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Las nuevas técnicas genómicas (NTG) abren una fisura en el muro europeo

Miguel Ángel Mainar Jaime, periodista agroalimentario

21/03/2024

La Comisión Europea, primero, y el Parlamento Europeo (PE), recientemente, han dado dos pasos importantes para que Europa abra sus puertas, al menos parcialmente, a las Nuevas Técnicas Genómicas (NTG), equiparadas todas aún a las de producción de organismos transgénicos y sujetas, por tanto, a la restrictiva legislación que los rige.

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Las NTG son técnicas capaces de cambiar el material genético de un organismo que han surgido o se han desarrollado desde la adopción de la legislación sobre OGM en 2001. Entre ellas, la reina y la más prometedora es la CRISPR, método de edición genética (corta-pega genético en términos coloquiales) que no tiene tantos problemas en otras partes del mundo y para el que desde la comunidad científica y desde amplios sectores económicos de la Unión Europea se ha reclamado insistentemente su autorización.

Tras el respaldo inicial recibido por las comisiones de Agricultura y de Medioambiente y el que a principios de febrero otorgó el PE, esta autorización está más cerca. Solo falta el visto bueno del Consejo de Ministros y, si este llega (ya se ha manifestado en contra alguna vez), el inicio del proceso de elaboración de la norma pertinente, aunque no está claro que pueda producirse antes de las elecciones programadas para el próximo mes de junio.

Entiéndase que no se trata de dar vía libre a cualquier tipo de modificación genética. Los diputados europeos, que apoyaron las NTG con 307 votos a favor, 263 en contra y 41 abstenciones, es decir, con una mayoría justa, establecen dos categorías para estas herramientas: las NTG1, que se consideran similares a las técnicas convencionales de hibridación de especies, y las NTG2, que sí deberán seguir cumpliendo “las mismas normas que los organismos modificados genéticamente”.

Además, se defienden otras limitaciones, como que los vegetales obtenidos con las nuevas técnicas se prohíban en la producción ecológica y algo que no ha gustado a quienes están en la parrilla de salida para lanzar sus proyectos de investigación y desarrollo: la imposibilidad de patentar esas obtenciones. Sin patentes -señalan desde el PE- “se evitarán inseguridades jurídicas, costes mayores y nuevas dependencias para agricultores y obtentores”.

El objetivo es lograr un sistema alimentario más sostenible y resiliente y, según Jessica Polfjärd, defensora de la propuesta, “reforzar la seguridad alimentaria de Europa y ecologizar nuestra producción agrícola”. Para esta diputada, las nuevas normas “permitirán desarrollar variedades vegetales que garanticen un mayor rendimiento, que sean resistentes a condiciones climáticas adversas o que requieran menos fertilizantes y plaguicidas”.

La ciencia, esperanzada

Las NTG, según explica Miguel Alfonso, investigador de la Estación Experimental de Aula Dei del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), se han venido utilizando, en su caso, exclusivamente para experimentar en laboratorio con el metabolismo de las plantas, concretamente, con vistas a la obtención de biocombustibles.

La diferencia entre una planta transgénica y una editada, señala, es que en la primera se introduce un gen de otra especie, mientras que en la segunda no. Así, la planta editada es indistinguible de la original. Dependiendo del número de ediciones que lleve, será NTG1 (hasta 20) o NTG2 (más de 20).

Además de la presión ejercida por el sector biotecnológico y por amplios círculos de productores agrarios para que Europa cambie su normativa (solo la Unión Europea y Nueva Zelanda tienen vetados los OGM), la comunidad científica, que salió a la calle con su demanda mientras el Parlamento Europeo debatía, también está satisfecha con el giro que se ha producido. “No tiene ningún sentido que nuestro trabajo se tenga que quedar en el laboratorio”, afirma. Y concluye: “es previsible que de esto surja una revolución en la agricultura”.

Panorama normativo mundial de los cultivos editados genéticamente. Fuente: www.isaaa.org

Panorama normativo mundial de los cultivos editados genéticamente. Fuente: www.isaaa.org

Quien primero utilizó la tecnología CRISPR en España fue Lluís Montoliu, también investigador del CSIC y del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red de Enfermedades Raras, del que es vicedirector. Además de su capacidad investigadora, de él se destaca su preocupación ética (ha contribuido a difundir y crear muchos de los comités éticos de nuestro país) y su voluntad divulgadora, que le ha llevado a escribir varios libros y pronunciar numerosas conferencias, como la que tuvo lugar en La Universidad del País Vasco justo cuando los eurodiputados debatían sobre la cuestión.

Él lo tiene muy claro, las NTG nos han cambiado la vida y en el mundo hay dos tipos de laboratorios de biología molecular, “los que usan CRISPR y los que lo van a usar”. La segunda generación de editores ha mejorado mucho a la primera y desde 2019 se cuenta con la tercera (la “Prime”), una genialidad, según dice, del científico norteamericano David Liu.

“La directiva europea, más que regular, lo que hace es bloquear”, afirma Montoliu, que compara las herramientas NTG con las tradicionales por radiación o por procedimientos químicos y concluye que el resultado es el mismo, todas son indistinguibles. Pero la ventaja de las últimas en llegar es que el azar está prácticamente dominado; con las otras se producen muchas mutaciones incontroladas que nadie se preocupa de caracterizar. “Cuando somos lo más precisos posible, ponemos los problemas”, se queja.

La realidad, por tanto, es que la UE está fuera de juego y eso tendrá un precio. O ya lo tiene. Se llama Francisco Barro, investigador del Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC (IAS-CSIC). Su trabajo está centrado en el trigo, un vegetal hexaploide (de cada gen hay seis copias), es decir, de manipulación complicada. En 2010 consiguió desactivar los genes de las gliadinas (componente principal del gluten) con métodos transgénicos, pero no pudo continuar su trabajo porque la legislación se lo impedía. En 2018 logró lo mismo con técnicas de edición y se topó con la decisión, ese mismo año, de la Corte de Justicia de la UE de equiparar la edición genética a la transgénesis. Ahora trabaja en Estados Unidos, donde “hay empresas que van a cultivar ese trigo y nos van a vender las galletitas a nosotros”, ironiza Lluís Montoliu.

Fuera de la UE y de Nueva Zelanda empieza a haber ejemplos importantes de lo que la edición genética puede hacer. Uno de los más llamativos es el de los tomates obtenidos en Japón hace tres años y cuyo consumo puede sustituir ciertos tratamientos médicos para la hipertensión.

Miguel Alfonso (EEAD-CSIC): “No tiene ningún sentido que nuestro trabajo se tenga que quedar en el laboratorio, es previsible que de esto surja una revolución en la agricultura”

El campo, animado

Lógicamente, las empresas dedicadas al desarrollo de soluciones biotecnológicas llevan tiempo reclamando un cambio normativo radical. En España, muchas de ellas forman parte de la Fundación Antama (Fundación para la Aplicación de Nuevas Tecnologías en la Agricultura, el Medio Ambiente y la Alimentación), cuya directora, Soledad de Juan, ve “fenomenal” el cambio que se atisba, aunque todavía falte la decisión del Consejo de Ministros.

“Hemos peleado mucho, la ciencia ha peleado mucho y los agricultores han peleado mucho por conseguirlo”, destacan desde Antama, aunque hay algo que no les satisface, la prohibición de patentar los desarrollos y que solo puedan estar sujetos a derechos de obtenciones vegetales. “Las patentes sirven para fomentar la investigación”, afirma de Juan, que teme los efectos sobre la investigación y sobre la innovación si finalmente la prohibición se ratifica.

Tampoco entienden en Antama que las variedades NTG queden fuera de las autorizadas para la agricultura ecológica. Consideran que es un error porque se trata de una tecnología que le puede ayudar a cumplir sus objetivos de optimizar los tratamientos fitosanitarios.

Finalmente, recuerdan en esta fundación el informe del Breakthrough Institute y la Alliance for Science que estima en tres billones de euros el coste que tendría para la Unión Europea decir no a las NGT.

El único cultivo transgénico autorizado en Europa es el del maíz bt, que lleva más de 25 años de experiencia en España; en concreto, en el Valle del Ebro, que es donde existen los problemas de taladro que evita esta variedad del cereal. En todos estos años no se ha observado ningún problema, ningún inconveniente, con este maíz, de acuerdo con José Luis Romeo, presidente de la Asociación General de Productores de Maíz de España (AGPME).

El único cultivo transgénico autorizado en Europa es el del maíz bt, que lleva más de 25 años de experiencia en España; en concreto...
El único cultivo transgénico autorizado en Europa es el del maíz bt, que lleva más de 25 años de experiencia en España; en concreto, en el Valle del Ebro, que es donde existen los problemas de taladro que evita esta variedad del cereal.
Es más, gracias a él -añade- las variedades convencionales están más protegidas, porque el bt también actúa como controlador de las plagas en ellas. La AGPME, que representa tanto a los productores de panizo OGM como convencional, es, por tanto, partidaria de la edición genómica, que simplifica mucho la selección vegetal.

Por un lado, especifican, no es una técnica transgénica. Por otro, reduce los procesos de obtención de 10-12 años a uno o dos. Y ello con un control muchísimo más preciso de los resultados que la selección tradicional, en la que el cruce de plantas genera una maraña de variedades que es necesario expurgar y que dejan como resultado plantas, además de inútiles, desconocidas. “Ahora es mucho más fácil, rápido y seguro”, resume Romeo, para quien no es que vaya a haber una revolución en la agricultura, “va a ser una revolución en todo”.

Las cooperativas agroalimentarias, aunque con cautela, pues consideran que “es importante analizar el potencial de estas técnicas más sosegadamente”, también apuestan por las NTG. De hecho, consideran que servirán para hacer al sector más competitivo y más resiliente. Así se consideró en un dosier sobre el tema elaborado en el seno del COPA-Cogeca (el lobi de agricultores y cooperativas de Bruselas), donde se considera una lástima que no pudiera darse un acuerdo en el Consejo de Ministros durante la presidencia española, que llevaba las nuevas técnicas genómicas entre sus prioridades.

La agroecología, en contra

Pero no todo el mundo agro está de acuerdo con abrir la vía a la edición genética. La Sociedad Española de Agricultura Ecológica y Agroecología (SEAE) “y todo el lobi europeo de asociaciones de producción ecológica”, según remarca Roberto Ruiz de Arcaute, no comparte la confianza en unas técnicas sobre las que “nadie tiene muchas certezas”.

Ruiz, que es vocal de la junta directiva de esta organización, no solo expone dudas sobre la solvencia científica de las NTG, sino también sobre la trazabilidad que se pueda hacer de los productos que surjan de ellas y el margen de elección que se deje al consumidor.

En el primer caso, considera que en modelos experimentales pueden funcionar, pero no así a escala real, ya que “en la mayoría de las plantas de interés comercial las modificaciones que se realicen van a tener muchas dificultades de expresión”. En este sentido, afirma que no quedará más remedio que realizar una segregación de los resultados para evaluar en campo y que esto llevará el mismo tiempo que con las técnicas actuales. A la vez, considera que los sistemas agrarios son tan amplios que los efectos de las NTG en ellos tendrán una eficacia relativa y, en definitiva, que estas técnicas “son muy interesantes desde el punto de vista científico, pero muy poco prácticas”.

Con respecto al consumidor, avisa de que no habrá un etiquetado que le pueda advertir sobre la posible naturaleza modificada los productos que compre, con lo que no podrá elegir libremente y con información suficiente.

Por último, en SEAE recelan de los efectos secundarios que la liberación en el medioambiente de materiales modificados pueda tener. Las interacciones entre organismos son imprevisibles y podrían impactar gravemente los ecosistemas, ya de por sí debilitados por una multiplicidad de factores. Además, advierte Ruiz de Arcaute, “la naturaleza tiende a saltarse las barreras” y puede provocar efectos contrarios a los deseados, como la aparición de plagas, superplagas o superinsectos.

La pelota, por ahora, está en el tejado del Consejo de Ministros, y aunque este la despejó en diciembre pasado, la presión es mayor tras la decisión de los eurodiputados y las expectativas abiertas por estos en amplios sectores científicos, económicos y agronómicos. Incluso, de manera indirecta, las últimas movilizaciones agrarias podrían tener su influencia en una decisión que, de momento, solo ha puesto en guardia al sector ecológico, cuya capacidad para influir en la población, en todo caso, no es desdeñable.

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