La instalación de arbolado urbano
En este artículo se hace un repaso a las situaciones más corrientes que, a nivel de planificación, deberían tenerse en cuenta a la hora de instalar arbolado en nuestras ciudades, para permitirnos gozar de sus multiples beneficios durante un mayor número de años.
Es común encontrar publicaciones de todo tipo dedicadas a la descripción de técnicas y trucos para plantar correctamente un árbol según las características del terreno, desarrollo del sistema radicular y demás factores; sin embargo, no son tantas las páginas dedicadas a establecer una serie de recomendaciones desde el punto de vista de la planificación basadas simplemente en el sentido común aunque de habitual incumplimiento en nuestras ciudades.
A día de hoy es incuestionable el gran desarrollo urbanístico que se está produciendo en el seno de las grandes ciudades. Con buen criterio, dentro de la mayoría de los planes urbanísticos, se estableció en su día la obligatoriedad de dotar a cada sector con un porcentaje de superficie verde ajardinada o arbolada. Paradójicamente, muchas de estas zonas arboladas son proyectadas por el mismo arquitecto que diseña el edificio en sí, constatándose en la mayoría de los casos una ignorancia total sobre el tema, que se refleja después sobre el terreno en los términos que hemos relatado anteriormente.
Por todo ello, vamos a hacer un repaso a las situaciones más corrientes que, a nivel de planificación, deberían tenerse en cuenta a la hora de instalar arbolado en nuestra ciudad.
El árbol no es sólo el fuste en sí. Todo ejemplar debe ir acompañado de un alcorque de dimensiones tales que garanticen el aporte necesario de humedad y aireación para su sistema radicular. Por otro lado, la acera, como es obvio, es un lugar de tránsito y, por lo tanto, debe quedar libre de obstáculos igual que lo está una carretera o un carril para bicicletas. Dejando a un lado farolas, papeleras o bancos que muchas veces incumplen esta norma de manera flagrante, es evidente que el alcorque supone un obstáculo para el viandante. Se deben tener en cuenta, por tanto, las dimensiones de uno y otro para evitar situaciones incómodas o de riesgo en el caso de personas impedidas. Será necesario buscar soluciones para recubrir dicho alcorque sin anular su función de cara al árbol o, incluso, renunciar a ubicar un ejemplar en ese punto según los casos, antes que plantarlo de forma inadecuada.
Una circunstancia que está tomando entidad a día de hoy es la implantación de infraestructuras subterráneas de agua, gas, electricidad o comunicaciones. Todas esas conducciones necesitan un mantenimiento periódico además de su implantación física lo que supone un riesgo de importancia de cara al sistema radicular del arbolado. Respetar unas distancias mínimas entre unos y otros es la única garantía fiable a este nivel.
El árbol no es un elemento inerte. Como todos sabemos, crece y se desarrolla con el tiempo. Este aspecto es olvidado en muchas ocasiones efectuando densidades de plantación más o menos coherentes con el tamaño inicial de los ejemplares pero totalmente inviable con sus dimensiones futuras. Por otro lado, si efectuamos la plantación de acuerdo con el tamaño adulto estimado, muy probablemente no se cumplirán inicialmente los objetivos de sombreado y estética deseados. Por tanto, debemos empezar a plantearnos la retirada futura programada de parte del arbolado urbano según un plan estratégico preestablecido una vez alcanzadas ciertas cotas de desarrollo, planificando la plantación de forma que en todo momento se cubran las necesidades para las que han sido proyectados.
Se observa en otras ocasiones la desconexión entre las instituciones públicas y las comunidades privadas. En algunos proyectos municipales de plantación sólo se observa la calle desnuda susceptible de ser arbolada. Sin embargo, no se tiene en cuenta que pueda existir una zona ajardinada privada colindante con ejemplares ya establecidos que están cumpliendo a al perfección los objetivos que estamos persiguiendo. Nuestra actuación, además de innecesaria, no hará más que interferir con el desarrollo del arbolado preexistente.
Como vemos, son múltiples las circunstancias a abordar a la hora de la planificación. Sin embargo, como dijimos al principio, todas pueden resolverse con la simple aplicación del sentido común.
Solamente resueltos estos aspectos sobre el papel, podremos abordar el problema de la implantación física del ejemplar en la ubicación establecida. Como señalamos al comienzo, son múltiples las publicaciones en este sentido aunque, algunas de las recomendaciones que en ellos se establecen, son inviables a nivel urbano o son obviadas cuando la tarea se vuelve rutinaria como es el caso de plantaciones viarias. A pesar de ello, podemos indicar aquí unas pautas generales de ejecución.
Elección del ejemplar
Una vez elegida la especie durante la fase de la planificación, observaremos las siguientes características a nivel individual:
· Edad: Los ejemplares jóvenes arraigan más fácilmente aunque son más propensos a roturas y daños según su ubicación. Los ejemplares más desarrollados producen una mejor impresión inicial pero necesitan más cuidados para adaptarlos a su nuevo enclave.
· Sistema radicular: Deben evitarse sistemas radiculares asimétricos, retorcidos o enmarañados signos de un mal cuidado en vivero. Huir de enfermedades o de daños por exposición prolongada a la intemperie. Si el ejemplar viene en maceta, comprobar que no sobresalen raíces por los agujeros de drenaje y que el cepellón se retira fácilmente del recipiente. Si viene con raíces embaladas en cepellón, comprobar que el envoltorio se encuentra intacto y el conjunto presenta un aspecto firme y compacto.
· Ramificación: Debe estar bien estructurada y las yemas sanas y vigorosas.
Elección de la época de plantación
· Los ejemplares en maceta pueden plantarse casi en cualquier época a excepción de los períodos secos (si no van a ser regados con frecuencia) o expuestos a heladas.
· Los ejemplares caducos a raíz desnuda, deben plantarse en el período de reposo vegetativo, entre mediados de otoño y principios de primavera cuidando las posibles heladas.
· Los ejemplares perennes, se plantarán a mediados de otoño o entre mediados y finales de la primavera.
· Los ejemplares con cepellón embalado, deberán plantarse a principios o mediados de otoño o a mediados de primavera.
Ejecución de la plantación
· Retirar todo tipo de vegetación, (incluido el césped) en un círculo de un metro de diámetro alrededor del lugar de plantación.
· Efectuar el agujero de plantación con una profundidad de 1,5 veces la profundidad actual de las raíces y entre dos y tres veces el diámetro actual según las posibilidades del terreno.
· Desmenuzar las paredes y el fondo del agujero con un rastrillo o similar para favorecer la colonización del sistema radicular en el futuro.
· Mezclar la tierra con un porcentaje de materia orgánica según las condiciones del lugar intentando no cambiar en exceso las condiciones edáficas del hoyo de plantación con respecto a las circundantes lo que ocasionaría un desarrollo limitado al propio hueco de plantación.
· Humedecer la zona de plantación con anterioridad.
· Colocar el ejemplar en el hoyo enrasando la superficie del terreno con la misma cota que tenía el ejemplar en vivero.
· Recubrir con tierra por capas compactando ligeramente.
· Sujetar con una estaca auxiliar si fuera necesario permitiendo al árbol cimbrearse con el viento y sin dañar su corteza.
En resumen, tanto a nivel de planificación como de ejecución y mantenimiento, debemos pensar en todo momento que no estamos instalando infraestructuras inertes sino seres vivos con una serie de particularidades y necesidades asociadas. Sólo teniendo en cuenta esta circunstancia elegiremos para ellos la menos mala de las ubicaciones posibles dentro de un entorno ya de por sí perjudicial para su desarrollo como es el urbano, garantizando de esta manera una convivencia satisfactoria con el hombre y permitiéndonos gozar de sus múltiples beneficios durante un mayor número de años.
Para saber más: www.arboricultura.net