Las cubiertas vegetales, una estrategia sostenible que gana terreno en la viticultura española
Carmen Egea
Periodista Agroalimentaria
15/03/2023En los últimos 40 años, el manejo de los suelos vitícolas ha cambiado profundamente. Hoy en día, gran parte de las prácticas agronómicas en viñedo están marcadas por el respeto al medio ambiente, la sostenibilidad y el equilibrio natural. El suelo tiene para la actividad agrícola un valor incalculable. Una mayor concienciación sobre la salud del mismo, su puesta en valor y la integración de la biodiversidad dentro del viñedo, convierten a las cubiertas vegetales en una herramienta polivalente. Son las mejores aliadas en la lucha contra los efectos del cambio climático. Prevenir la erosión y el desgaste de los suelos; la necesidad de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera; la capacidad que tienen estas cubiertas, espontáneas o sembradas, para secuestrar carbono; gestionar los nutrientes para hacer los suelos más fértiles y vivos, son una tendencia en auge que comprobamos en el siguiente reportaje gracias a la colaboración de los equipos técnicos de bodegas representativas, empresas y centros de investigación.
El 96% de la superficie de viñedo en España está en territorios protegidos por alguna denominación de calidad: Denominación de Origen Protegida o Indicación Geográfica Protegida; según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Las de Rioja y Ribera del Duero son las más conocidas, siendo la primera una de las más prestigiosas del mundo y la más consumida. Más de 600 bodegas conforman el mayor parque de barricas del mundo. Sus vinos están presentes en más de 130 países. Desde 1925 es una de las denominaciones de origen más antiguas de España. Actualmente existen 96 Denominaciones de Origen Protegidas: La Mancha, Priorat, Jerez-Xérès-Sherry, Rías Baixas, Cava, Guetariako Txakolina, Penedés, Campo de Borja, Ribeiro, Toro, Rueda, Jumilla, Montilla Moriles, entre otras. Una riqueza y diversidad sin igual de esta bebida milenaria obtenida de la uva y de la fermentación de su zumo o de su mosto. El clima, la diversidad orográfica, el tipo de uva, su método de cultivo y el manejo de la vid y del suelo, permiten que, dependiendo de la zona en la que se produzca, el vino resultante goce de muy diferentes características.
En 2021, la superficie de viñedo en España se redujo un 0,9% hasta llegar a 941.087 hectáreas. De ellas, el 59% corresponde a secano y el resto a regadío, según datos recogidos por la Encuesta de Superficie de Viñedo elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. La comunidad autónoma que se sitúa en primer lugar en cuanto a superficie es Castilla-La Mancha con 458.952 hectáreas, lo que supone el 49% de la superficie total nacional. Le siguen Extremadura (85.872 ha) y Castilla y León (72.331 ha). En los últimos 43 años, la superficie para uva de vinificación ha sufrido una reducción del 42,7%.
Las comunidades que en 2021 aumentaron su superficie de viñedo para uva de transformación fueron Asturias (un 11,7%), Islas Baleares (5,2%), Extremadura (2,5%), Islas Canarias (0,9%) y La Rioja (0,5%). Cayeron en superficie la Región de Murcia (un 12,9% menos), Cantabria, que perdió un 7% y la Comunidad de Madrid, un 4,7%. Comunidad Valenciana, Galicia y País Vasco se han mantenido prácticamente sin variación. Castilla-La Mancha, Aragón y Andalucía redujeron su superficie un 1% y por debajo del 1%, Castilla y León, Navarra y Cataluña. Son Castilla-La Mancha y Murcia, quienes explican, en gran parte, la reducción de la superficie de viñedo de uva de vinificación en España en 2021, con una pérdida de 6.188 y 2.825 hectáreas menos respectivamente.
En 2023, en España se autorizarán 1.407 hectáreas para nuevas plantaciones, una limitación que equivale al 0,15% de la superficie plantada de viñedo a 31 de julio de 2022.
Pese a ello, hemos pasado de producir 15 millones de hectolitros de vino y mosto en 1980 a situarnos en 2021, como el tercer mayor país productor de vino, con una producción de más de 35 millones de hectolitros, por detrás de Italia y Francia (primer y segundo lugar respectivamente), según el ranking de los ‘Top 20 Países Productores de Vino en el mundo’ de la Organización Internacional de la Viña y el Vino.
La sequía, la aparición de otros cultivos y la falta de agua pueden ser algunos de los factores que afectan a la pérdida de superficie, sin embargo, hoy en día se embotella y comercializa más, siendo la calidad de nuestros vinos muy demandada en los mercados nacionales e internacionales.
El suelo como elemento fundamental en el uso de cubiertas vegetales
El suelo es el elemento fundamental para una producción agrícola sostenible ambiental y económicamente. Luis Miranda, responsable de Agricultura Sostenible en Syngenta, que habla del concepto ‘Agricultura regenerativa’ e insiste en la necesidad de mantener “un suelo sano, rico en microorganismos (bacterias, hongos, protozoos, etc.), que gracias a su actividad descomponedora de materia orgánica y su interacción con el cultivo (movilizando nutrientes a formas asimilables por las plantas) es la clave para que un ecosistema agrícola en equilibrio, con una biodiversidad abundante, mantenga ‘a raya’ a microorganismos patógenos para el cultivo”.
El uso de las cubiertas vegetales en el viñedo, es una de las herramientas sostenibles y en auge, a las que se está recurriendo en aras de la conservación del suelo, equilibrio natural y la riqueza y biodiversidad que se consigue en el entorno natural de las bodegas. Con su uso se permite un mantenimiento del suelo, en el que de forma espontánea o sembrada, se desarrolla vegetación herbácea, siendo una alternativa de agricultura totalmente opuesta a la tradicional, caracterizada por el laboreo para mantener el terreno libre de malas hierbas, y que estaba combinada con el control químico mediante el uso de herbicidas, para que éstas no compitiesen con las vides por el agua o los nutrientes.
Sin embargo, se está comprobando que las cubiertas vegetales bien manejadas son capaces de generar todo un ecosistema natural en los viñedos que aporta más ventajas que desventajas; especialmente aquellas “compuestas por especies herbáceas seleccionadas, lo cual, según Miranda, sabemos hoy gracias al mayor conocimiento que tenemos de los beneficios agronómicos”. Algunas de esas ventajas puramente agronómicas son: reducir la erosión, evitar la compactación del suelo, facilitar la infiltración del agua y el acceso a las parcelas tras las lluvias, la regulación de la temperatura y evapotranspiración del suelo, competir con las malas hierbas y mejorar la salud del mismo gracias al aumento de la vida microbiana. Con el objetivo de aportar soluciones de sostenibilidad concretas para los diferentes cultivos, Syngenta ha desarrollado una oferta de cubiertas vegetales para cultivos leñosos que permite al agricultor sembrar una mezcla contrastada de especies herbáceas (85% gramíneas rústicas de porte bajo y ciclo corto y un 15% de leguminosas) con un rango amplio de adaptación a las diferentes zonas edafoclimáticas de la geografía española gracias a la variedad de especies que la componen.
Luis López Bellido, ingeniero agrónomo y catedrático emérito de Agronomía de la Universidad de Córdoba, en sus libros ‘La salud del suelo. Claves de la sostenibilidad y productividad de la agricultura’ y ‘Agricultura y secuestro de carbono. Potencial de mitigación del cambio climático’, señala como uno de los aspectos más beneficiosos que “ayudan a mantener altas cantidades de esporas de hongos micorrícicos” los cuales “crean asociaciones con casi todos los cultivos usados como cobertura”, y producen polen y néctar que “pueden ser una importante fuente alimenticia para mantener las poblaciones de artrópodos beneficiosos para los agrosistemas en periodos de escasa disponibilidad de recursos como pueden ser los insectos polinizadores, los ácaros depredadores, las avispas (himenópteros) parásitos, éstos dos últimos importantes para el control biológico de las plagas”. Las cubiertas vegetales “brindan múltiples servicios ecosistémicos al suelo” cuyo potencial puede variar según la región climática.
López Bellido, nos habla de la agricultura de conservación como un “sistema de prácticas agronómicas de laboreo reducido o no laboreo, cobertura permanente del suelo mediante la retención de los residuos del cultivo y la rotación de cultivos”, incluyendo el uso de las cubiertas vegetales, para “reducir y/o revertir muchos efectos negativos de las prácticas agrícolas tradicionales, tales como la erosión del suelo, la disminución de la materia orgánica del mismo, la pérdida de agua, la degradación física del suelo y el uso de combustible”. Y aunque su adopción está aumentando globalmente, en algunas regiones es "lenta o inexistente”.
Luis Miranda, responsable de Agricultura Sostenible en Syngenta.
Sumidero de CO2 y secuestro de carbono
Según Luis López Bellido, los suelos agrícolas del mundo pueden ser “un importante sumidero de CO2 atmosférico, especialmente aquellas tierras degradadas/desertificadas, con reservorios de carbono orgánico severamente agotados”. Otra de sus grandes ventajas reside en su capacidad potencial de sumidero de carbono restaurando el suelo mediante el uso apropiado de la tierra y la adopción de prácticas de manejo sostenibles. Para él, la agricultura climáticamente inteligente es "un enfoque agrícola que aumenta la productividad agrícola, adapta los cultivos para crecer en climas cambiantes y mitiga las emisiones de gases de efecto invernadero”.
El carbono orgánico del suelo es un componente esencial para la salud del mismo; y para que éste se mantenga, las técnicas de cultivo son fundamentales. Un laboreo excesivo rompe la estructura del suelo, y en las plantaciones de vid, éste ha sido el sistema tradicional. Según algunas investigaciones “los cultivos de cobertura pueden secuestrar <0,56 toneladas por hectárea y año de carbono orgánico del suelo en los 30 cm superiores del suelo”, aunque para mejorar ese potencial es necesario “aumentar la superficie actual de tierras de cultivo bajo producción de cultivos de cobertura” y el “aporte de biomasa a los cultivos de cobertura”. Para López Bellido “es una alta prioridad adoptar estrategias agresivas que realmente eliminen el CO2 de la atmósfera y aumentar el potencial de laboreo cero para secuestrar carbono”.
Frenar la erosión de los suelos
Los viñedos son “uno de los cultivos más susceptibles a la erosión en la región mediterránea”, debido a que en las zonas sub-húmedas o semiáridas “se manejan normalmente manteniendo el suelo desnudo a través de un laboreo convencional o mediante la aplicación de herbicida”, indica Roberto Pérez Parmo, técnico del Departamento de Producción y Protección Vegetal de NEIKER. Y añade que “esta ausencia de cobertura vegetal supone, en particular en los suelos en pendiente, un fuerte riesgo con relación a la erosión” y, a largo plazo, “la pérdida de suelo fértil ocasiona una pérdida de nutrientes que reduciría el potencial productivo”.
El estudio realizado dentro del proyecto europeo INTERREG SUDOE MONTCLIMA, dotado de un presupuesto de más de 1,4 millones de euros, tiene entre otros objetivos, la búsqueda de prácticas de manejo sostenibles para hacer frente a los efectos del cambio climático en zonas de montaña. Este proyecto de colaboración, está integrado por socios de España, Francia, Andorra y Portugal que trabajan en distintas estrategias y entre ellas está la realizada por el centro tecnológico NEIKER en Rioja Alavesa, para proteger los suelos frente a los impactos del cambio climático. En el mismo se planteó el estudio de una cubierta vegetal espontánea en cultivo de vid como manejo para la mitigación de la erosión y adaptación al cambio climático.
Se analizó el efecto de dicha cubierta vegetal en las tasas de erosión comparado con el laboreo tradicional, durante abril de 2020 y marzo de 2022. Concretamente Bodega Maisulan, un viñedo de Elvillar, en Álava, plantado en 2007 con la variedad ‘Graciano’ y cuya parcela tiene una pendiente entre el 10% y el 20%. Según la estación meteorológica oficial (Euskalmet) más cercana situada en Páganos, la precipitación media anual ronda los 500 mm.
Ana Aizpurúa, investigadora del Departamento de Producción y Protección Vegetal de NEIKER, señala que “las tasas de erosión se midieron mediante cajas Gerlach y según los resultados registrados, la cubierta vegetal redujo de manera considerable la erosión hídrica, incluso durante eventos de precipitación torrenciales. La pérdida media anual para cada tratamiento fue de aproximadamente 2 toneladas por hectárea de tierra al año en el caso de cubierta vegetal y 18 toneladas por hectárea de tierra al año en el caso del laboreo”.
Para Olatz Unamunzaga, responsable de Innovación y Tecnología de NEIKER, “las cubiertas vegetales en viticultura son consideradas como un elemento de calidad, con más ventajas que desventajas”. Asimismo, señala que “la conciencia de los viticultores sobre el efecto que tienen las diferentes prácticas de manejo sobre el suelo cada vez es mayor y son plenamente conscientes de los efectos del cambio climático y de la importancia que tiene cuidar el suelo y sus viñedos”. “En el futuro próximo los problemas asociados a la pérdida de suelo se agravarán por efecto del cambio climático”, con aumento de los periodos de sequía y precipitaciones en forma de lluvias torrenciales.
Un paseo por las cubiertas vegetales de nuestras bodegas
Esta es la clave en la que se mueven muchas bodegas de gran prestigio en nuestro país como Grupo La Rioja Alta, Ameztoi, Viña Pedrosa-Hermanos Pérez Pascuas y Bodegas Robles. Cada una de ellas localizada en una zona diferente y con características orográficas y climáticas muy diversas. Manejan las cubiertas vegetales en una parte o en la totalidad de sus parcelas, con una clara coincidencia: un suelo fértil, rico en nutrientes y en equilibrio con el entorno. Tradición e innovación, a la vanguardia, nos dan a conocer algunas de sus prácticas en el cultivo y el manejo del viñedo y el suelo para la producción de sus vinos.
Escaneo y selección de la uva grano a grano
El Grupo La Rioja Alta, desde 1890 busca constantemente la excelencia con marcas emblemáticas como Gran Reserva 890, Gran Reserva 904, Viña Arana Gran Reserva, Viña Ardanza y Viña Alberdi. Cuenta con más de 750 hectáreas distribuidas en las Denominaciones de Origen Rioja, Ribera del Duero y Rías Baixas. Presente en más de 80 países, con una selecta producción de reservas y grandes reservas, permaneciendo algunos en bodega con crianza entre barrica y botella hasta 10 años. Aunque no todos los años elaboran todas las marcas, la media de producción anual estimada es de 2 millones de botellas.
Roberto Frías, ingeniero agrónomo y director de viticultura del grupo, con gran experiencia en el sector y en el uso de cubiertas vegetales, asegura que “no necesariamente las cubiertas vegetales tienen que ir vinculadas al cultivo ecológico”, aunque en Rioja y Ribera del Duero, cuentan con unas 25 hectáreas dedicadas al cultivo 100% ecológico gracias a las cuales “están aprendiendo el manejo, para ver ventajas e inconvenientes”; ya que es un modo de cultivo en que seguramente “a medio o largo plazo -asegura- todos estaremos incluidos”.
Cuentan con cubiertas vegetales en el 100% del viñedo de Galicia, con “90 hectáreas de cubierta vegetal para evitar la erosión por arrastres de agua de lluvia, y proteger las zonas de ladera y facilitar el tránsito de las máquinas”. Por ser una zona con suelos muy arenosos, terrenos con mucha pendiente y de alta pluviometría con hasta 2000 litros por metro cuadrado. De las 500 hectáreas en Rioja, el 30% cuentan con cubiertas vegetales, aplicando muchas variantes: en todas las calles, calles alternas, cubiertas espontáneas, sembradas, etc., en función del objetivo que buscan.
En cuanto a las cubiertas que utilizan, sin instalación de riego, una gramínea ‘brachypodium distachyon’ que desarrolla muy poca biomasa, compite poco con el viñedo y se adapta muy bien al ciclo vegetativo del mismo. En zonas sin riesgo de erosión y suelos muy fértiles, profundos y mucha capacidad de retención de agua, “usamos una mezcla de especies más competitivas (‘lolium perenne’ y ‘festuca rubra’ y ‘festuca arundinacea’), para que haya una competencia con el viñedo, ya que, sobre todo en tintos, “en la viña, un exceso de vigor va en detrimento de la calidad de la uva y nosotros no buscamos producciones altas sino una muy alta calidad”, concluye.
Especializados en la elaboración de tintos, utilizan en Rioja la variedad de uva Tempranillo (copando el 80% de todas sus variedades), seguida de Garnacha tinta, Graciano y de forma testimonial Mazuelo. En Ribera del Duero cultivan exclusivamente Tempranillo (Tinta fina) y en Galicia mayoritariamente Albariño (única zona en la que producen vinos blancos) y dos variedades locales: Loureiro y Treixadura.
Roberto Frías entiende que “las cubiertas vegetales bien manejadas siempre tienen que ir asociadas a riego, y más ahora en las condiciones climáticas en las que nos empezamos a desenvolver con el cambio climático”. En época de escasez de lluvias o veranos extremadamente seco, “la competencia puede ser excesiva y debemos contar con el apoyo del viñedo”. Frías asegura que gracias a las cubiertas vegetales están teniendo “una mejora sustancial en la calidad siendo ese el objetivo con la cubierta”. Disminuir producción, disminuir la compacidad del racimo y conseguir un tamaño de baya más pequeño. El microclima en el que se desarrollan los racimos es más benigno desde el punto de vista de defensa contra ataques de hongos y desde el punto de vista del aumento de la calidad de la uva, por la aireación e insolación”.
Un grupo que se define como ‘clásicos de vanguardia’ invierten constantemente en investigación; con un compromiso medioambiental y social que combina la sabiduría ancestral, tradición enológica y tecnología punta. Así son pioneros en escanear y seleccionar cada grano de uva individualmente, realizan estudios de suelo y seguimiento satelital de vigor, vendimia y trasiega manuales, cuentan con estaciones metereológicas para la modelización del desarrollo de plagas, realizan medición en continuo de la conductividad eléctrica del suelo, usan la biomasa como combustible energético, y cuentan en todas sus bodegas con placas fotovoltaicas.
Completa su apuesta por la sostenibilidad el control de plagas natural mediante la confusión sexual, atrayentes, etc., y los albergues para insectos donde habita la ‘microfauna aliada’ (insectos polinizadores, depredadores de plagas, pequeños reptiles, etc.) que son una defensa altamente efectiva y beneficiosa con el medio ambiente.
Primera bodega inscrita en el Registro de la huella de carbono
En la DO Ribera del Duero, encontramos la Bodega Hermanos Pérez Pascuas-Viña Pedrosa, ubicada la localidad burgalesa de Pedrosa de Duero, una de las bodegas fundadoras en 1982 de esta Denominación de Origen. Daniel Pérez Herrero, su director de viticultura y proyectos agronómicos, ha sido reconocido como viticultor del año 2021 por el Master of Wine, Tim Atkin. Más de 20 años en la bodega donde su objetivo siempre ha sido "trabajar la tierra con el máximo respeto, a través de una viticultura tradicional y sostenible”; siendo hoy la tercera generación de la familia Pérez Pascuas, que toma el legado de su abuelo, Mauro Pérez, cuyos viñedos son la base de Viña Pedrosa, sobre la que se fundó Bodegas Hermanos Pérez Pascuas en 1980.
A unos 850 metros de altitud sobre el nivel del mar, se extiende una superficie de 124 hectáreas de viñedo de la variedad Tinta del País (tempranillo). Para Daniel Pérez, “una de nuestras claras distinciones es disponer de viñedos propios en vaso cultivados de una forma sostenible, lo que nos garantiza la personalidad de los vinos de Viña Pedrosa que presentan ese equilibrio entre la altitud, suelo, clima y edad de las cepas”. Con producciones escasas y equilibradas, “vigilamos los 365 días del año nuestros viñedos, manteniendo los suelos con cubiertas vegetales para conseguir producciones escasas pero de máxima calidad”. Los veranos secos e inviernos largos y rigurosos de Ribera del Duero, y sus acusadas oscilaciones térmicas a lo largo de las estaciones, favorecen la perfecta maduración de la uva. Una vez en bodega, la uva se vinifica con cuidadas elaboraciones (criomaceraciones), técnicas innovadoras y ecológicas y largas crianzas en barricas de roble y envejecimientos en botella antes de salir al mercado. Entre sus crianzas, reservas y grandes reservas de alta calidad están Cepa Gavilán y Viña Pedrosa Crianza, Finca La Navilla y Viña Pedrosa Reserva, Viña Pedrosa Gran Reserva y Pérez Pascuas Gran Selección. Enseñas que están presentes en todo el territorio nacional y en más de 40 países, en el sector de la restauración y en tiendas especializadas, con una producción anual media de 600.000 botellas, repartidas en un 40% de volumen para el mercado nacional y un 60% del volumen para exportación.
Además de dar el paso en la acreditación en viticultura y enología ecológica, siempre han apostado por la sostenibilidad, el respeto al medio ambiente, el aprovechamiento de recursos y la economía circular, con diferentes acciones tanto en viñedo como en bodega. En la actualidad están vinificando por parcelas “atendiendo a criterios como la edad del viñedo, el tipo de suelo, el tipo de clon de la variedad tempranillo y la influencia de las cubiertas vegetales”. Según Daniel Pérez, "son ya tres campañas las que llevamos realizando este estudio y con esta cuarta campaña obtendremos resultados concluyentes muy positivos”.
Destaca que su modelo de viticultura "no es sólo ecológica, sino además regenerativa, un modelo sostenible y tradicional, centrado en recuperar la vida en los suelos". "Con el empleo de cubiertas vegetales conseguimos unos suelos vivos, sanos, mejor preparados frente a la sequía, con más capacidad de capturar el CO2 atmosférico, con menos erosión, mayor retención de agua, favoreciendo la biodiversidad, creando un ecosistema más equilibrado que, indudablemente, repercute en la calidad de las uvas y, por consiguiente, de los vinos”, resalta Pérez.
En Bodegas Hermanos Pérez Pascuas- Viña Pedrosa, las cubiertas vegetales tienen claramente una serie de efectos beneficiosos sobre sus suelos como es la conservación y la mejora de las características físico-químicas del suelo, la compactación con una mayor infiltración del agua, mayor tracción y mejor acceso, el incremento de la biodiversidad y la actividad biológica en el suelo. A ello se suma “el aumento de la competencia con el sistema radicular del viñedo y la influencia en su desarrollo y en la calidad del vino, además, por supuesto, de la mejora estética del viñedo”.
Aunque su reconocido viticultor señala que las cubiertas vegetales son más complicadas en cuanto a manejo pues requieren un mayor conocimiento del suelo y del cultivo, “debido a que puede existir una competencia por el agua y los nutrientes, incluso afectando al vigor -en ocasiones- y, según el manejo, puede existir un mayor riesgo frente a las heladas por lo que requieren una mayor dedicación". Daniel Pérez afirma que el uso de las cubiertas vegetales ha sido “una de las mejores decisiones que hemos llevado a cabo en nuestra viticultura y en los resultados alcanzados”, señalando no obstante que para ello, “cada parcela tiene sus características y sus peculiaridades y en cada explotación pueden existir distintos objetivos”.
En los últimos años, según Pérez Herrero, “vamos comprobando cómo las cubiertas vegetales de nuestros viñedos afectan a los distintos estados fenológicos de la planta". Así, por lo general, las yemas se mantienen más tiempo en parada invernal retrasándose igualmente la salida de las hojas, "lo que consecuentemente tiene unos efectos favorables en el equilibrio vegetativo-productivo, el estado hídrico y la fisiología del viñedo y su repercusión en la calidad de la uva”.
Viña Pedrosa es la primera bodega inscrita en el Registro de la huella de carbono, lanzando los últimos cálculos una reducción de la misma. Cuentan además con placas solares sobre el tejado de sus instalaciones, con un punto de carga de coches eléctricos que puede ser utilizado por los visitantes de forma gratuita, creando riqueza en esta zona rural a través de la generación de empleo y favoreciendo el comercio local y la actividad turística, fomentando la economía circular. Su proyecto de arboricultura les ha permitido conservar almendros y nogales centenarios y plantar otros. Asimismo mantienen los pinares autóctonos, preservan los espinos blancos y plantas como tomillo, romero, espliego, sardinilla y lavanda e incorporan los restos de poda con su consiguiente beneficio en el suelo.
Las cubiertas vegetales no sólo ponen en valor la biodiversidad y la importancia vital de un ecosistema donde todos sus elementos naturales estén en equilibrio con el ecosistema agrícola, sino que en cuanto a optimización y ahorro de recursos e inputs, suponen una apuesta nada desdeñable en la gestión de la explotación
Pioneros en el mundo de los vinos generosos
Al sur de la península en tierras andaluzas, encontramos Bodegas Robles, que es sinónimo de decisiones arriesgadas e innovadoras en el mundo de la viticultura ecológica. En 2006 se alzaba con el reconocimiento a la Mejor Empresa Ecológica de España otorgado por el MAPA. Francisco Robles, su gerente y propietario, asegura que “hay que aprender a disfrutar de lo que reporta la naturaleza”. Toda una filosofía y cultura familiar arraigada a las vides, donde en las cerca de 50 hectáreas de parcela produce vinos que nacen de una combinación perfecta: tradición e innovación. Bajo la Denominación de Origen Montilla-Moriles, Bodegas Robles es pionera en el manejo de cubiertas vegetales en Andalucía, siendo además la única bodega en el mundo que desarrolla toda la gama de vinos generosos ecológicos certificados.
Una decisión "arriesgada" -como él mismo define- y que en su momento fue el preludio de la segunda decisión, también arriesgada: la internacionalización. “Cuando comencé con este proyecto y en ese tiempo, el consumo de los vinos ecológicos estaba en el exterior y una empresa familiar como Bodegas Robles, debía asumir el reto”, asegura. Dieciséis años después, continúan su trabajo de internacionalización, añadiendo nuevos retos, como el mercado asiático. Con una capacidad de producción de 2 millones de litros, el 15% de su producción se exporta a 22 países, estando presente en diferentes continentes. Encontramos sus generosos en Estados Unidos, Asia, India, China, Japón, Australia, países nórdicos, etc.
Para Robles la clave de su proyecto reside en “entender la planta como un ser vivo, que necesita desarrollarse con todas las garantías y a gusto”. Para él, la evolución vegetativa de la vid se asemeja a la del ser humano. El objetivo con las cubiertas vegetales era “encontrar la herramienta que me permitiera tener una calidad de uva para poder hacer vino, sin herbicidas, abonos químicos, etc. Así abordaron su proyecto con la Universidad de Córdoba, para lograr que “el ecosistema generara todo lo que la planta necesita para tener una buena cosecha con garantías”. Y ahí empezaron a desarrollar el manejo de cubiertas vegetales, para lo que según Robles, “lo primero que hicimos fue un estudio profundo de nuestros suelos, analizar la cantidad de materia orgánica y nutrientes (nitrógeno, fósforo y potasio) y desarrollar una estrategia para hacer que estos elementos se reproduzcan de manera natural y que el suelo los vaya asimilando”.
A partir de ahí, “seleccionamos una cobertura que en su crecimiento vegetativo fijara estos elementos que estábamos buscando y que al crecer en el suelo se enraizara con raíz corta, como el trébol o las leguminosas, y esa raíz drene el suelo cuando llueva sin provocar erosión ni crear escorrentía, permitiendo un control de la humedad en el mismo”. Para producir su propio insecticida, recurrieron a la cadena atrófica, donde insectos y especies vegetales crean un ecosistema equilibrado y entre todos ellos evitan la enfermedad. Sus cubiertas están en flor en invierno y en marzo repletas de insectos. Una cubierta vegetal que ha sido capaz de generar ese ecosistema de salvaguarda de la cosecha. “En diciembre nuestras cubiertas son jardines -apunta Robles- y nuestros árboles, arbustos, plantas aromáticas, frutales, etc. permiten la permanencia de esos insectos y son refugio para mantener la lucha biológica. El entorno genera todo lo que necesita para estar sano sin tener que usar ningún producto para no lesionar las levaduras”.
En su apuesta por la sostenibilidad, fue la primera bodega española en certificar en 2009 su huella de carbono. Sigue siendo una de sus prioridades el concepto del agua, como bien preciado y tienen en proyecto implantar un lago artificial como sistema autónomo, que almacene el agua para utilizarla en momentos críticos de sequía.
Una tercera y una cuarta generación orgullosas de una uva, la Pedro Ximénez, que produce vinos que gozan de una calidad organoléptica excepcional. Unas prácticas de producción basadas en la investigación e innovación, nos deleitan entre otros con sus vinos gastronómicos curados como su espumoso Robles Brut Nature, un gran logro que le ha otorgado ser el primer espumoso de uva Pedro Ximénez. También encontramos sus Piedra Luenga Oloroso, Piedra Luenga Pedro Ximénez y Vermut VRMT Receta andalusí, Pedro Ximénez Robles Selección 1927, sus vinagres como Agraz Verjus Paco Morales, sus gelatinas y reducciones. Toda una cultura en torno a la producción ecológica y sostenible, con proyectos como la botella de vino rellenable, trayendo de nuevo al presente esa tradición y gracias al proyecto ‘Sigue tu cepa’ ha sabido llevar más allá, impregnando a sus visitantes y haciéndolos partícipes de Bodegas Robles, esa esencia donde es la vid la que amadrina a la persona, ya que como asegura Francisco Robles, “cuando generas naturaleza la naturaleza te lo devuelve, y de eso estamos orgullosos. Las personas se llevan esa experiencia llena de paisajes sonoros, sensaciones y vivencias”.
Mirando al mar, referentes de la 'cultura txakoli'
En la zona de Guetaria, mirando al mar, encontramos la Bodega Ameztoi, referente de la Denominación de Origen Getariako Txakolina y que nace en 1860 en Zarautz. 50 hectáreas de viñedo propiedad de la bodega que se encuentran en la línea de costa, donde las precipitaciones son abundantes y las temperaturas suaves, sin apenas riesgo de heladas.
La cultura del txakoli viene desde tiempos remotos: los primeros datos históricos son del siglo IX donde el txakoli se bebía en el puerto de Getaria en bares llamados Txakolines y se utilizaba como trueque entre comerciantes y navegantes. Durante estos más de 150 años de historia, Juan Ignacio Agirretxe, viticultor de Bodega Ameztoi, hace mención a la labor que desarrollan siendo pioneros en “acercar al público la cultura del txakoli, siendo parte de la cultura vasca, llevándola a los hogares y a la gente de a pie y dando nuestra mejor versión”.
Trabajan con la variedad autóctona Hondarrabi, que se caracteriza por su buena acidez y frescura con toques cítricos, florales y herbáceos, de racimos pequeños y apretados, cuya uva es de color verde intenso. No desarrolla mucho alcohol, lo que también los hace más ligeros y amables en boca. “Nuestro txakoli se caracteriza por su frescor, elegancia, ligereza y gran mineralidad. Ameztoi es sinónimo del vínculo entre la tierra, el mar y las tradiciones. Aunque siempre en búsqueda del perfecto equilibrio con la innovación”.
El txakoli Ameztoi se gesta sobre pendientes escarpadas, también en terrazas, donde las cepas son guiadas en parrales buscando la máxima insolación para alcanzar una equilibrada madurez. La base del suelo es de arcilla, sobre la que se asienta una capa de arenisca. Trabajan el cultivo bajo el sistema de producción integrada, ya que la cercanía del mar favorece un alto grado de humedad que lo hace inviable trabajar de modo ecológico al 100%. En la zona, el uso de cubiertas vegetales ha existido desde siempre, “es algo histórico, una herencia”. Agirretxe destaca que se trata de una cubierta vegetal espontánea, ya que la alta tasa pluviométrica garantiza humedad suficiente tanto para la hierba como para que el cultivo complete el su ciclo correctamente. Además, señala que la complicada orografía y el alto número de días de lluvia durante todo el año, obliga a los viñedos a que permanezcan cubiertos de hierba durante todo el año.
Exportan alrededor de un 35% de su producción, principalmente a EE UU, donde fueron pioneros en la introducción de este vino tan aclamado en el país. Con gran presencia en Reino Unido, Dinamarca, Japón, China, Puerto Rico, Hawaii, entre otros. A nivel nacional, su presencia se va afianzando. El respeto a la tradición, la innovación y la investigación les lleva a la creación de nuevos perfiles de txakoli. Entre sus vinos encontramos blancos, rosados y tintos. Ameztoi, Rubentis, Stimatum, Primus, Kirkilla, 9.6 y sus cremas y licores, entre otros. Juan Ignacio señala que “la calidad que encontramos en los vinos de esta región en la actualidad, poco tiene que ver con la calidad de una generación atrás. Este mérito debemos atribuirlo a la creación de la DO y a todas las bodegas que la impulsaron”.
Con una honda cultura basada en la sostenibilidad, aprovechan los recursos mediante la aerotermia para conseguir agua caliente a bajo coste; la recuperación del agua de lluvia -gracias a un depósito de 70.000 litros- para sulfatar y para la limpieza de sus instalaciones y las tinas de la vendimia; la extracción y recogida de dióxido de carbono de la fermentación para transformarlo en aire a presión y utilizarlo como propulsor, y próximamente, la instalación de plazas placas solares.
Hace apenas 3 años construyeron un hotel boutique, una pequeña tienda con terraza mirador sobre el mar Cantábrico y una sala de catas con experiencia enoturística. ”Nuestro objetivo es mostrar la realidad de nuestros vinos, su calidad, sus posibilidades y, sobre todo, nuestra historia y filosofía. El txakoli se encuentra en pleno desarrollo y estamos convencidos de que en pleno auge”.
Sin duda, una estrategia sostenible también en franco crecimiento que está presente en algunas de las mejores bodegas de nuestro país, cuyos vinos tintos, blancos, rosados y generosos traspasan fronteras y son altamente reconocidos en todo el mundo por su calidad, su proceso de fabricación y su extraordinario sabor. Las cubiertas vegetales no sólo ponen en valor la biodiversidad y la importancia vital de un ecosistema donde todos sus elementos naturales estén en equilibrio con el ecosistema agrícola, sino que en cuanto a optimización y ahorro de recursos e inputs, suponen una apuesta nada desdeñable en la gestión de la explotación. Y más en un entorno de crisis global y con altos costes de materias primas y medios de producción. Esto se traduce en un menor gasto en combustible para las labores agrícolas, un menor consumo de fitosanitarios para mantener el suelo ‘limpio’ y evitando la pérdida de nutrientes por la erosión que se deben reponer en forma de fertilizantes minerales u orgánicos con el coste que ello supone.