Los biocombustibles basados en productos agrarios compiten con el cultivo para consumo
10 de septiembre de 2010
Pero más allá del carácter ‘verde’ que se atribuye a los biocombustibles, otros motivos han influido también en su creciente producción global desde hace unos años. Por ejemplo, que los precios del crudo hayan alcanzado máximos históricos, además de la prohibición del uso del Eter Metil Tert-Butílico (MTBE, por sus siglas en inglés) como aditivo de la gasolina en Estados Unidos y la mayor relevancia de las políticas relacionadas con la seguridad energética y el cambio climático. Actualmente, se emplean materias primas agrarias alimenticias como el maíz, la soja y la caña de azúcar en la generación de estos biocombustibles, lo que provoca una mayor demanda de estas cultivos para producir esta fuente de energía renovable. Aun así, no hay que olvidar que estas materias primas también se cultivan para alimentación humana y del ganado. Una competencia directa que provoca malestar social sobre las consecuencias de los biocombustibles en los precios de los alimentos.
Con el propósito de arrojar luz sobre estas cuestiones, un grupo de investigadores del Centre de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (Creda) lleva a cabo un proyecto con el título ‘Transmisión de precios entre los mercados energéticos y de alimentos: el efecto de los biocombustibles’. Utilizando modelos econométricos, los científicos de esta fundación privada, creada por la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (Irta) pretenden cuantificar la relación entre los precios del crudo, de los biocombustibles y de los alimentos tanto en Estados Unidos como en Brasil (los principales productores mundiales de biocombustibles), pero también en España. Además, este proyecto pretende estudiar las preferencias sociales por los biocombustibles y determinar sus implicaciones socioeconómicas.
La variación de los precios del maíz, del etanol, del crudo y de la gasolina sigue patrones comunes
Durante el primer año de ejecución del proyecto, el trabajo se ha centrado fundamentalmente en el mercado del etanol en Estados Unidos, el primer productor a nivel mundial de este tipo de alcohol de alto octanaje elaborado con maíz. Aunque el etanol represente en la actualidad el biocombustible líquido más producido en todo el mundo, prácticamente no existen estudios empíricos que cuantifiquen la relación entre los precios del etanol y del maíz.
El estudio, realizado por el Creda, ha revelado que la variación de los precios del maíz, del etanol, del crudo y de la gasolina, a lo largo de las dos últimas décadas, ha seguido patrones comunes. La primera fase de estudio ha demostrado, de hecho, que un incremento de los precios de la energía genera un aumento de los precios del maíz. Esto sugiere que aunque la expansión de la industria del etanol en los Estados Unidos tiene impactos positivos sobre las comunidades rurales, también puede causar un descontrol de la inflación en el precio de los alimentos. En este sentido, las segundas generaciones de biocombustibles como las algas, los desechos forestales y agrícolas u otro tipo de residuos, que suponen menor competencia con la producción de alimentos, representan una alternativa, económicamente atractiva, a los combustibles fósiles.
Los biocombustibles de segunda generación a base de algas, desechos forestales y agrícolas, entre otros, son una alternativa a considerar para evitar el abuso de los precios sobre materias primas agrarias. Foto: Benjamin Earwicker.
Asimismo, los investigadores del Creda también han observado que un incremento del precio del etanol podría causar un encarecimiento del precio de la gasolina. De esta manera, las refinerías de petróleo trasladan la inflación originada en un mercado energético relativamente pequeño, el del etanol, al mercado de la gasolina. En la situación opuesta, la subida del precio de la gasolina provoca reducciones en el precio de mercado del etanol, por lo que los expertos destacan el potencial económico de este carburante ya que una mayor o menor producción contribuiría a controlar la inflación en el mercado de los combustibles líquidos.
La segunda fase del estudio prevé analizar la situación de la producción de etanol en el mercado brasileño, siguiendo una metodología que permita analizar tanto las relaciones de los precios como su volatilidad. A fin de obtener una visión más amplia de las implicaciones sociales de los biocombustibles, actualmente se diseña un experimento de elección para analizar, en una fase posterior, las preferencias sociales por los biocombustibles.
En definitiva, el trabajo realizado representa una contribución importante a los debates actuales sobre los impactos de los biocombustibles en los precios de los alimentos. Las conclusiones obtenidas por el Creda resultan muy relevantes tanto para el diseño de nuevas políticas como para los agentes económicos relacionados con el mercado de etanol.
Aparte de la naturaleza finita o renovable, la diferencia sustancial entre un combustible fósil y un biocombustible es el papel que cada uno de ellos juega en el equilibrio del planeta. Si por un lado, usar los derivados del petróleo es sinónimo de sobreproducción de carbono en la atmósfera (que a cada minuto eleva el termostato de la Tierra), por el otro, la biomasa utilizable como fuente de energía es capaz de capturarlo y convertirlo en oxígeno, contribuyendo a la salvaguarda del medio ambiente.