Cultivos de alto valor: La Península Ibérica como oportunidad
En la última década, la Península Ibérica ha sido protagonista del interés creciente de los inversores institucionales en activos agrícolas. Roberto Vitón, director de Valoral Advisors, comparte su visión del presente y futuro de la inversión agrícola en España y Portugal, con una mirada incisiva desde el perfil inversor.
Interés creciente de los inversores
En estos quince años el sector de la agricultura y alimentación ha vivido una gran transformación, de la mano de un crecimiento significativo en la demanda de alimentos en mercados en desarrollo, al mismo tiempo que los cambios en las preferencias de dietas y estilos de consumo de alimentos evidenciados en los mercados desarrollados.
Esta transformación también ha estado marcada por una creciente presión en los recursos productivos -incluyendo suelos y agua- que ha sido exacerbada por el cambio climático. Más recientemente, la pandemia y las tensiones geopolíticas han evidenciado la importancia de nuestro sector y la relevancia de las cadenas logísticas. Esta transformación ha generado un flujo creciente de inversión en toda la cadena de valor de la agricultura y alimentación, atraído por la expectativa de retornos atractivos.
Ya a principios de la década pasada el mundo inversor comenzó progresivamente a incorporar activos agrícolas a sus portafolios, con una perspectiva de diversificación y apostando por generar retornos estables y de largo plazo, alineados con las tendencias estructurales que han dominado nuestro sector.
Así, un número creciente de inversores institucionales -incluyendo fondos de pensión, fondos soberanos y aseguradoras- han invertido tanto de manera directa como a través de fondos especializados. Entre 2010 y 2024, el número de fondos de inversión en tierra agrícola se ha multiplicado por tres, hasta alcanzar más de 220 fondos a día de hoy con activos cercanos a 50.000 millones de dólares. Las inversiones directas suman un monto similar.
La península Ibérica como gran escenario
La Península Ibérica ha sido un imán para estos inversores, gracias a su posición de liderazgo en la agricultura mediterránea, con una escala productiva, con condiciones favorables de suelos, clima y disponibilidad de agua, y con acceso al mercado europeo, lo que reduce el riesgo agrícola y el riesgo comercial. Asimismo, el estado de derecho y particularmente los derechos de propiedad así como todo el marco legal que ofrece la Unión Europea, ofrecen una garantía de respeto al capital tanto local como extranjero.
Por estas razones, España y Portugal han recibido una parte significativa de estas inversiones, que se han volcado principalmente al desarrollo de cultivos de alto valor como el olivo y almendro, pero también a otros incluyendo cítricos, frutas de hueso, berries, y más recientemente pistachos y aguacates.
Hoy en día, cuando los inversores institucionales consideran una nueva inversión, son conscientes que las expectativas de retornos son menos atractivas que años atrás. No sólo la tierra es más escasa y costosa, sino también la financiación es más complicada. Además, la disponibilidad de agua y el impacto de eventos climáticos extremos genera más incertidumbre entre los inversores. El riesgo de una futura sobreproducción en ciertos cultivos y la mayor competencia internacional también asoman con preocupación entre los inversores.
¿Qué oportunidades vislumbran estos inversores?
Sin duda, la oportunidad está marcada por la visión de largo plazo -décadas- que manejan estos inversores, que va más allá de los ciclos de mercado. Muchas veces estos activos tienen como contrapartida obligaciones de sistemas de pensión que se extienden por varias décadas. Además, muchos de ellos aún deben cumplir con un mandato de diversificación en agricultura, y los cultivos intensivos siguen ofreciendo en general mayores tasas de retorno esperado que los cultivos extensivos como cereales y oleaginosas.
La posibilidad de invertir con mayor integración vertical -inclusive llegando a los canales retail- es otro factor.
Hoy en día, estos inversores buscan retornos netos que sean de al menos el 8% o 10% en dólares, aunque este número puede variar dependiendo de varios factores, entre ellos si se trata de una inversión 'greenfield' o si se invierte en un activo ya desarrollado y con un flujo de caja.
En este contexto, España y Portugal siguen siendo una de las pocas opciones disponibles en el universo de países de la OCDE, cuando uno considera la lista de criterios de estos inversores.
Justamente, uno de los aspectos que los inversores institucionales requieren hoy en día es la aplicación de un sistema de producción sostenible que apunte hacia prácticas alineadas con la agricultura regenerativa. Cubiertas vegetales, la utilización de bioestimulantes y biopesticidas, la huella de agua y carbono en la agricultura… son temas recurrentes en las conversaciones con estos inversores.
¿Qué podemos esperar del futuro?
Con la mayor profesionalización del sector y la consolidación en marcha, es también esperable que se vea una gradual racionalización de estos portafolios en la medida en que vayan madurando. Esto provocará la compra y venta de ciertos activos por cuestiones de estrategia y de eficiencia operativa.
Muchos de estos inversores consolidarán finalmente plataformas de producción internacionales, con presencia en geografías tan diversas como Estados Unidos, Latinoamérica, Marruecos, Sudáfrica o Australia.
- Artículo publicado en la revista Olint