La Maratón
La vida profesional tiene comparaciones con la maratón. Al final nos vemos afrontados con la soledad del corredor de fondo. Pero el esfuerzo vale la pena.
"La Columna" de Francisco Ponce de Horticultura- 171, septiembre 2003.
Los orígenes de esta palabra provienen de la ciudad de Marathon, en la antigua Grecia. Fue desde allí que Filipides corrió aproximadamente 42 kilómetros hasta llegar a Atenas, anunció una famosa victoria y a continuación cayó muerto. La historia de este épico acontecimiento fue revivida al iniciarse los primeros Juegos Olímpicos de la edad moderna. Ésta disciplina deportiva, la practiqué hace algún tiempo y paulatinamente, según entraba en años, la fui reduciendo en distancia hasta el actual paseo al trote por caminos de tierra o aledaños del hotel donde me hospedo, si lo permite.
Nunca gané ninguna competición, ni me dieron trofeo alguno -soy sincero al confesarlo-; sin embargo, para contentar mi ego, siempre dije que lo importante era terminar el recorrido y eso lo cumplía, granjeándome así cierta admiración.
Pero la vida profesional también tiene comparaciones con la maratón.
En la línea de partida todos estamos juntos, compartiendo camaradería y entusiasmo. Pero a medida que la carrera avanza, la euforia inicial cede protagonismo a los auténticos desafíos: la fatiga, la monotonía, los reveses y la propia duda sobre nuestra capacidad. Esto nos hace notar que algunos de nuestros compañeros ya desistieron en lo más hondo de sus corazones; siguen corriendo, porque no pueden parar, los negocios les fuerzan a continuar.
Observamos que cada vez, en este pelotón, son más, cumplen como gerentes o empresarios, pero olvidan las bellezas del camino y rehuyen los desafíos.
Al final, es cuando nos vemos obligados a afrontar en la soledad del corredor de fondo, las sorpresas de las curvas desconocidas (ventas, beneficios, asuntos laborales, formas de organización, competencia, producto), no importa el orden, cada cual es libre de poner sus prioridades o añadir otros conceptos. Tras algunas inevitables caídas, uno termina preguntándose si vale la pena tanto esfuerzo.
Sí, vale. Se trata solo de no desistir, en el alma del hombre, está el alma del mundo.
En el caso, amable lector, de que seas un ejecutivo de cuarenta años o menos, primero enhorabuena y después, corre y no te muestres gandul. Ser eficaz no es solo escalar, sino llegar a la cima propuesta. No es tirar, sino dar en el blanco, no es correr sino llegar a la meta.
Ser eficaz es, sobre todo, disfrutar con tu trabajo.