La luz natural y el reloj biológico
Según la teoría de Darwin sobre la evolución, todas las especies se han ido adaptando al medio donde se desarrollan. Bajo unas determinadas condiciones del entorno, un individuo se adapta y evoluciona, con la consecuente evolución de la especie. El ser humano no ha sido ajeno a este fenómeno, ha ido evolucionando y adaptándose a las condiciones que existen en el entorno, desarrollando así nuevas capacidades para sobrevivir y adaptarse al medio.
Una de estas condiciones es el ciclo día noche producto de la rotación de la tierra. El organismo, y no solo del ser humano, sino de la mayoría de seres vivos, se ha adaptado a este ciclo y ha provocado que se desarrollen ciertas características determinadas de un ciclo u otro. El hecho de que durante las horas nocturnas ascienda la temperatura corporal, se segreguen ciertas hormonas que durante el las horas diurnas no lo hacen, y aparezcan otra cantidad de fenómenos, unos conocidos y otros desconocidos, hace concluir que el ser humano ha adaptado su organismo a estos dos ciclos reaccionando de una forma diferenciada a cada uno de ellos.
Si analizamos como han evolucionado los ecosistemas, y dentro de ellos, los seres humanos, a lo largo de la historia la luz artificial representa en proporción un período muy corto con respecto a toda la historia de la evolución.
Durante miles de años de evolución, ante la ausencia de luz artificial los seres vivos se han adaptado al ciclo solar, adaptándose a los ciclos de día y noche, y con ello, nuestro cuerpo ha aprendido a regularse mediante estos ciclos. A estos mecanismos de regulación de les llama ritmos circadianos (del latín: alrededor del día), que tienen una periodicidad de 24 horas.
Esos ritmos son los que hacen que, cuando la noche se acerca, comiencen a aumentar los niveles de melatonina, una hormona que nos relaja y disminuye las funciones vitales, que nos prepara para el sueño (es, de hecho, esa hormona que ya se comercializa para minimizar el jet-lag, aunque su eficacia real todavía no haya sido precisada. Y es, además, una hormona liberada por la glándula pineal, una pequeña estructura alojada en el mismo centro del cerebro y en la que Descartes, por criterios ante todo estéticos, situó nada menos que el lugar donde se alojaba el alma humana).
Son también esos ritmos los que, un par de horas antes de que despertemos producen un gran pico de cortisol, la llamada hormona del estrés, que nos prepara para el día subiendo la tensión arterial, liberando azúcar en la sangre y aumentando nuestro nivel de alerta ante el día que se avecina.
Actualmente, con la evolución tecnológica y social que hemos vivido durante el siglo pasado y el actual, ha provocado un cambio sustancial en las condiciones de vida del ser humano a las cuales todavía ha adaptado su organismo, provocando que éste reaccione contra el medio activando sus mecanismos de defensa.
Con la aparición del alumbrado artificial, cambian esas condiciones naturales, alargando el día y permitiendo desarrollar durante las horas de oscuridad actividades que se desarrollarían durante las horas de luz natural, alterando de esta manera nuestro reloj biológico.
Con todo esto, me pregunto… ¿Estamos diseñando bien la iluminación de nuestros espacios de trabajo? Es muy usual encontrar edificios de oficinas, fábricas y otros espacios de trabajo en los que únicamente están iluminados con luz artificial, impidiendo la entrada de luz natural… Una luz natural que va variando a lo largo de todo el día, en cantidad y en cualidad, desde una luz rojiza a primera hora de la mañana o a la puesta de sol, pasando por la luz blanca del mediodía, o la luz fría de un día nublado… Por el contrario, la mayoría de diseños de iluminación no tienen en cuenta este aspecto, se proporciona un nivel de iluminación constante a lo largo de toda la jornada laboral, una luz constante en cantidad y cualidad, que altera nuestro reloj biológico.
Sí que existen instalaciones capaces de regular el flujo luminoso de las fuentes de luz en función de la aportación de luz natural, pero obedece únicamente a criterios energéticos, no visuales.
Sí que comienzan a aparecer dispositivos de iluminación que además de variar la cantidad de luz, son capaces de variar también la tonalidad de la misma. Con el uso de estos dispositivos se conseguiría adaptar la luz artificial a la luz natural para la cual estamos diseñados. De hecho ya se han hecho instalaciones en este sentido, a base de dispositivos que “leen” las condiciones de luz natural en el exterior de un edificio y adaptan la luz artificial a esas condiciones, de forma que nuestro reloj biológico no sufra graves alteraciones.
Los usuarios de la luz no necesitamos una luz constante, necesitamos que permita desarrollar las capacidades visuales de una forma cómoda, pero debemos pensar también que hay unos efectos no visuales de la luz que deberíamos tener en cuenta y aplicarlo a nuestros proyectos. Tengamos en cuenta la luz natural en nuestros proyectos, aprovechémosla, ya que es la mejor luz que tenemos.
La tecnología existe, es cuestión de aplicarla!!
Feliz año nuevo a todos, espero que este año proporcione éxitos.