El arancel invisible
La concentración empresarial de las grandes cadenas distribuidoras alimentarias es un hecho reconocido. Esto conlleva también una concentración de la demanda de fruta y hortaliza; cada vez son menos compradores que pueden entonces dictar sus condiciones: la prepotencia de los grandes distribuidores.
Artículo publicado en la Revista Horticultura - 144, Abril 2000.
En el plano teórico, quizá deberíamos profundizar en uno de los grandes temas de la microeconomía contemporánea: el tamaño ideal de la empresa. Pero, aún admitiendo que la selección natural basada en reglas también naturales es válida como punto de partida, algunos de los elementos que se definen per se en los sectores secundario o terciario, viven contradictorias particularidades en el sector primario.
Esas particularidades son más notorias del lado de la oferta: estacionalidad, producción heterogénea, calidades irregularidades, disponibilidad no siempre continuada, estrangulamientos temporales, ausencia de control del transporte. ... todos los sabidos problemas intrínsecos al producto perecedero, en general. Ante esto, el productor sólo tiene dos argumentos: sobrecalidad del producto y servicio adecuado al mercado, incluida una eterna respuesta inmediata a las veleidades de éste. Pero, ¿qué ocurre en el tema de la formación de los precios?
La verdad sin ambigüedades es contundente: no existe un precio único de mercado para un producto determinado. Lejos de tomar ventaja de este axioma, para los agricultores u ofertantes agroalimentarios esto se viste de otro fatal disfraz: autocompetencia a la baja. (Más claramente, subasta a la baja en los precios).
Se podría caer en la tentación de pensar que en realidad no hay nada nuevo en el cruce de líneas de oferta y demanda cartesianas. Seguro que es así. No seremos nosotros quienes propongamos ni la más mínimamente insinuada alteración de las condiciones de dichas curvas. Lo que más llama la atención, sin embargo, es que las imperfecciones de la teoría parten del lado de la demanda. Sobre todo, en adición, teniendo en cuenta las voluntades públicas en pos de concentraciones empresariales y asociacionismo rural, del tipo que sea... Resumiendo, oferta libérrima versus oligopolio en la demanda. Y no es sólo del número de operadores de lo que hablamos.
Pregunta insolente: ¿es preciso o deseable una concentración de la oferta en aras de nivelar el grado de influencia en el negocio hortofrutícola? La contestación afirmativa la conocemos hace años. Esto no obstante, no podríamos decir ni una sóla empresa productora española capaz de influir ventajosamente en el precio puntual de un producto. El caso contrario se produce con bastante más frecuencia. Una apostilla: aún teniendo una igualdad de negociación de facto en un momento determinado, el riesgo de exposición a precios de sabotaje provenientes de cualquier lugar es siempre altísimo del lado de los ofertantes.
Más insolencias: ¿es preciso o deseable una manera de producir diseñada a medida de un hipotético macrocomprador cuyo compromiso con la producción como tal no va nunca más allá de los instantáneos efectos sobre su propia cuenta de resultados? Es decir, ¿será alguna vez posible repercutir ventas por debajo del precio de coste, -cada vez más numerosas-, a algún comprador que, movido por sus objetivos de volumen de ventas, dinamite sin mejor explicación el precio en mercado de una fruta o verdura ?
Me temo que demasiadas preguntas sin respuesta.