Porque no todo en luz es luz eléctrica o natural
La luz, ejerciendo su poder como El Gran Pacificador Universal, sostiene y mantiene visibles las más concentradas y difusas manifestaciones del hacer y deshacer de las cosas.
Una fuerza invisible e independiente del origen y causa que la genera.
Y en éste proceso digestivo visual de la luz no natural ni eléctrica, la memoria me lleva al recuerdo de la luminosidad móvil y nómada de aquellos trenes urbanos en los que viajaba de niño o jovencito, hace algunas horas de vida, no hace mucho tiempo en la Ciudad de México.
Aquellos trenes de mensaje luminoso, llenos de brillante ruido metálico acompasado por las separaciones stacatto entre rieles y vías, siempre en resonancia con la rítmica progresiva del espectro sonoro electromagnético.
Aquellos trenes llenos de incandescencias Fresnel tanto en su faro frontal central guía, como en sus interiores cálidos llenos de baquelita opaca y aluminio brillante con pintura esmalte amarillo crema fusionada entre metálicos negros con el clásico verde inglés racinggreen.
Además perfectamente equilibrados en la sombra y obscuridad de su trolley y cable posterior de alimentación eléctrica, donde recuerdo se colgaban como diablitos-roba-corriente de la Netzahualcóyotl, las moscas sin pagar boleto, solamente atenuadas por la luz de un luminario-lámpara de freno biselada de lente concéntrico central incandescente de acción alternativa redonda roja.
Trenes con deslumbrante timbre sonoro en su campanita de alerta, de alentadora espera en la luz de su llegada y nostálgica mirada en la fuga de su punto focal en la proyección de distancia.
En una Ciudad de México alentadora de proyectos de iluminación social y calidad de vida, por naturaleza ahorradora de energía ante la eficiencia y eficacia de la convivencia urbana en la fotometría, cálculos, renders y sketches conceptuales de la reciente historia.
Mi pregunta, más que alguna superstición numérico-especulativa de cualquier standard, bono por ahorro energético, normatividad o premiación a la aristocrática e ingenieril membresía de la personalidad Platinum LEED, es y seguirá siendo …
¿Dónde están esos trenes?
¿dónde quedaron esas luminarias móviles?
¿quién los arrojó y abandonó en algún tiradero de basura?
¿donde quedaron sus sonidos, ritmos e incandescencias?
La luminosidad de su presencia tecnológica vigente aún en países de América y Europa, el mismo tren, la misma luz, ahora frívolamente eliminada por el casi inocente edicto oficial impositivo del exterminio y holocausto de las incandescencias.
Tal vez, por eso en parte, la Ciudad de México es cada vez más obscura, carente de simbolismo nocturno visual o identidad luminosa.
Nada representa la imagen de la Ciudad de México en su presencia o ausencia nocturna, fragmentándose y craqueándose a partir del ocaso. Invisible de noche, solamente guiada por brillos y reflejos en contra de la mínima capacidad de ver y mucho menos de interpretar.
En un periférico raspado por luminarios hechizos de cajas de concreto de luz verde y morada, o una columna al Ángel de la Independencia rota y amorfa en su composición visual, o un Paseo de la Reforma desangelado o el nuevo Monumento a la Revolución Travesti, o la Catedral Metropolitana, negra y apagada después de la diarrea visual y engaño-hipnótico-colectivo de importación de los reventones bicentenario.
Pero antes de volver a volver a olvidar …
¿Dónde quedaron esos trenes?
¿dónde están esas luminarias semi-robóticas móviles de ruta pre-establecida programable, llenas de luz e incandescencia urbana?
Porque no todo en luz es luz natural o luz eléctrica.