La ineficiencia
La ineficiencia, la ineficacia, y la simple y lisa mala fe. Todavía no sé muy bien qué termino emplear cuando pienso en lo que está sucediendo con las directivas europeas en materia de eficiencia energética que no se han convertido en leyes en España en el debido plazo y que, más pronto o más tarde, aparte del correspondiente escarnio y público tirón de orejas, se convertirán en sanciones para nuestro país.
Estas medidas legislativas de las que hablo corresponden a la Directiva de Eficiencia Energética 2012/27/UE, un programa normativo que busca reducir en un 20% (respecto a valores 1990) las emisiones globales de CO2 en el entorno de los países europeos.
Más allá de suponer un compromiso de reducción de contaminación y malgasto energético (ya se sabe, ese famoso abandonar malos hábitos, que siempre da tanta pereza…), este tipo de directivas sirven de estímulo a la inversión en modernización de tecnologías e instalaciones y generan economía de la “buena”, con alto valor añadido tanto tecnológico como ambiental. No ser capaz de detectar esta capacidad de estímulo huele a ineptitud, a ineficacia.
Tampoco puede decirse que el gobierno tenga dificultades para aprobar leyes, pues parece que tiene suficiente poder acumulado como para hacer y deshacer como le plazca. Lo que se ha hecho, denuncia la Asociación de Empresas de Eficiencia Energética, es una especie de trasvase de la norma europea parcial y descafeinada que no ha colado para librarse del pescozón europeo. Otra vez se nos pasaron de listos, deben pensar en Bruselas. ¿Qué costaba una adaptación completa de la directiva? ¿Cuál es el gran impedimento? En cualquier caso, con dar un argumento razonado ningún político debería oponerse a medidas que sólo buscan la mejoría de la salud de nuestros edificios e instalaciones y que, además, agilizan el mercado de la tecnología “verde” y el saber hacer industrial y tecnológico. Ineficiencia, pues. Dos de dos.
Y ahora la mala fe. Podría añadirse además que si no se hace nada para alcanzar el enorme potencial de ahorro energético que se le supone a nuestra obsolescencia descontrolada como país, será porque hay intereses encontrados con esta vía que, en el fondo, es la vía del futuro, fatal e inevitable. Contra el futuro todavía hay gente que se obstina en hacernos naufragar a los demás para hundirse más despacio.