sobre las ciudades y sus habitantes a la vez que también se vuelven evidentes las consecuencias de desatinos de la improvisación realizada por manos inexpertas, desconectadas de responsabilidad profesional y de un claro entendimiento de la iluminación y su condición innata como medio de sobrevivencia y comunicación.
El panorama actual, evidente en la desvalorización de las humanidades y a favor de una cultura de consumo conspicuo y facilidad de disposición, ha cimentado un nuevo sistema de valores en los que se favorece la rápida proliferación y circulación de datos / tecnologías / textos. Estos intereses han sustituido los modos reflexivos y contemplativos de la producción de conocimiento que están típicamente asociados con las humanidades y han degradado nuestra capacidad de reflexión y contemplación, comprometiendo la posibilidad de intimar con los espacios que creamos y habitamos. Este tipo de actitud dirigida por la instrumentalidad tecnológica y aplicada a la iluminación en la arquitectura nos deja en un estado permanente de insatisfacción en el que constantemente nos preguntamos cómo podemos superar el numerito anterior.
En el ambiente cotidiano y ordinario profesional, vemos soslayado el gran impacto e influencia que la luz tiene sobre la atención, los reflejos, la capacidad productiva, tanto para los individuos como para la ciudad por sí misma y como este ejercicio se ha conformado, en el mejor de los casos, produciendo simple visibilidad promedio, efectos transitorios, reduccionismo visual, alentando el consumismo pragmático de improvisaciones superfluas de emergentes especies de neo-ilusionistas de generación espontánea sin registro biológico.
El comportamiento de la industria del diseño de iluminación y de sus practicantes indica una pérdida de relación con el pasado, de raíces rotas y falta de un conocimiento cimentado en la calma, el habito, la reflexión y la metodología.
El resultado de la ansiedad consumista de responder a la improvisación, el efectismo
y la impaciencia ha tomado como mejor ejemplo a la Ciudad de México como presa fácil, produciendo una dolorosa imagen visual cotidiana que no solo devora nuestra vista, sino también nuestra mente.
Ante esta situación, como menciona Cathrine Veikos al reflexionar sobre Contribución Propedéutica a la Enseñanza de la Teoría Arquitectónica (Contribuição Propedêutica ao Ensino da Teoria da Arquitetura) de la arquitecta italo brasileña Lina Bo Bardi, es necesario recalcar la importancia del ejercicio de adquirir una conciencia profesional, saber asumir una posición filosófica y teórica ante nuestra responsabilidad como arquitectos/diseñadores que avale nuestro entendimiento de cómo nuestra actividad es fundamental en la conexión con las distintas actividades de la ciudad/sociedad.
Es primordial recobrar un sentido humanista y filantrópico que este al pendiente, no tanto de la luz que proyectan las fuentes y luminarios especificados, sino de la luz que rebota sobre la materia para regresar a la mirada de los habitantes de viven la ciudad.
Sin duda podemos encontrar una situación actual que se ciñe a la eficacia y corta cualquier forma de exhibición afectiva. Ante este paradigma, es posible ver una oposición entre la luz efecto y la luz afecto.
Esto clarifica la visión que la iluminación no sólo se manifiesta únicamente por el Sol,
la electricidad y otras fuentes de energía material, sino que nos hace conscientes del estado, condición y naturaleza de las cosas y personas que existen en términos de la luz reflejada que manifiestan en el ámbito de la acciones y del pensamiento.
En la analogía que surge entre la forma reduccionista diaria de pensamiento y la perspectiva transdisciplinaria, yace una nueva utopía que se extiende por toda la cultura occidental y sueña con transformar la noche en día.
La transdisciplina, en este sentido, es resonancia y eco visual del deseo de transformar la oscuridad del pensamiento pragmático en material iluminado del pensamiento intuitivo-humanista.
El marco transdisciplinario establece el concepto del tercer oculto como una visión dentro una zona de no-resistencia que unifican el punto de vista del sujeto y el objeto, a la vez que mantienen sus innegables diferencias, influenciado un cambio de paradigma en la lectura que tenemos de un espacio y las actividades de placemaking que en el se llevan acabo en nuestro hacer arquitectónico.
El diseño de iluminación arquitectónica no se rige por la noción clásica de lugar como una entidad completamente separada del sujeto y el objeto. Es más coherente con la idea de que el lugar se proyecta en la relación dinámica entre espacio, seres humanos, no humanos, y las cosas.
La habilidad de poder leer la esencia de un espacio no se logra únicamente a través de métodos que nos proporciona las construcciones racionales del conocimiento, las normas, standars, leds y leeds establecidos, sino que también debe buscarse a través de la ciencia aplicada en la intuición, imaginación y la experiencia del cuerpo vivido para acceder a las dimensiones no-medibles, balanceando las nociones de verdades absolutas que no admiten contradicción, formulas historias hegemónicas que excluyen del espacio a las voces de grupos no dominantes.
Por el contrario, encarnar al sujeto visual que es sensible a la multiplicidad de realidades que se desarrollan en un lugar.
Esta condición transdimensional múltiple involucra narrativas históricas, sociales, físicas, espirituales e imaginarias y permite la simultaneidad y diversidad de historias que coexisten en la expresión física del lugar.
Bajo esta visión, la luz en la arquitectura se convierte en un elemento que hila los múltiples planos del conocimiento, usos e interpretaciones, significados, dinámicas e interacciones, reconciliando pasado, presente y futuro a la vez que abraza distintas formas de alteridad.
La experiencia visual se ve amplificada por el fenómeno dual de la proyección de luz y el medir el resultado cuantitativo y cualitativo a la par, considerando la participación activa y consciente del sujeto que ve lo iluminado ante su propia presencia.
En cuanto a las diferencias entre el lenguaje y las carreras, las condiciones sociales y
culturales, son comparables al manifestar la iluminación en la arquitectura, activando la utopía en los aspectos más destacados del desarrollo del conocimiento y la creación.
Visto bajo la óptica de la luz en la práctica transdisciplinar, que atraviesa los modos de conocimiento derivado de las distintas disciplinas artísticas y científicas, mejorar, dar forma, comunicar y reinterpretar ideas.
Este punto de vista involucra la tecnología con el pensamiento y la acción imaginativa para desarrollar la comunicación, representando los principios de pensamiento abstracto en significados de luz.
La expresión lumínica no sólo es tratado de una manera visual, también da cuenta de las cualidades espaciales, kinestésicas, auditivas e interpretativos. Combina lo afectivo con el domino cognitivo para crear una experiencia física, estética y conceptual.
La superposición de conocimientos proporciona nuevos marcos de referencia extraídos de cada disciplina proveyendo una acreditación entre la ciencia y el arte.
Ésta es la tarea y misión que han tomado la UNAM, estableciendo programas académicos de posgrado en diseño de iluminación arquitectónica, en un sentido de alerta y defensa propia.
Gustavo Avilés.
VEIKOS, Cathrine. Lina Bo Bardi: The Theory of Architectural Practice. Routledge 2014. Print.